Hacia una definición inclusiva de inteligencia

AutorGustavo Díaz Matey
CargoLicenciado en ciencias políticas y sociología. Universidad Complutense de Madrid
Páginas59-84

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1. Introducción

Sobre un vocablo tan antiguo como «inteligencia» se debería esperar una definición concreta y clara pero, por desgracia, no es así (Laqueur, 1985). De modo que no existe consenso alguno acerca de lo que se entiende por di-Page 60cha expresión. La palabra «inteligencia» ha sido usada en numerosas ocasiones como un comodín apto para referirse a una amplia gama de situaciones, actividades y productos. No obstante, se han producido un gran número de tentativas por parte de las distintas comunidades de inteligencia occidentales (casi todas provenientes de la comunidad de inteligencia estadounidense) para dotar de una definición clara y concisa al término. Si bien éstas concluyen ofreciendo resultados deficientes en un sentido o en otro, pues todas las definiciones se acogen al bagaje profesional de quien las define.

Somos conscientes de que este trabajo no es sino una aproximación más, pretendiendo ser una pieza añadida al debate abierto que existe sobre lo que se entiende por inteligencia. Lo que sí pretende este trabajo es plantear la respuesta de las distintas preguntas que surgen a la hora de abordar un tema tan incipiente en España desde el rigor teórico1. De hecho el desarrollo de unas bases teóricas es importante para una mejor comprensión de lo que se entiende por inteligencia. Sin embargo paradójicamente, un debate sobre lo que entiende por inteligencia es importante para asentar esas bases teóricas. De hecho ciertos autores, como Michael Warner, afirman que para llegar a una teoría lo primero que se necesita es una definición (Warner, 2006). Por otro lado, paralelamente al intento de establecer la definición de unos conceptos clave, es necesario decidir si la construcción de las bases teóricas de los estudios de inteligencia en España se deben asentar sobre supuestos empíricos o normativos, es decir, sobre lo que es, o sobre lo que debería ser la inteligencia. Incluso existen autores que piensan que el desarrollo de los estudios de inteligencia no debe de descansar sobre bases teóricas, ya que como parte de las ciencias sociales se deben de evitar las teorías siempre que sea posible, pivotando en la investigación empírica, que establezca una serie de patrones, pero no teorías (Davies, 2006).

Las definiciones amplias del término inteligencia tienden a generar conflictos en lugar de consenso, y a intensificar tensiones burocráticas, más que reducir o resolverlas. Del mismo modo este tipo de definiciones «inclusivas» también puede crear oportunidades entre los empresarios para incluir susPage 61 «puntos de vista». Entender que la inteligencia es ante todo un fenómeno político-social nos ayudará a evitar que reinventemos la rueda. Del mismo modo, para buscar una definición extensiva de inteligencia, acorde con una visión amplia de la seguridad, será necesario movernos más allá de los límites de las relaciones internacionales, con el fin de incluir un mayor número de sectores de seguridad (Buzan, 1998). Si bien es verdad que tradicionalmente se ha dicho que la inteligencia es únicamente una actividad estatal, hoy en día, con el desarrollo de lo que se ha denominado la «gobernabilidad de la seguridad» (Johnston y Shearing, 2003), se ha puesto de manifiesto el crecimiento de las redes del Estado, y con él, el incremento de empresas privadas que dan cobertura y respuesta a un número creciente de situaciones, que demanda la seguridad actual. Esto tiene un gran número de implicaciones tanto para las funciones de los servicios de inteligencia y los presupuestos que estas agencias reciben, como para las nociones convencionales de control a este tipo de agencias (Gill, 2007). De hecho, éste será uno de los principales objetivos de este trabajo. Arrojar luz sobre si los actores no estatales realizan labores de inteligencia, o únicamente labores de información, cuestión muy controvertida a la hora de enfrentarse a una definición del término inteligencia y que alimenta el debate teórico que acompaña dicha definición. Esta cuestión ha sido insuficientemente estudiada y su falta de respuesta viene propiciada en gran medida por la falta de consenso en la definición del término y por la gran cantidad de connotaciones que tiene su respuesta, ya que supone un análisis profundo de lo que se entiende por inteligencia en el siglo XXI. Para ello, a la hora de abordar esta cuestión es necesario partir de una sólida revisión teórica de lo que se entiende por inteligencia, bajo las distintas aproximaciones metodológicas, en un sentido estricto, y cómo estas concepciones se articulan en el escenario internacional actual. Con la finalidad de, posteriormente, poder establecer una definición operacional del concepto en sí que permita dar respuesta a esta difícil cuestión.

2. H>istoria general del término

Al final del siglo XV, «inteligencia» era concebida como sinónimo de conocimiento de eventos o de noticias. De este modo, con la invención de la imprenta, la inteligencia quedó ligada a la palabra «noticias» (news). En unPage 62 sentido moderno, los distintos diccionarios especializados dan una definición muy pobre, siendo hasta el siglo XIX definida como la «facultad de entender».

Hoy en día, a la hora de pensar en la palabra «inteligencia», a casi todos los profanos les viene a la mente el término espionaje, y ello a pesar de que, por norma general, nunca se ha querido ligar la definición de «inteligencia» con dicha idea, por la sencilla razón de que no hay nada elegante en la palabra espionaje y en la mayoría de ocasiones tampoco hay nada legal. Debe quedar claro desde un principio que la inteligencia no está limitada al hecho de «espiar». Por tanto la inteligencia no puede ser únicamente considerada como el fruto del espionaje (Troy, 1992).

Ya en 1955, la Hoover Commission Task Force on Intelligence Act trató de dar una definición consensuada de «inteligencia», para acabar llegando a la conclusión de que cada agencia tenía la suya propia, y que todas ellas presentaban escasa concisión o claridad, por lo que se hacían necesarias posteriores aclaraciones. Durante los siguientes cuarenta años los intentos por dotar de una definición sistemática a la palabra «inteligencia» fueron constantes dentro de la comunidad estadounidense. Así William R. Corson asoció el término «información» con el de «inteligencia» (Corson, 1977); Walter Laqueur lo asoció con la historia (Laqueur, 1985), confiriéndole una perspectiva espacial propia. Pero fue Sherman Kent quien dotó a la inteligencia de su máxima expresión tal y como la conocemos hoy, asociándola con conocimiento. Este autor fue uno de los primeros teóricos en la materia con su libro Inteligencia estratégica (The concept of strategic Intelligence) (Kent, 1949), en el cual introducía este nuevo término en el léxico estadounidense. Sherman Kent se ha convertido en una de las referencias mundiales a la hora de abordar cualquier intento de definir la palabra inteligencia, siendo en resumidas cuentas un autor de referencia obligada. Para Kent, «inteligencia» es el «conocimiento sobre el cual nuestros más altos hombres tanto civiles como militares se deben basar con el fin de salvaguardar la salud y el bienestar de la nación». Una de las claves que plantea Kent es que la inteligencia es conocimiento para los políticos y militares, pero no un conocimiento cualquiera, sino el relacionado con la seguridad nacional (Agrell, 2002).

Pero la inteligencia no es sólo conocimiento. Si lo fuese no habría nada que lo distinguiese de una agencia de noticias (Horowitz, 1985). De hechoPage 63 el término información no logra cubrir todas las facetas del término. Como Kent apunta en su definición, podríamos afirmar que la inteligencia es el conocimiento de relevancia para la nación recolectado de forma especial. Por tanto, aquí encontramos una de las principales características de la palabra inteligencia: conocimiento de asuntos concernientes a la seguridad nacional de un país u organización. Es decir, la «inteligencia» debe ser información relevante de algún modo para los encargados de la toma de decisiones. Por lo tanto, bajo esta premisa, a partir de ahora, el término que usaremos en nuestro trabajo será el de servicios de inteligencia, ya que otros términos, como servicios de información o servicios de espionaje, son eufemismos para nombrar este tipo de organizaciones. Los servicios de inteligencia son algo más que meros servicios de información y no son únicamente servicios de espionaje. Son los encargados de convertir información (secreta o no) en inteligencia, diseminada a tiempo a los decisores políticos, para que sea relevante. Dicho esto podemos intuir que es únicamente el Estado quien realiza labores de inteligencia.

Sin embargo, no podemos perder de vista que a comienzos del siglo XXI son multitud los actores presentes en la sociedad internacional (en ocasiones no estatales, desde empresas multinacionales, agencias privadas, hasta incluso grupos terroristas). Por lo que hay que tener en cuenta que hoy en día existen multitud de agencias privadas que recolectan información concerniente a la seguridad nacional de un Estado, y que éstas procesan, analizan y diseminan esa información convirtiéndola en inteligencia y vendiéndola posteriormente. Del mismo modo, por ejemplo, ciertos...

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