Hans Joachim Hirsch (11 de abril de 1929-9 de septiembre de 2011)

AutorEnrique Gimbernat Ordeig
Páginas5-9

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Con el fallecimiento de Hans Joachim Hirsch, catedrático primero de la Universidad de Regensburg y, desde 1974 hasta su jubilación en 1994, de la de Colonia, desaparece el último penalista alemán –si prescindimos de Eberhard Struensee con una obra tan sugerente como, desgraciadamente, escasa– ortodoxamente perteneciente a la escuela de Welzel, con lo que, con su muerte, se extiende también –por ausencia de ulteriores representantes– el certificado de defunción del finalismo en su país de origen, no así en otras naciones –especialmente de habla española– donde la teoría final de la acción sigue contando con distinguidos partidarios, tanto entre los penalistas jóvenes como entre los de mayor edad.

El finalismo, en la medida en la que tiene por base la teoría final de la acción, es una doctrina equivocada, porque la tipicidad, que sólo puede concebirse como una primera desvaloración llevada cabo por el legislador, es imposible que pueda estar integrada sólo por conceptos ontológicos o cuasiontológicos como el de la acción y el de la causalidad, por mucho que –tal como hace la teoría final de la acción en su definitiva configuración– se integre al dolo y a la imprudencia en el tipo subjetivo, ya que seguirán existiendo acciones dolosas e imprudentes causantes del resultado típico cuya atipicidad sólo puede fundamentarse con un criterio normativo por excelencia, como lo es el de la imputación objetiva. Los intentos de Hirsch de tratar de solucionar los problemas a los que da respuesta la teoría de la imputación objetiva con otros criterios divergentes de los que utiliza aquella teoría, por una parte no son convincentes y, por otra, además de dar una respuesta mal fundamentada a algunos de aquellos problemas, dejan otros sin resolver.

En cambio, la teoría del delito elaborada por el finalismo –y a la que se puede llegar con argumentos que no tienen nada que ver con el concepto final de la acción– supone, en mi opinión, la culminación definitiva e insuperable de la sistemática iniciada por Beling y v. Liszt:

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los intentos posteriores de modificación de la teoría del delito introducen oscuridad donde se había llegado a la claridad y a la coherencia, y confirman la sentencia de Freud de que «no toda innovación significa un progreso».

Con Hirsch desaparece uno de los grandes de la brillante generación de penalistas alemanes que vivieron el nacionalsocialismo y/o la Segunda Guerra Mundial como niños o adolescentes y que, por consiguiente, tampoco tuvieron que aprender a convivir con la dictadura hitleriana, como tuvieron que hacerlo, con más o menos concesiones, sus maestros: la...

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