Hacer ciudad-hacer democracia: las dos caras del movimiento ciudadano

AutorVicente Pérez Quintana
Cargo del AutorSociólogo, Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid
Páginas355-378
Intervención y participación

El rasgo definitorio y genuino del movimiento ciudadano es, en nuestra definición, la intervención1 en la ciudad o, si se prefiere y para ser más precisos, la intervención en los procesos de constitución, configuración y funcionamiento de la ciudad. En tanto que es tal, el movimiento ciudadano participa y contribuye de manera decisiva a hacer ciudad y a hacer democracia. Son el haz y el envés, como las dos caras indisolublemente unidas de la misma moneda.

En consonancia con lo anterior, la tesis fundamental que queremos defender y transmitir aquí es justamente que, para el movimiento ciudadano, la participación es y debe ser, de forma simultánea, un medio, un método y un fin ; entendiendo por participación el compromiso y la actuación de un gran número de ciudadanos y ciudadanas en la escena y la agenda de las políticas municipal y regional e, incluso, de las políticas nacional e internacional en la medida en que éstas tienen un claro reflejo sobre la ciudad y sobre las redes de ciudades. Page 355

Más adelante nos extenderemos en explicitar más ampliamente qué entendemos por participación ciudadana. Baste, por ahora, con fijar, siquiera de forma somera, las tres ideas claves que dan cuerpo a nuestra tesis. Para que no se nos acuse de hacer un discurso idílico y de autobombo, nos anticipamos a reconocer que la tesis incorpora un indudable halo voluntarista al proponer la participación como una especie de necesidad del movimiento ciudadano. Sin caer en ninguna suerte de metafísica, es cierto que la proposición subraya el «deber ser», frente al «ser». En el día a día encontramos múltiples expresiones -en forma de prácticas y realidades organizativas más o menos formalizadas- que se reclaman del movimiento ciudadano y que, en general, se las reconoce como tales y que, sin embargo, sostienen de manera manifiesta y/o latente una concepción de la participación más o menos alejada y hasta ajena a la que estamos formulando. Lo que sigue, por tanto, es nuestro compromiso (y nuestra lectura) respecto de lo que es y debe ser el movimiento ciudadano y que se plasma en una dilatada historia de experiencias y discursos.

La participación, en efecto, es un medio en tanto que es el instrumento privilegiado de la intervención en los procesos urbanos esenciales. Como veremos, la estrategia articuladora del movimiento, basada en la dialéctica «presión-negociación», sería impracticable con una herramienta distinta de la participación y la implicación activas de mucha, mucha gente, del más amplio número posible de afectados y afectadas, por expresarlo en la jerga del movimiento. Que la participación -entendida siempre en la acepción arriba acotada- es también un método significa un extrañamiento radical respecto del mayoritario discurso elitista acerca de la política, que la comprime a una cuestión reservada a las minorías supuestamente entendidas, sean las que viven de ella, sean las que viven para ella, por recordar la conocida y reduccionista dualidad weberiana. Bien al contrario, para el movimiento ciudadano, el esfuerzo por involucrar al máximo posible de personas en torno a los asuntos que en cada momento están sobre el tapete es una constante. En tal sentido, la participación se erige como una especie de condición de posibilidad del movimiento mismo, de forma que si aquélla no existe -al menos como reto o como aspiración-, entonces éste es una entelequia. No en vano el llamado asambleismo es uno de los rasgos característicos de las asociaciones de vecinos y vecinas. Ante un determinado problema en un barrio, la primera iniciativa de la asociación de vecinos y vecinas, como si fuera un acto reflejo, consiste en convocar la pertinente asamblea de afectados y afectadas. Por último, la participación Page 356 es un fin toda vez que, desde sus orígenes, el movimiento ciudadano gira sobre el objetivo del ensanchamiento y la ampliación de la democracia. Así, en un pasado no tan remoto, en las décadas de los 60 y los 70 de la anterior centuria, junto con los movimientos sindical y estudiantil, el movimiento ciudadano fue un ariete contra la dictadura franquista; hoy y en el futuro, el movimiento apuesta por la conquista de nuevos derechos individuales y colectivos, por la realización de nuevos espacios de libertad, autogestión y autogobierno.

Intervención sobre los procesos urbanos esenciales

La ciudad puede ser definida operativamente como una estructura dinámica, esto es, como un conjunto de componentes relacionados en constante cambio. Ello nos permite identificar los procesos urbanos esenciales sobre los que se articula y gira este tipo particular de asentamiento poblacional que llamamos ciudad. Vista desde la historia de las luchas que ha protagonizado el movimiento ciudadano, con las AA.VV al frente, cabe destacar cinco procesos sobre los que aquél ha incidido con mayor énfasis, tanto que decir movimiento ciudadano es decir lucha por la vivienda, por el transporte, por los equipamientos colectivos de barrio... En términos muy resumidos y esquemáticos, los citados procesos son los que siguen:

· La reproducción, que comprende la materialización de numerosos conflictos en torno a los ámbitos de la vivienda y de la red básica de equipamientos y dotaciones colectivas preferentemente de titularidad pública. Ambos delimitan respectivamente, por así decirlo, el espacio residencial en sentido estricto y el espacio residencial en sentido lato. Pues bien, la llamada sociedad capitalista no ha resuelto en modo alguno la cuestión de la residencia de los segmentos poblacionales de bajos y medianos ingresos, sino que la misma una y otra vez, con una constancia tozuda, surge en forma de espacios degradados, déficit cuantitativos, deficiencias de calidad, carestía extrema en comparación con la capacidad adquisitiva de buena parte de la población...

· La producción de bienes y servicios, que delimita el campo de la actividad económica y el empleo. Más allá de los conflictos de origen estrictamente sindical, este proceso aparece erizado, para el Page 357 movimiento ciudadano, de zonas de rozamiento, desde la protesta contra el desempleo y su especial incidencia en determinados barrios y colectivos sociales hasta el malestar generado por la convivencia sobre un mismo espacio de usos urbanos más o menos incompatibles entre sí, pasando por la oposición vecinal a, p. e., la instalación junto a las áreas residenciales de infraestructuras peligrosas, molestas o que atentan contra la salud. Valga recordar aquí, como reconocimiento a su tesón, la protesta vecinal contra la ampliación del aeropuerto de Barajas y a favor de la prohibición de los vuelos nocturnos sobre los ámbitos densamente poblados.

· El intercambio entre los diferentes componentes y procesos de la estructura urbana, que se concreta en las comunicaciones y los desplazamientos de todo tipo de bienes, personas, mensajes... El transporte colectivo es una fuente constante de malestar soterrado, cuando no de manifiestas reivindicaciones ciudadanas, motivadas por los déficit de medios, la mala calidad de los mismos, la carestía o las subidas abusivas de las tarifas. De otro lado, las infraestructuras de los transportes chocan una y otra vez con las gentes en tanto que configuran uno de los componentes más agresivos y contrarios al modelo de lo que sería una ciudad amable y reconciliada con sus habitantes. En definitiva, la gran ciudad tal como la conocemos se ordena -debido a su gigantismo, a la rígida segregación de usos del suelo, a la distribución territorialmente desequilibrada de las actividades y las viviendas, a la polarización de las residencias según el estatus social de los residentes...- sobre un modelo de movilidad congestivo y disfuncional.

· La educación y la cultura, esto es, el muy ancho sistema de aparatos de transmisión y producción de conocimientos, valores, normas, pautas de comportamiento... sin olvidar el entretenimiento. En el recorrido por la trayectoria histórica del movimiento ciudadano encontramos de forma recurrente las luchas por más y mejores plazas escolares, especialmente en los niveles que van de la educación infantil al bachillerato, ambos inclusive, por la apertura de bibliotecas, contra la degradación de la escuela pública, frente al azote del fracaso escolar en determinados barrios y grupos sociales... También la trayectoria está ja-Page 358lonada de luchas por la provisión de equipamientos culturales e instalaciones deportivas. La promoción de las fiestas populares de barrio fue, en su momento, una de las actividades privilegiadas de las AA. VV., en tanto que aquéllas constituyen una ocasión inmejorable para fomentar la autoorganización, el encuentro de la gente... en definitiva, la movilización de los vecinos y vecinas en torno a los más nobles y trascendentes deseos y expectativas. El movimiento ciudadano, en realidad, siempre se ha reclamado de una tradición racionalista e ilustrada, en el convencimiento de que el saber es una condición necesaria de la emancipación respecto de las lacras de la alienación y la explotación.

· El medio ambiente, que no es un mero «entorno», entendido éste como si se tratara de un simple envoltorio dentro del cual la sociedad se despliega, pero que el mismo es más o menos contingente. La degradación física del medio natural corre pareja a la relegación en el discurso positivista. Es así que el medio, con frecuencia, aparece apenas como algo más que un receptáculo del que se extraen recursos -haciendo caso omiso del hecho de si son renovables o no renovables- y, a la vez, un...

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