Las ideas políticas en Colombia

AutorGuillermo Hoyos Vásquez
Páginas49-56

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Propio del pensar no es sólo el movimiento de las ideas, sino igualmente su detención.

WALTER BENJAMIN, Über den Begriff der Geschichte1RESUMEN. Nos pareció importante que un número dedicado a Colombia contara con la presencia de un destacado filósofo como Guillermo Hoyos. El presente trabajo fue publicado como prólogo a una edición acerca de las ideas políticas en Colombia. Pero, con la debida autorización de su autor, se consideró que contiene toda una serie de elementos de reflexión que vale la pena conocer dentro de un contexto iberoamericano.

Esta Historia de las ideas políticas en Colombia que presenta la Editorial Taurus y el Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR a la opinión pública, busca fomentar la reflexión acerca de la situación que atraviesa el país, situación tan extrema que bien pudiera llevar a la interpretación del poeta Hölderlin de que «allí donde crece el peligro allí está la salvación». Naturalmente sólo se da la salvación a quienes asumen el peligro. Disintiendo, por tanto, de quienes estiman que reflexiones filosóficas sobre la crisis y la sociedad colombiana, al ser menos concretas pueden ser calificadas de no pertinentes, quiero leer las Tesis sobre la historia, las reflexiones de Walter Benjamin sobre «el concepto de historia», escri-

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tas entre 1939 y 1940, cuando la situación política de Europa en plena guerra lo lleva a quitarse la vida en la frontera con España. Mi lectura pretende ayudar a comprender nuestra historia ya bicentenaria, magníficamente expuesta por los 10 colegas que la han escrito.

I

Mi interpretación desde Benjamin se facilita al constatar que los autores no han caído en una presentación funcionalista de nuestra historia, y mucho menos historicista, en el sentido que la critica Benjamin:

El historicismo se contenta con establecer un nexo causal entre distintos momentos de la historia. Pero ningún hecho es ya un hecho histórico solamente por ser una causa. Habrá de serlo, póstumamente, en virtud de acaecimientos que pueden estar separados de él por milenios.2Y aquí radica el problema de la comprensión de la historia para un historiador crítico, quien no simplemente va acumulando datos, héroes y eventos. Debe penetrar en el sentido de épocas pasadas, en las que se dieron muchas luchas por el cultivo de la humanidad y por la construcción de un futuro mejor, que en la perspectiva de nuestros predecesores es nuestro presente y en relación con la cual se puede evaluar mejor qué pudo pasar para que no se cumplieran las esperanzas de generaciones anteriores. Continúa Benjamin:

El historiador que parte de esta comprobación no permite ya que la sucesión de acaecimientos le corra entre los dedos como un rosario. Aprehende la constelación en la que ha entrado su propia época con una muy determinada época anterior. Funda de esta manera un concepto del presente como ese «tiempo del ahora» en el que están incrustadas astillas del tiempo mesiánico.3Este «tiempo del ahora», Jetztzeit, en el que el historiador que piensa y no sólo recita como autómata las avemarías del rosario, le otorga no sólo la visión del pasado, en el sentido en que lo hemos dicho, sino el de un pasado detenido en el «tiempo del ahora», para darle una nueva oportunidad, sin repetirlo, al proyectarlo a un futuro que es nuestro presente viviente, desde el cual como limitada respuesta a las angustias e ilusiones de generaciones anteriores, es posible decir algo de un futuro que no puede no responder a las frustraciones propias de la historia. El historiador no puede olvidar el sentido del pasado que se le da en las múltiples luchas sociales y políticas, no siempre no violentas.

Para desarrollar esta idea, quizá nada mejor que la imagen bellamente propuesta por Benjamin del «ángel de la historia»: se trata de la muy conocida tesis IX que con epígrafe reza como sigue:

Mi ala está pronta al vuelo.

Retornar, lo haría con gusto, pues, aun fuera yo tiempo vivo, mi suerte sería escasa.

GERHARD SCHOLEM, Saludo del Angelus

Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está

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vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.4El ángel de la historia nos funda como comunidad con el pasado y con el futuro, para que en comunicación5descubramos lo que ha sucedido a partir de las penurias que han desembocado en nuestro presente, para que, tenidas en cuenta, encuentren en el futuro respuestas menos dolorosas y más felices. Pero al ángel de la historia no se le dan hechos desencadenados, se le da el todo: una catástrofe única, en la que crece el cúmulo de ruinas hasta el cielo. Se trata pues de una historia de personas y colectividades, no de hechos, instituciones y resultados. Y esta relación con las personas es sobre todo una relación con las víctimas, con los perdedores, con los que su memoria nos reclama seguir luchando por una forma de hacer política sin violencia.

La tensión en la que se encuentra el historiador y que es en última instancia su razón de ser entre un futuro que nos jala hacia el progreso y un pasado que nos retiene, si todavía somos capaces de sensibilidad moral, es la que lo lleva a comunicarse con las víctimas, sobre cuyas ruinas se ha construido el progreso. No es válida una evaluación de las acciones humanas orientada sólo por resultados. El progreso por sí mismo no explica la historia, más bien la desfigura, instalando el progreso y no el «principio esperanza» como su teleología, haciendo de ella el protagonismo de los vencedores. La razón por la cual Benjamin insiste en la necesidad de privilegiar a los perdedores y a las víctimas en la presentación de la historia no es sólo de índole moral y política. También hay razones epistemológicas si se quiere tener una auténtica visión de lo acontecido. Así lo formula la tesis VII:

Considerad lo oscuro y el gran frío

De este valle que resuena de lamentos

BRECHT, La ópera de tres centavos

Fustel de Coulanges le recomienda al historiador que quiera revivir una época que se quite de la cabeza todo lo que sabe del curso ulterior de la historia. Mejor no se podría identificar al procedimiento con el que ha roto el materialismo histórico. Es un...

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