Rafael Gutiérrez Girardot y la reflexión sobre la violencia

AutorRodrigo Zuleta
Páginas154-158

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Sin duda, se podría rastrear a lo largo de la obra ensayística de Rafael Gutiérrez Girardot apreciaciones que apunten a una reflexión general sobre la violencia, haciendo en algunas ocasiones énfasis en el caso colombiano pero sin limitarse a éste. La lectura que hace Gutiérrez Girardot de Sarmiento y la forma como elaboró la dicotomía de civilización y barbarie planteada en el Facundo sería, entre otros, uno de los múltiples caminos posibles en ese esfuerzo.

Sin embargo, voy a intentar otro camino -menos de lector y más de antiguo discípulo de Gutiérrez Girardot- con la esperanza de poder aproximarme a algo que él acaso pensó escribir y no escribió nunca o que, tal vez, quiso que escribieran otros a partir de sus suscitaciones. El punto de partida de esas reflexiones será un proyecto de tesis doctoral -sugerido por él y que al final se quedó en una tesis de magíster- titulado «La violencia en La vorágine: primera manifestación de un problema político social».

En la óptica de Gutiérrez, sin embargo, el tema no se agotaba en modo alguno en La vorágine, que era ante todo una especie de pretexto para abordar una serie de problemas que desbordan no sólo el conxtexto colombiano sino incluso el hispanoamericano.

Cuando en Colombia se habla de «la violencia» suele pensarse específicamente en el período que empieza el 9 de abril de 1948, con el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán- y que se suele dar por terminado a más tardar en 1958, con el comienzo del régimen del llamado Frente Nacional. Para Gutiérrez, sin embargo, la violencia no había empezado con el asesinato de Gaitán -y la revuelta popular motivada por éste y conocida como «El Bogotazo»- ni terminaba con el comienzo de acuerdo de paz entre liberales y conservadores que había dado comienzo al Frente Nacional.

Ya la idea de abordar la violencia a partir de La vorágine -novela publica en 1924- desbordaba el marco cronológico en que se suele tratar al tema y obligaba a enlazar la violencia liberal-conservadora de los años cincuenta con otras violencias. Gutiérrez veía en La vorágine ecos de la llamada Guerra de los Mil Días -la más sangrienta de las guerras civiles del siglo XIX en Colombia- y un diagnóstico de una serie de gérmenes sociales que ya preveían de algún modo los enfrentamientos de los años cincuenta.

Mi primera aproximación al tema fue pensar un poco en el contexto histórico en que se había producido La vorágine -es decir, en la Colombia de los años veinte en la que había habido un impulso modernizador gracias al ingreso de la indemnización pagada por la independencia de Panamá- y plantearme la necesidad de buscar bibliografía sobre los caucheros y la explotación del caucho, que están en el centro de los conflictos sociales planteados en La vorágine.

Cuando le comenté a Gutiérrez Girardot la idea de buscar bibliografía sobre los caucheros, recibí una respuesta que me sorprendió bastante. «No te quemes las pestañas ni las manos buscando bibliografía sobre los caucheros», me escribió en una carta que lamentablemente he perdido y en la que además me recomendaba que, en lugar de preocuparme por los caucheros, leyera a René Girard -La violencia y lo sagrado- y buscase, de momento, interpretaciones no sociológicas al tema de la violencia.

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Varios meses después, ya en Bonn, Gutiérrez Girardot me expresaría esa idea de manera más radical sugiriendo que tratara de plantearme la violencia como «un problema ontológico». Esa sugerencia resultaba sin duda sorprendente viniendo de alguien que se ha ocupado de las relaciones entre sociología y literatura como otros pocos en Latinoamérica pero lo era menos si se pensaba que venía de alguien que había sido discípulo de Heiddegger y que era un fervoroso lector de Ernst Jünger.

En términos más o menos heideggerianos la idea de Gutiérrez Girardot podía inter-pretarse diciendo que, antes de ocuparse de las formas concretas de aparición de la violencia en Colombia, había que recuperar la pregunta por el ser de la violencia. La manera como había que abordar la pregunta en los planes de Gutiérrez, sin embargo, no era a través de la especulación pura -como probablemente lo hubiera hecho Heidegger- sino...

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