Hiperconexión y vaporización de derechos

AutorEsteban Ruiz Martínez
CargoAbogado UBA – Magíster y Doctor en Derecho por la Universidad Austral, Argentina; miembro de APEP
I - Introducción

La red Internet, junto con innumerables dispositivos electrónicos de uso cotidiano, construyen un mundo de conexión de datos en tiempo real que permiten registrar y procesar todas nuestras actividades personales. Este caudal de información consiste en una actividad de tratamiento de datos personales, datos que gozan de protección legal con el rango de derecho humano.

En atención al avance de las nuevas tecnologías comunicacionales el desafío es cómo implementar este derecho humano, esto es, cómo proteger a los datos personales frente a una actividad que se desarrolla con una aparente infinitud de poder y que no desea ser reglamentada.

El título elegido para el presente trabajo se refiere a un aspecto negativo de la conectividad, o sea, a su abuso. En términos sociales la hiperconexión se entiende como "adicción a las redes sociales y la necesidad de estar permanentemente conectados". En términos neurológicos hiperconexión es definida como "excesiva conexión entre neuronas en un cerebro". En tal sentido, cabe entender hiperconexión como un exceso o práctica enfermiza.

En el presente trabajo se utiliza el término hiperconexión como aquella conducta informativa abusiva en la utilización de datos personales por parte de los distintos operadores a través de dispositivos y sistemas.

II - Nueva química electrónica y efecto vaporizador

En el mundo electrónico se dan dos características muy peculiares referidas al tratamiento de datos personales. Una de ellas es que pretende operar como un espejo, o sea, traslada la vida real de las personas a la dimensión virtual. Por ello, la primera característica a señalar es su capacidad para ser un "reflejo electrónico" de la vida real y concreta de las personas.

Otra característica es que, a diferencia del mundo real, en la dimensión electrónica todo es posible al tornarse imperceptible el límite de lo concreto (del espacio y el tiempo), pues se trata de datos, ceros y unos, a extrema velocidad ¿Y qué se puede hacer con ceros y unos si tenemos una computadora? Se puede hacer todo. Esta casi ausencia de límites se traduce en una casi atemporalidad, omnipresencia e infinitud del efecto informativo. Al adentrarse en este mundo virtual, la persona se convierte en ceros y unos; y, tomando vida electrónica propia se genera una persona virtual que ya no se regirá por el derecho común, en un efecto de vaporización de derechos por el surgimiento de su nueva naturaleza electrónica... Y, como si no fuera ello poco, dado que Internet convierte a la persona en datos no es desatinado concluir que los datos gobernarán a las personas. ¿Por qué? Sencillamente porque los datos en Internet poseen una potencialidad asombrosa: por un lado son el espejo de las personas, y en ciertos aspectos los definen y describen mejor de lo que ellas pueden por sí solas (¿acaso una persona puede describirse mejor de lo que la describe un espejo?); y además se propagan por el éter ubicuo del mundo electrónico y se presentan donde se los necesite; y finalmente se dejan analizar, combinar y permiten saber, vía deducción y estadística, mucho más de lo que originalmente revelaban sobre dichas personas y de la sociedad que conforman. Los datos estadísticos relativos a las conductas de las personas permiten predecir y/o diseñar las conductas de personas en similares circunstancias. Es aquí donde el mundo virtual se dirige hacia un cambio de paradigma: no serán ya los conceptos de valor, el bien, el mal, la justicia, los que determinarán el juicio decisorio sobre las personas y sus conductas, sino los datos estadísticos. La "ciencia de los datos" querrá definir y juzgar todo lo que transita en el mundo de los ceros y unos, y al estar las personas en ellos quedarán bajo su ámbito1. Y a muchos ya les basta con el mundo virtual para tomar una decisión, esto es, se evita el trabajo y mayor costo de consultar el mundo real.

Aristóteles se equivocó. La única verdad ya no es la realidad pues lo virtual existe y, además, no se somete a iguales reglas, a lo que se agrega su mágico efecto "vaporizador de derechos" con "hipnosis" como facultad conexa: nadie parece darse cuenta que sus derechos han sido vaporizados… quizás porque está en la nube.

III - Personas expuestas: el Dr Xavier y el diseño del terrario

La sociedad hiperconectada es un fenómeno que se produce por el relajamiento en los límites sociales y éticos y la aplicación de las leyes. Esta falta de límites, apoyada por gran parte de dirigencia, se presenta en el mundo de las comunicaciones como un desenfreno informativo o hiperconexión de datos personales, que terminan perforando nuestra intimidad y autodeterminación informativa, convirtiendo a las personas en un mero objeto de estudio.

Si bien el derecho a la protección de los datos personales está cada vez más vigente en las normativas de los países más desarrollados, están ausentes en su aplicación concreta, pues las normas no parecen estar bien enfocadas, o sea, no van al punto que deben regular. Esta deficiencia afecta tanto al derecho a la intimidad como a la autodeterminación informativa, estratégicos para nuestro desarrollo como personas en el mundo actual, legitimantes de los sistemas de gobierno.

Resulta aquí oportuno recordar la vieja película "El Hombre con Rayos X en los Ojos", del año 1963, en la cual el Dr. Xavier logra desarrollar unas gotas experimentales que le permiten ver más allá de la capacidad ordinaria de la vista humana, atravesando los objetos, lo que le otorgaba una serie de ventajas, algunas claramente inmorales. El final, permítanme contarlo, no es exitoso: el Dr. Xavier, moralmente abatido, se arranca los ojos al no poder controlar ni comprender aquello que veía. Hoy el final sería seguramente otro: evidentemente, al Dr. Xavier, por un lado, le faltó Big Data, y por el otro, le sobraba moral. Queda como cuestión a reflexionar: la sensibilidad moral de la sociedad de hoy, que no se arranca los ojos.

Asimismo, haciendo licencia de un paralelismo, las personas se encuentran al desnudo frente a las nuevas tecnologías, que son mucho más poderosas que las del Dr. Xavier. Nos siguen a todos lados y registran casi todas nuestras actividades. Tengamos presente que no hace falta que utilicemos los dispositivos (computadora o celular), pues los mismos están siempre atentos a lo que hacemos (los tenemos cerca pues los necesitamos), y, por ejemplo, el celular suele estar escuchándonos (muchas veces una charla personal se convierte en una oferta publicitaria, y no es coincidencia), y eventualmente, grabando todo lo que escucha, y quien sabe si la cámara también está activada.

Ahora bien, el problema radica en que todo este arsenal de dispositivos, que nos sigue y registra, no está debidamente controlado o ubicado en una postura respetuosa de los derechos humanos, sino que está activado para registrarlo todo (el dispositivo no piensa, actúa). Por ello, es fácil concluir que es muy posible que toda nuestra actividad personal esté registrada y eventualmente disponible para terceros. Este tercero puede ser el gobierno o quien esté dispuesto a pagar su precio. Claro que ello implica que una empresa prestadora de estos servicios sea infiel y despreocupada de...

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