Hood, Christopher. El juego de la culpa: manipulación, burocracia y autoconservación en el Estado. Madrid: INAP, 2015.

AutorMiguel Anxo Bastos Boubeta
CargoUniversidade de Santiago de Compostela
Páginas103-104
nº 13 enero-junio 2015
Gestión y Análisis de Políticas Públicas
Nueva época
modelos matemáticos, que a dura lucha política parecía un
juego de sobremesa llevado a cabo por bienintencionados
actores dotados de un sano egoísmo racional.
Por eso sorprendió en su momento Bueno de Mesqui-
ta al describir en un grueso volumen las corruptas y traido-
ras prácticas de políticos y adláteres y aún sorprende más
en Hood.
Christopher Hood es uno de los grandes teóricos de la
administración pública de nuestro tiempo. Combina su co-
nocimiento de la administración pública con un fino instin-
to para comprender las razones políticas que existen de-
trás de todas las retóricas racionalizadoras y eficientistas.
En un artículo clásico, nos explicó como una de las prin-
cipales inspiraciones de las reformas administrativas de
Margaret Thatcher había sido acabar con el dominio de los
altos burócratas simbolizados por el mítico Sir Humphrey
de los libros de Antony Jay, sobre los políticos electos en
el proceso cotidiano de gobierno. Las reformas buscaron
dar más poder a los políticos a través de un mayor poder
discrecional y se concretaron en agencias en las cuales los
políticos podían controlar más eficazmente a sus funcio-
narios. También escribió un espléndido, y poco conocido
entre nosotros a pesar de estar traducido, libro sobre los
límites políticos y técnicos que tienen las administraciones
públicas a la hora de desempeñar sus tareas.
Este libro recién traducido al castellano es una prueba
más de su talento. Teóricamente es un libro sobre como
los diseños administrativos están pensados para eludir
responsabilidades por parte de los actores involucrados
en el proceso político, tanto políticos electos como funcio-
nariales. Lo que en principio quedaría en un tratado más
sobre responsabilidad o transparencia, se transforma sin
embargo, si se le da la adecuada lectura en un tratado ma-
quiavélico sobre cómo hacer que otros asuman las culpas
de nuestros actos, y a la vez de como recibir premios y
alabanzas por acciones que no son resultado de nuestro
mérito. Reclama un arte y una ciencia de la desviación de
culpas, reivindicándolas como una de las principales ha-
bilidades del político democrático contemporáneo. Hood
diseña incluso un cuadro explicando los distintos tipos
de estrategias para eludir responsabilidades. Gestión de
calendarios para tapar malas noticias (fechas señaladas,
puentes, vísperas de vacaciones) o usar acontecimientos
extraordinarios (atentados, catástrofes) para tapar de-
cisiones discutidas o ocultar malas noticias, búsqueda de
chivos expiatorios o enemigos externos para culparles
de todo tipo de males (son muy usadas figuras con mala
prensa como especuladores, compañías multinacionales o
gobiernos extranjeros). Es muy interesante a estos efec-
tos la habilidad de buscar dentro del propio gobierno o
del propio partido a algún personaje para que cumpla las
funciones de pararrayos de los ataques de prensa y oposi-
ción. Es normalmente un portavoz o un político con capa-
cidad de atraer la atención por su cargo o características
personales y en la división del trabajo político cumple con
RECENSIONES
Hood, Christopher. El juego de la culpa:
manipulación, burocracia y autoconserva-
ción en el Estado. Madrid: INAP, 2015.
Es raro que los tratados sobre el arte del poder sean
escritos por académicos. Estos abordan desde un punto
de vista científico o normativo los aspectos más nobles de
la política, la noble ciencia de la política como reza el título
del célebre trabajo decimonónico de Burrow. Elecciones,
organización de partidos, formulación e implementación
de políticas públicas o el diseño administrativo de un país
serían así estudiados por tan noble ciencia. Los aspectos
más sucios de la disciplina, esto es las trapacerías sobre
como manipular elecciones, el espionaje, el uso artero de
la corrupción o la manipulación de las masas quedarían
relegados de la disciplina y quedarían en manos de escri-
tores menores, y no formarían nunca parte del Olimpo de
elegidos para la gloria delos estudios políticos. Desprecia-
dos por los respetados profesores de política los tratos
clásicos chinos del arte de la política, manuales como el
Arthasastra, joyas como el Oráculo Manual de Gracián o los
tratados del tacitismo español pasarían a cubrirse de polvo
en los anaqueles de las bibliotecas sin que nadie se dignase
a incluirlos en las bibliografías de los científicos planes de
estudio de las modernas facultades y centro de estudio. Y
mucho menos los autores contemporáneos. Ni Joly, con
su Arte de medrar, ni Malaparte con su Técnica del golpe
de estado, ni mucho menos Greene con sus 48 Leyes del
poder pasarán nunca de ser considerados literatura mejor,
puesta al mismo nivel que los libros de autoayuda en los
kioscos de los aeropuertos. Sólo Maquiavelo se salva del
olvido, y eso porque a día de hoy se resalta sobre todo su
perfil de teórico republicano. La ocultación de Maquiavelo
como teórico se debió a que se procuró centrar la atención
sobre su obra en el relativamente inocuo Príncipe, relegan-
do a los eruditos el estudio de su mucho más maquiavé-
lica obra, valga la expresión, que son los Discursos sobre
la primera década de Tito Livio. Por eso sorprende tanto
que reputados académicos de la política como Bueno de
Mesquita, con su genial Manual del dictador o Christopher
Hood, con este libro que aquí tratamos, pongan todo su
saber al servicio del arte de la política, intentando explicar
de forma rigurosa y plenamente académica cómo funcio-
na realmente y, sin demasiados eufemismos, cómo fun-
cionan realmente nuestros sistemas políticos y cuál es la
lógica de actuación de nuestros políticos. Antes que ellos,
Olson con su Lógica de la acción colectiva, Friedman con su
Tiranía del status quo o los autores de la elección pública lo
habían intentado, pero explicando los procesos políticos
de una forma tan mecánica y desprovista de maldad, y con
un lenguaje tan formal, haciendo uso de teoría de juegos y

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