Hagamos un cambio: construcción industrializada de edificios en el siglo XXI. Realmente puedes realizar un cambio

AutorLuis Javier Cuenca López
CargoDr. en Derecho por la Univ. de Granada Máster Universitario en Seguridad Integral en la Edificación Arquitecto Técnico
Páginas177-188

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I Exposición de motivos

El Sector de la Construcción se encuentra bajo mínimos. El desempleo entre los trabajadores de este sector es pavoroso e insostenible por mucho tiempo. Los profesionales que ejercían dentro de este sector carecen de trabajo, en concreto los Arquitectos que tradicionalmente despreciaban muchos de los encargos de informes sobre diversos asuntos que se producen con respecto a la construcción, ahora se han replanteado el problema y, como medio de subsistencia, exigen a sus Colegios profesionales que impartan cursillos que les preparen para atender a estos informes diversos. A la vista de que, incluso ahora, en una época de crisis económica que tiene paralizado, casi absolutamente, al sector de la construcción en España, se siguen produciendo accidentes laborales, aunque evidentemente muchos menos, nos parece que plantearse el motivo por el que sucede esto es pertinente.

En España los Ayuntamientos que han basado su financiación en la obtención de las plusvalías producidas por el urbanismo y en el cobro de licencias municipales de obra, de construcción y de primera ocupación de los edificios, deben hasta de callarse. Hay que replantearse la financiación de la Administración Local porque de la forma que se ha regulado hasta ahora, no es sostenible y le cuesta un dinero que no tenemos los españoles.

Meditando sobre estos asuntos llegamos a la conclusión de que la construcción tradicional – quizás la más importante industria que, junto con el turismo, existe en España- que se viene realizando hasta ahora representa un sistema de trabajo muy peligroso. Los sistemas artesanales que se emplean en construcción, además de insatisfactorios en muchos sentidos, requieren que los trabajadores permanezcan mucho tiempo sometidos a los diversos riesgos derivados de los trabajos en altura, de trabajar en espacios con suelos irregulares, sobre los que, a la vez, se acopian diversos tipos de materiales, sobre ellos puede circular maquinaria pesada, por encima de ellos circulan importantes cargas colgadas que pueden desprenderse, hay productos químicos que pueden afectar a la piel, hay ambientes pulvígenos que son peligrosos para la salud, etc. Los plazos de ejecución de la construcción de un edificio normal pueden oscilar entre los 12 y los 24 meses y eso es mucho tiempo para estar expuesto a todos los peligros que se producen en una obra. Se trata de un sistema excesivamente costoso económica y socialmente, como para seguir manteniéndolo mucho más tiempo. La crisis que padecemos ha puesto de manifiesto todas las carencias del sistema.

Lo que, a continuación, expondremos es un cambio de paradigma en la construcción que pueda reducir a una mínima expresión los plazos y que permita controlar con mucha más eficacia los procesos de fabricación de los elementos, subsistemas y sistemas que, en definitiva conformen el edificio. Con seguridad, estas circunstancias, junto con la necesidad de emplear una mano de obra mucho mejor formada e informada, redundarían en beneficio de la disminución de la inseguridad integral en las obras, es decir, de que el sector de la construcción sea laboralmente seguro, económicamente equilibrado y jurídicamente bien regulado.

II Industrialización y economía

Dice el economista –Premio Príncipe de Asturias en 2004 y Premio Nobel en 2009-KRUGMAN1:

“La extraña combinación europea de unidad y desunión –el hecho de que la mayor parte de sus naciones hayan adoptado una moneda común sin haber creado antes la clase de unión política y económica que esa clase de moneda común exige- se ha convertido en una fuente gigantesca de debilidad y crisis renovada”.

No solo estamos de acuerdo con ello, sino que cuando leemos en LA TERCERA de ABC un editorial de CARRASCAL2que dice básicamente que:

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“Nos hallamos en los umbrales de una nueva era, en la que ni los actores, ni los problemas, ni las soluciones de la anterior sirven. De ahí las dificultades en superar la crisis.”

Creemos que, en Europa y en España, en concreto, es más bien éste el problema, porque de los políticos y economistas no nos fiamos en absoluto. Ya han demostrado su falta de eficacia predictiva en múltiples ocasiones, a pesar de su aureola de personas muy enteradas de lo que económicamente ocurre, que tienden a pronosticar soluciones en las que siempre se equivocan, como ya señalaba Julius Henry Marx, conocido mundialmente como GROUCHO MARX decía: “La política es el arte de buscar problemas, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Estoy seguro que el acertado criterio de Groucho Marx se acerca mucho a la realidad política, si no se puede decir que ha dado en el clavo.

Ante la situación actual del subsector de la edificación, que seguramente ha llegado a su mayor grado de agotamiento, apostamos decididamente por un cambio radical de paradigma, por ello es por lo que declaramos absolutamente obsoletos todos los sistemas tradicionales de construcción de edificios, especialmente aquellos que llamamos residenciales. Estos sistemas tradicionales son poco eficientes, ofrecen resultados de dudosa calidad para los estándares del siglo XXI, contaminan en exceso, son absolutamente inseguros para unos trabajadores que, en general, están muy escasamente especializados y formados; una vez trascurrido su periodo de vida útil, sus escombros son muy difícil y costosamente reciclables; requieren una manipulación y una eliminación costosa y complicada que nos lleva a que, en un altísimo porcentaje de las ocasiones, simplemente se prescinda de un tratamiento sostenible y, en consecuencia, las condiciones de vida en dichos edificios son precarias, a partir de unos pocos años de uso. La construcción tradicional, para ejecutarla bien, resulta carísima.

La calidad de lo que denominaremos producto edificatorio es muy deficiente, además de cara: el sistema de construcción tradicional “no se basa en evitar los errores, sino en encajarlos sin demasiados problemas, sustituyendo el concepto de tolerancia entre piezas por la imprecisión de un proceso basado en el relleno” 3.

En nuestro Refranero existe un refrán que nos dice que «Quien evita la ocasión evita el peligro». Pues hagámosle caso al refranero y evitemos la ocasión, con los que evitaremos una buena parte de los riesgos, peligros y disfunciones que caracterizan al sector de la construcción.

III ¿Cómo conseguimos eso?

En una primera aproximación, podemos conseguir que el tiempo de exposición de los trabajadores a las situaciones de peligro en la obra sea el mínimo necesario. Cuanto menos tiempo estén expuestos, menores serán las ocasiones en que puedan estar en peligro de accidentes laborales o expuestos a situaciones poco saludables. Aplicando el sentido común, tendremos un resultado favorable al conseguir minimizar el riesgo de someter a los trabajadores a situaciones de inseguridad o de peligro.

Si conseguimos fabricar la mayoría de los elementos de obra, los subsistemas y los sistemas de instalaciones en taller (fábrica), donde es mucho más fácil controlar la seguridad y la calidad de los procesos, dejando para montarlos «in situ» las últimas operaciones de construcción, es evidente que minimizamos, por la menor cantidad de tiempo empleado en la construcción, las situaciones de peligro. Para que esto pueda suceder, se necesita una importante labor investigadora para que la industria española se adapte de cara a la fabricación de cada una de las unidades de obra que después habrán de ser montadas in situ. Pero también es cierto que se necesitará realizar una labor de Normalización de elementos, sistemas y subsistemas que los hagan compatibles entre sí, sea cual sea la empresa que los haya fabricado. Ello traería, como consecuencia, disponer de catálogos de

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elementos, sistemas y subsistemas compatibles para que los técnicos proyectistas tuvieran donde elegir según el proyecto que estén redactando.

La idea de la industrialización no es nueva en absoluto, no hace aún un siglo que fue definida (en las primeras décadas del siglo XX4) en el polémico artículo de Le Corbusier “Hacia una Nueva Arquitectura”, donde se denunciaba el hecho de que, en aquel momento, la arquitectura no daba respuesta a las necesidades que demandaba la sociedad. El genial arquitecto, (que, por cierto, nunca se diplomó como tal, a pesar de ser uno de los más influyentes arquitectos del siglo XX) para solucionarlo, formuló, en 1928, la rotunda propuesta de lo que denominó «la machine à habiter» -también conocida hoy como «machine a vivre») que conllevaba el importante significado, que Corbusier quería resaltar como modelo para la nueva casa, el hecho de que todas sus piezas se producen de forma industrializada, con nuevos materiales y, finalmente, la máquina se construye como resultado de la perfecta macla de cada una de ellas. Para que se pudiera conseguir, Le Corbusier inventó un nuevo concepto: «la caja de elementos de construcción», que no era otra cosa que un catálogo de elementos, sistemas y subsistemas constructivos, disponibles en el mercado, que los proyectistas tuvieran a mano para elegir aquellos que necesitaran para la redacción de sus nuevos proyectos. Algo como eso es lo que volvemos a proponer ahora. Y somos conscientes de que la innovación, en general, es mal recibida siempre y que los innovadores suelen ser tenidos por dementes o iluminados.

Es necesario que las industrias auxiliares se suban de verdad al tren de la I+D+i, no solamente de manera nominal para recibir subvenciones, sino con el fin de que resuelvan los problemas que se presentarían respecto a las herramientas y medios de trabajo precisos para que el montaje de los distintos elementos sea rápido, eficaz y seguro; así como los problemas...

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