Relaciones iglesia-estado puntos conflictivos de las relaciones iglesia-estado en la España del siglo XXI

AutorIván C. Ibán
Cargo del AutorUniversidad Complutense
Páginas25-54

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El título de la ponencia que se me ha adjudicado hace suponer que estoy dotado de capacidad profética. Cuando apenas ha transcurrido un lustro del siglo XXI debería yo describir ahora los conflictos que en el campo Iglesia-Estado se producirán a lo largo de la próxima centuria. Es obvio que no se encuentran entre mis contadas dotes el don profético y, estoy seguro, los organizadores de estas Jornadas son sabedores de mi limitación. Por lo tanto no es eso lo que esperaban de mí. Probablemente lo que en mí se buscaba era una persona con algún interés y competencia para analizar dichos problemas en el pasado, suponiendo que los futuros problemas no diferirán en exceso de aquellos. Si mi análisis fuera correcto admitiré de plano que han acertado en parte de su presunción, pero errado en otra. Soy un firme convencido de que el presente, y a fortiori el futuro, sólo se puede comprender desde el pasado: ese es el acierto de los organizadores a la hora de proponer este tema de debate. Su error es considerar que yo soy el adecuado para llevar a cabo tal tarea. Sin duda tengo interés por la cuestión, pero disto mucho de ser un experto en la historia de las relaciones Iglesia-Estado. Ahora bien, aceptado el reto, por mi parte no caben las excusas, sino que me corresponde tratar de acometer tal tarea en el mejor modo posible, rogando anticipadamente la comprensión de los oyentes y, en su caso, más adelante lectores, para con mis limitaciones.

Por fortuna para mí en la presente circunstancia tampoco hace falta ser un experto historiador para afrontar la cuestión. Page 26 Sin pretender negar la continuidad de la Iglesia desde el momento fundacional hasta nuestros días, y sin ignorar que en campo estatal no se producen nunca rupturas absolutas con el pasado, es al mismo tiempo claro que tanto en la sociedad eclesial como en la sociedad política en ocasiones se producen unas alteraciones tan significativas que, sin hacer tabla rasa del pasado, sin embargo sí permiten acometer cualquier reflexión acerca del momento presente contando únicamente a partir del momento en que esos cambios se produjeron. Un historiador de dentro de algunos siglos podrá considerar anecdótico, e incluso desconocer, el pontificado de Benedicto XVI, o que el señor Rodríguez Zapatero ocupa en la actualidad la presidencia del Gobierno en España. Pero un historiador del futuro deberá necesariamente tener en cuenta, si es que pretende conocer la Iglesia católica, el Concilio Vaticano II, del mismo modo que si pretende conocer la realidad española deberá tener en cuenta que en la década de los setenta del pasado siglo falleció el general Franco y con él su régimen. El Concilio Vaticano II y todo lo que implica, y la Constitución de 1978, y todo lo que implica, no podrán ser considerados hechos irrelevantes hasta que hayan transcurrido varios siglos desde el momento presente. Y como quiera que yo existía cuando se produjeron ambos acontecimientos, tal vez sea suficiente con que yo acuda a mis recuerdos, tratando simultáneamente de acometer una labor de prognosis acerca del inmediato futuro. Será lo que pretendo realizar seguidamente.

Ahora bien, centrar mi análisis en cinco pontificados y cinco presidentes de Gobierno, o en las respectivas estructuras organizativas dependientes de ellos, y los posibles conflictos entre los mismos, sería olvidar, aún otra vez, algo que en ocasiones es olvidado por los historiadores: la sociedad, los individuos que la componen. Con lo cual seguidamente no desgranaré un catálogo de disposiciones normativas canónicas o civiles, o de declaraciones más o menos solemnes de las cúspides jerárquicas de ambas sociedades. Algo habrá de ello, pero procuraré atender también a la sociedad, a los fieles, a los ciudadanos. Y es que con frecuencia se olvida que las relaciones entre la Iglesia y el Estado se singularizan por el hecho de que sus componentes son los mismos. El diálogo interconfesional, o las relaciones internacionales, implica conectar a dos grupos de individuos diversos. Las relaciones Iglesia-Estado (en realidad: las relaciones estructuras religiosas-estructuras políticas) conectan a dos grupos que, en realidad, son uno solo. El fiel es ciudadano y el ciudadano puede ser fiel. Page 27

Una última precisión metodológica, en realidad acerca de las fuentes, para poner mis cartas boca arriba desde el primer momento. En 1989 comencé a fotocopiar y conservar, sin ninguna pretensión de exhaustividad y con muy poca de sistematicidad una serie de informaciones aparecidas en los medios de prensa de cuestiones de interés para el Derecho Eclesiástico1. He ido agrupando esas fotocopias en una serie de carpetas con los siguientes títulos: "Santa Sede", "Iglesia española. Iglesia-Estado", "Economía", "Enseñanza", "Familia", "Objeción" y "Minorías. Sectas". La más gruesa de entre todas ellas es la dedicada a "Enseñanza" seguida de la de "Iglesia española. Iglesia-Estado" y "Economía". No es prueba de nada, no lo pretendo, pero tal vez a partir de ahí se pueda intuir cuáles han resultado ser los temas más conflictivos. Apoyándome en tan pobre fuente documental y en mi memoria trataré de realizar un catálogo de puntos de relación y conflictos al respecto, agrupándolo en los siguientes apartados: Organos e instrumentos de relación; enseñanza; cuestiones económicas y familia.

I Organos e instrumentos de relación

Creo que un modo razonable de iniciar este recorrido por la reciente historia de España con la pretensión de describir el presente e intuir el futuro, sería el aludir a los órganos jerárquicos de ambas instituciones (Iglesia y Estado), pues ellos podrán causar los conflictos y, en todo caso, a ellos corresponde el intentar resolverlos. También convendría atenerse a los mecanismos institucionales de relación.

Parece razonable comenzar estas reflexiones con una referencia a los órganos supremos de ambas instituciones. En el periodo que pretendemos analizar, y que arrancaría con la promulgación de la Constitución española de 1978, los titulares de los máximos oficios jerárquicos de la Iglesia y el Estado han sido los mismos prácticamente en todo el periodo. De parte de la Iglesia el extenso pontificado de Juan Page 28 Pablo II se inicia dos meses antes de la promulgación de la Constitución y concluyó hace poco tiempo. De parte del Estado el reinado de Juan Carlos I se había iniciado poco antes y cubre todo el periodo. Ahora bien, si la figura del pontífice es clave para marcar la orientación de la Iglesia, en el caso del Estado es de mayor importancia el Gobierno en el poder que el titular de la jefatura del Estado. A lo largo de este periodo encontramos cuatro mayorías parlamentarias diferentes que permitieron la configuración sucesivamente de un Gobierno de centro derecha (UCD), un largo periodo de uno de izquierda (PSOE), al que siguieron ocho años de un Gobierno de derecha (PP), para llegar en tiempos recientes a uno nuevo de izquierda (PSOE).

Sin inmiscuirse en cuestiones de Iglesia-Estado, como ocurre en cualquier otro ámbito político, al menos de modo expreso, el Monarca, y la Real familia, no han escatimado gestos para demostrar su condición de católicos y de adhesión al Pontífice reinante. Entrevistas con el Pontífice en el curso de visitas oficiales representando a España, pero, y tal vez es más importante desde el punto de vista que ahora queremos destacar, también de carácter privado, si es que tal calificación es posible, con ocasión de los matrimonios de las infantas o del Príncipe, y otras ocasiones, ponen el acento simbólico en la idea de que el Rey se sigue considerando Majestad Católica. Incluso en el ejercicio de privilegios protocolarios, como puede ser el modo de vestir de la Reina en las audiencias pontificias, el blanco reservado para las reinas católicas, supone un sutil modo de manifestar que las relaciones de las cúspides de ambas jerarquías no se sitúan exclusivamente en el puro plano de las relaciones entre dos jefes de Estado. Todo ello no tendrá trascendencia práctica alguna, pero, sin duda, una relación estrecha y cordial en ese nivel facilita las vías de comunicación en otros.

Las cosas son, y deben de serlo, distintas en el nivel gubernamental. Ciertamente desde un punto de vista técnico no existen propiamente relaciones institucionales entre el Pontífice y el Gobierno. Pero el Gobierno incide de modo determinante en los modos de relación del Estado con aquél o, si queremos ser técnicos, con la Santa Sede. Sin entrar, por el momento, en la diversidad de opiniones y las críticas recíprocas en los modos de actuación, me centraré, por vía de ejemplo, en un solo punto: los titulares de la embajada española ante la Santa Sede.

No se trata de realizar un análisis exhaustivo de quiénes han sido los representantes diplomáticos de España ante la Santa Sede a lo Page 29 largo de estos treinta años, sino de indicar dos casos puntuales. Se tiende a considerar, no sin fundamento, que los gobiernos de derecha sintonizan en mayor medida que los de izquierda con la Iglesia católica. Y se tiende a considerar que las dos etapas de mayorías socialistas han provocado tensiones con la Iglesia, y de la lectura de los periódicos que más se oponen a los gobiernos socialistas podría deducirse que el actual Gobierno es más beligerante, en la cuestión, que los presididos por Felipe González. Pues bien, no me parece que tal argumentación sea exacta si es que atendemos a quienes han desempeñado la representación del Estado ante la Santa Sede. Durante los gobiernos de Felipe González se designó embajador a Puente Ojea, y no resulta excesivo el calificarlo como poco proclive a acatar los planteamientos eclesiales. Sin embargo, el primer embajador designado por el gobierno de Rodríguez Zapatero, Dezcallar, había ocupado...

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