La iglesia española en la sociedad civil

AutorLuis J. Argüello
Cargo del AutorObispo Secretario de la Conferencia Episcopal Española
Páginas347-363
LA IGLESIA ESPAÑOLA EN LA SOCIEDAD CIVIL
LUIS J. ARGÜELLO
Obispo Secretario de la Conferencia Episcopal Española
Como siempre que aparece un título en una conferencia, en este caso “Igle-
sia española en la sociedad civil”, hay diferentes posibilidades de desarrollo.
Sociedad civil es una expresión muy repetida, a veces sin saber muy bien lo
que queremos decir. Puede parecer redundante hablar de sociedad-civil, pero
seguramente quiere expresar, en primer lugar, sociedad, ese dato ineludible
de la realidad: que convivimos, que vivimos juntos y que nuestra propia vida
en común tiene consecuencias ambientales relacionales e institucionales.
Cuando una sociedad toma conciencia de que debe de organizarse y que ser
capaz de desplegar su propia convivencia y organizarla es algo decisivo para
la propia salud de una vida democrática, entonces hablamos de sociedad civil.
El que haya una sociedad que tome conciencia de sí y que se organice es algo
imprescindible para salir al paso de la tentación totalitaria que en todo Estado
acaba teniendo, o quizá, mejor dicho, los gestores de la propia vida estatal.
Mi reflexión se inspira en lo que la propia Conferencia Episcopal ha re-
flexionado en este tiempo de pandemia, que ha dado pie a un texto, Fieles al
envío misionero. Aproximación al contexto actual y marco eclesial. No voy a
presentar este documento, pero sí ofrecer un eco de los diálogos de los obis-
pos en dos Asambleas plenarias y en tres Comisiones permanentes, ayudados
también por las personas que trabajan en la Conferencia. Quiero hacer una
reflexión sobre nuestro momento para aterrizar en algunas de las cuestiones
que se han mencionado en la presentación a las que me voy a referir en la
charla y en el coloquio posterior.
Conviene hacer referencia a lo que la Iglesia es, justamente en este mo-
mento de comienzo de itinerario sinodal, para caer en la cuenta de que es un
pueblo en camino; un pueblo que camina entre los pueblos, y que no lo hace
para salir y dar una vuelta, sino que camina con un destino y con una misión.
LUIS J. ARGÜELLO
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1. MARCO DE REFERENCIA TEOLÓGICO Y JURÍDICO
1.1. Los diálogos del bautismo: Fe-Razón (gracia-naturaleza), Iglesia-
Sociedad, Escatología-Historia
La forma de estar situada la Iglesia en la sociedad civil arranca de los diá-
logos a los que el bautismo nos incorpora. Por el bautismo formamos parte
del cuerpo de Cristo; por el bautismo la gracia nos da la posibilidad de un
nuevo nacimiento e incluso, si acudiéramos al ritual del bautismo, vemos lo
que prevé en el coloquio entre el ministro del bautismo y quienes se acercan,
padres y padrinos, que presentan a un infante al bautismo o con el adulto que
se presenta al bautismo en un ritual de iniciación cristiana. El ministro pre-
gunta: ¿qué pides a la Iglesia? Hay una respuesta evidente, el bautismo. Pero
el propio ritual nos ofrece otras tres posibilidades de responder. ¿Qué pides
a la Iglesia? - la gracia. ¿Qué pides? - incorporarme a la Iglesia, al cuerpo de
Cristo. ¿Qué pides? - la vida eterna. Así, quien es miembro de la Iglesia, y la
Iglesia misma se sitúa de manera permanente en este triple coloquio entre
la libertad y la gracia, la fe y la razón; un coloquio entre la Iglesia que es un
cuerpo, un pueblo, y la sociedad de la que sus miembros también forman
parte. En un permanente diálogo entre la escatología –la vida eterna–, y la
historia. A lo largo del tiempo vivimos estos diálogos en diferentes maneras de
expresarse y siempre en una tensión que, a lo largo de los 2.000 años, también
vive la Iglesia a la hora de comprender el misterio de Cristo, verdadero Dios y
verdadero hombre; con momentos en el que acentuamos la divinidad, dejan-
do en sombra a la humanidad, o en otros en que, acentuándose con fuerza la
carnalidad del Verbo que entró en las entrañas de María, nos olvidamos de que
verdaderamente es Dios, el hijo de Dios. Así también, el coloquio entre la fe y
razón, la Iglesia y la sociedad, la escatología y la historia vive sus tensiones. A
veces con la tentación de que la gracia absorba la naturaleza o que el camino
histórico de la libertad prescinda de la gracia; o bien, que en la relación entre
Iglesia y sociedad, la Iglesia corone a las instituciones de la sociedad, o la
sociedad haga de la Iglesia una institución más al servicio de los intereses de
esa misma sociedad organizada.
En nuestro propio caminar en la historia, anunciando la llegada del Reino
de Dios, podemos pensar que son nuestras manos las que construyen el Reino y
que es en la historia donde ha de realizarse la plenitud del Reino, olvidándose
así la tensión de la vida eterna. Por el contrario, en este arduo viaje que es la
peregrinación en la historia, existe el riego de poner tanto los ojos en la vida
eterna que se nos olvide meter las manos y el corazón en los trabajos y los días
para hacer que en la historia de los hombres se realice una germinación del

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