Desindustrialización y regeneración económica del país vasco. Acciones de reconversión del gobierno Vasco y SPRI

AutorAitor Cobanera
CargoDirector General de SPRI, S.A.
Páginas03

Introducción

Es bien conocido que durante los años ochenta la industria vasca vivió una etapa de ajuste y de reconversión que recayó fundamentalmente sobre una serie de sectores tradicionales, caracterizados por una demanda débil y con serias dificultades. Ahora, con la perspectiva que dan las dos décadas transcurridas y el conocimiento del papel que en la actualidad juega la industria vasca, puede decirse que esa reconversión supuso un ingente pero necesario esfuerzo, que su saneamiento y remodelación impulsó una reorientación hacia actividades de mayor dinamismo y de demandas media y fuerte, ayudando a la supervivencia de algunas empresas y sectores, contribuyendo a la aparición de otras actividades industriales entonces inexistentes, que en la actualidad tienen un peso importante en el tejido industrial vasco y gozan de una solvencia y solidez envidiables. Se impone aceptar que los procesos de ajuste, reestructuración y reconversión de los sectores industriales, contribuyeron a colocar a la industria vasca en una posición competitiva sustancialmente más favorable a la de entonces, último cuarto del siglo XX.

Es obvio que esta posición competitiva más favorable del tejido empresarial, y no sólo del industrial, y de la economía vasca en su conjunto, se labró mediante un complejo proceso de reconversión, no exento de problemas; entre los más reseñables, los costes económicos y sociales verdaderamente elevados. Un proceso, además, endiabladamente largo, ya que, apenas culminada la de los años ochenta, a comienzos de los años 90 surgieron nuevos desequilibrios y se volvió a plantear con fuerza la necesidad de medidas reconversoras en diversas actividades, pero sobre todo en la siderurgia. Esta nueva fase incidiría sobre zonas geográficas afectadas por anteriores procesos, con el agravante de que no habían podido, o no había dado tiempo, a remontar los efectos del primer ajuste. Parecían abrirse paso los procesos de adecuación continua a las nuevas condiciones de competencia, permanentemente cambiantes y cada vez más exigentes, que requerían actuaciones constantes en las distintas áreas de actividad empresarial; modernización y equipamiento productivo, innovación tecnológica, capital humano, formación y recualificación, control de costes y mejoras de calidad, imagen y diseño de los productos, canales de comercialización, aspectos organizativos y de gestión, etc.

Durante los últimos años se habían dado pasos para resolver los tradicionales problemas estructurales y los resultados invitaban al optimismo, aunque los déficits a superar obligaran a la cautela. En primer lugar, la estructura productiva vasca continuaba muy especializada en sectores tradicionales, con una demanda débil a nivel mundial, si bien, en los últimos años, se había desarrollado cierta capacidad de la industria y economía vasca para crear nuevas empresas y, mucho más importante, contribuir a la aparición de nuevos sectores. En segundo lugar, el peso del sector servicios seguía siendo bajo respecto al que protagonizaba en las economías del entorno. En tercer lugar, la economía vasca se encontraba muy vinculada a la evolución de la economía española y, además, el País Vasco aparecía claramente deficitario en su nivel de desarrollo tecnológico, ya que presentaba carencias en aspectos tales como la gestión empresarial, realización de planes estratégicos, el diseño y el marketing. La dimensión era también un importante factor en la caracterización del entramado industrial, formado por pequeñas y medianas empresas, que escasamente recurrían a la cooperación industrial y eran, además, totalmente ajenas a la necesidad de aumentar la presencia en mercados exteriores. Además, el proceso de industrialización había originado una importante degradación del medio ambiente.

Las actuaciones de la Administración Pública Vasca y de SPRI han pretendido contribuir a hacer de la empresa vasca una empresa moderna, dotada para competir en las condiciones actuales de mercados abiertos, con presencia significativa en el mundo, no sólo en países europeos, y con peso especifico en sectores nuevos. Por ejemplo, el sector aeronáutico, que a comienzos de los años 90 no existía en la economía vasca y hoy supone el 28% a nivel del Estado. También es indicativo de este dinamismo empresarial el que a finales del marzo 2002 las empresas vascas sumaban cerca del 17% del total de certificaciones de AENOR (ISO 9000, 1.570 sobre un total de 9.200) en todo el Estado. Factores de este tipo han permitido que, en los últimos años, la economía vasca haya conseguido un crecimiento del PIB por encima del español y del comunitario, acercando la renta básica media de la población vasca a los niveles europeos. En ese contexto, las empresas vascas han sido capaces de crear empleo a tal ritmo, que el País Vasco ha reducido el desempleo hasta situarse cerca de la tasa de paro media de la Unión Europea (8,4% 1er. trimestre 2002 frente al 25% de 1994). En términos de esfuerzo de I+D sobre el PIB, en el último ejercicio con datos cerrados año 2000, la economía vasca está por encima de la española (1,51% frente al 0,94), y el objetivo es alcanzar la convergencia con Europa al final de la vigencia del Plan Vasco de Ciencia, Tecnología e Innovación 2001-2004. La actividad de las empresas vascas en los mercados exteriores ha llevado a la economía vasca a superar en propensión exportadora (28,9% de exportaciones sobre el PIB) a muchas de las del entorno, entre ellas la de Alemania (25,3), Francia (25,3), Italia (20,7), Reino Unido (19,3), y España (19,2), la de Japón (10,2) y Estados Unidos (8).

La reconversión industrial del País Vasco

El proceso de industrialización español se inició en 1959, con el Plan de Estabilización, en un momento de gran expansión de distintas economías europeas, que con su oferta de empleo absorbieron cantidades ingentes de mano de obra excedente de la economía española contribuyendo así a equilibrar la maltrecha balanza de pagos con cuantiosas divisas. Otros elementos actuaron a favor del proceso de industrialización: mecanismos, de distinta naturaleza pero altamente eficaces, para el control de los niveles salariales; tipos de interés real nulos o negativos; protección a los productos propios que guardaba el mercado interno para las empresas nacionales, un sistema fiscal regresivo, una política de precios en el sector primario que facilitó la continua transferencia de recursos de ese sector al industrial, etc. Factores que primero aceleraron el proceso de industrialización español y después fueron en gran parte también claves en el agotamiento del modelo, coincidiendo con la crisis económica e industrial mundial, en los últimos años de la década de los sesenta.

A principios de los años 70, las autoridades económicas, habituadas a las reglas de una economía autárquica y a las todavía altas tasas de crecimiento del PIB optaron por defender que la economía española gozaba de buena salud y únicamente correspondía esperar pacientemente a que las economías fuertes se recuperaran. Estaban por tanto más que justificados los grandiosos planes de desarrollo: más plantas, más equipos, más tecnología, etc. con el objetivo de duplicar o triplicar las producciones. Sin embargo, la crisis mundial de los setenta tuvo especial incidencia en la economía española, afectó fundamentalmente al sector industrial y, por ello, al País Vasco, que tenía una importante especialización en productos maduros y de futuro incierto, y por ello cientos de empresas profundamente deterioradas, que atendían al siguiente perfil: costes por unidad de producto superiores a los precios internacionales (hasta un 40%), enorme endeudamiento financiero, concentración de la gama en productos de escaso valor añadido, problemas de infraestructura importantes, reducida industria auxiliar, escasas y poco eficaces redes comerciales, insuficientes herramientas de gestión, plantillas mal dimensionadas, etc. Hubo que esperar hasta los primeros años 80 para apreciar un impulso en materia de reconversión, culminado con la Ley 27/1984 de 26 de Julio, sobre Reconversión y Reindustrialización y la puesta en marcha de los Fondos de Promoción de Empleo, destinados a la gestión de los excedentes laborales, facilitando el reciclaje y la recolocación en otras actividades.

La Comunidad Autónoma del País Vasco, en cumplimiento del Estatuto de Autonomía (art. 18/30), recibió las competencias en materia de reestructuración, por acuerdo de la Comisión Mixta de Transferencias. El 1 de Marzo de 1982 el Lehendakari del Gobierno Vasco firmó el acuerdo de asunción de las competencias en materia de reestructuración en los siguientes términos: siempre que las industrias localizadas en la Comunidad Autónoma representaran, al menos, el 10% del empleo del total del sector estatal, se aseguraba la participación de los órganos de la Comunidad Autónoma en las Comisiones Ejecutivas, para el estudio y evaluación de los programas de empresas incluidas en sectores en...

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