Rafael Gutiérrez Girardot. Un investigador en el exilio

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Este libro le pertenece a los menos. Tal vez aún no viva ninguno de ellos. ¿Podrían ser aquellos, que entiendan a mi Zaratustra? ¿Cómo me permitirían mezclarme con aquellos que ya hoy en día son oídos? -Sólo el pasado mañana me pertenece. Algunos nacen de manera póstuma.

Las condiciones bajo las cuales deberán comprenderme y que después usarán para comprender por necesidad [...] las conozco demasiado bien. Hay que ser honesto hasta la dureza con las cosas espirituales para así poder sostener mi seriedad, mi pasión. Hay que estar entrenado para vivir sobre las montañas para ver por debajo de sí los míseros chismes acerca de la política y del egoísmo de los pueblos. Hay que haberse vuelto indiferente y nunca hay que preguntar si la verdad es útil, o si se convierte en una fatalidad para alguien [...] Una predilección por la fuerza para hacer preguntas, las cuales nadie tiene el valor de plantear; el valor de lo prohibido, la predestinación hacia el laberinto. Una experiencia de siete soledades. Oídos nuevos para músicas nuevas. Ojos nuevos para lo más distante. Una nueva conciencia para verdades hasta ahora mudas y la voluntad de economía de gran estilo, que prevalezcan su fuerza y su entusiasmo juntos [...] El respeto por sí mismo; el amor hacia sí mismo; la libertad sin condiciones frente a sí mismo.

¡Pues bien! Solamente éstos son mis lectores, mis lectores propios, mis lectores predestinados: ¿Qué importancia tiene el resto? -El resto es apenas la humanidad. -Se debe ser superior a la humanidad por fuerza, por altura del alma -por desprecio [...].

[Friedrich Nietzsche, El anticristo, el anticristiano, Panamericana Editorial, Bogotá, 1997, pp. 1-2.]

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Ley contra el cristianismo [...] Guerra a muerte contra el vicio: el vicio es el cristianismo.

La historia sagrada deberá ser denominada con el nombre que ella merece, historia maldita; las palabras Dios, salvador, redentor, santo se emplearán como insultos, como un distintivo para delincuentes.

[Ibídem, pp. 150-151.]

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[...] La nota tiene pocas o ninguna pretensión. Quería yo que con ella, los muchos que no saben que América existe como problema, acudieran a sus libros en busca de orientación y consejo. Hubiera querido hacer algo más completo, más detallado, más redondo, pero no me fue posible. Porque precisamente yo fui uno de esos que no saben que existe América. Sólo cuando llegué a España me di cuenta de la cuestión, y fue entonces cuando «descubrí» un buen número de autores que ya desde hace muchísimo tiempo se habían ocupado del asunto. Es terrible. Porque yo en Colombia no me ocupaba ni siquiera de comprar libros hispanoamericanos sobre cuestiones nuestras, pues ni miraba los libros. Esta sería una muestra de nuestra incomunicación. Y como ésta hay miles y miles. Cuando hablo con Mejía Sánchez, es cuando puedo apreciar la labor que desarrolla el Colegio de México en este sentido. Cuánto lamento no haber escogido como objetivo de mi viaje a México. Pero en España me atraía Xavier Zubiri. De todos modos tengo pensado viajar a México en cuanto termine mi trabajo aquí. Debo hacer mi tesis doctoral de Derecho y de Filosofía, o sea que estaré acá unos cuatro años.

[Alfonso Reyes y los intelectuales colombianos: diálogo epistolar, Adolfo Caicedo Palacios, recopilación, introducción y aclaraciones textuales, Siglo del Hombre Editores y Universidad de los Andes, pp. 289-290, Bogotá, 2009.]

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Encontramos múltiples semejanzas entre el sentir espiritual y permanente de Nietzsche y la función intelectual de Rafael Gutiérrez Girardot, como pensador e investigador crítico, creativo y siempre en situación y condición de exilio. Destacamos sólo algunos fragmentos que pueden ayudar a comprender el sentido profundo de su actitud crítica, casi desabrida, con respecto a las tradiciones y culturas hispanas. Pero, a su vez, enciende una luz que muestra el camino de cómo habría de ser nuestra formación intelectual y un estilo investigativo más adecuado, capaz de aportar invenciones, símbolos y formas a otras culturas en igualdad de condiciones y valores. Nos muestra así un carácter exigente, creativo, independiente y comprometido con el conocimiento y análisis serio de la realidad humanística y social.

Advertimos en él, como en Nietzsche, la afirmación reiterada de la singularidad y la fuerza de su dignidad personal frente a toda estructura de poder, de calificación ideológica, o de sometimiento a unos determinados valores o representaciones míticas y corporativas.

Podemos percibir, en el primer texto, algunos de estos temas, que nos conducen muy sinceramente por la vía de la propia decisión y creencias. El texto de Nietzsche nos desafía y convoca al atrevimiento de sentir y pensar, desde el primer momento, cuando en su prólogo se refiere a la doctrina que formula en su libro El anticristo, que dice: «Este libro le pertenece a los menos». Y nos remite a otros párrafos de la misma obra, para descubrir su sentido. Entendemos que se refiere a los hombres superiores como destinatarios de su mensaje y pensamiento.

Y así nos dice igualmente en el número 54 de su texto: «No...

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