Guizot y la legitimidad del poder

AutorRamón Punset
Páginas455-463

Texto de la "Introducción" a la versión en lengua española de la obra de François Guizot Historia de los orígenes del gobierno representativo en Europa, KRK Ediciones, Oviedo (España), 2009. Únicamente he añadido una nueva referencia bibliográfica en la nota 7.

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La primera vez que hojeé este libro, en su versión original de 1851, quedé atraído por su estilo literario, y ello fue lo que, ante todo, me llamó la atención. Soy consciente de que el encanto resulta en buena parte debido a Page 456 esa maravilla del espíritu humano que es la lengua francesa, un prodigio de claridad, rigor y gracia, pero no es menos cierto que Guizot ejerce en ella con admirable maestría su trabajo de historiador y filósofo de la política. Es lástima, pues, que la presente obra no se haya vuelto a reeditar en el idioma de su autor.

Lo que, en segundo lugar, me impresionó de esta Historia fue la apelación de Guizot a una fórmula pascaliana como clave de su tesis acerca del gobierno representativo. Dice Pascal en sus Pensamientos: "La multitud que no se reduce a unidad es confusión; la unidad que no depende de la multitud es tiranía". Para Guizot, es ésta "la expresión más bella y la definición más precisa del gobierno representativo", cuyo fin consiste en "impedir a la vez la tiranía y la confusión". La frase de Pascal, no obstante, se refiere al equilibrio de potestades que en la Iglesia debe darse entre el Papa y el concilio, cuestión de relevancia tanto histórica como actual.

Por otra parte, y he aquí otro motivo de interés de esta obra, para el lector culto de hoy Guizot es casi un desconocido1. Incluso los especialistas en historia del pensamiento político le tienen en un desdeñoso olvido, tal vez porque la figura de Alexis de Tocqueville ensombrece a todas las otras como encarnación de la teoría liberal del siglo XIX francés. En todo caso, sólo los que han consagrado sus esfuerzos al estudio de la Restauración (1814-1830) y de la llamada Monarquía de Julio (1830-1848) le rinden, desde hace pocas décadas, el reconocimiento que merece. Un reconocimiento que los historiadores tout court, tanto los contemporáneos como los posteriores a Guizot, no tuvieron más remedio que dispensarle, porque su contribución historiográfica fue inmensa, fruto de una capacidad de trabajo descomunal ejercitada a lo largo de una dilatada existencia.

La Historia de los orígenes del gobierno representativo en Europa, nunca publicada en nuestra lengua, se tradujo al inglés en 1861, mas únicamente en 2002 vio la luz, en Estados Unidos, una nueva edición2. La introducción del editor norteamericano, tras destacar los méritos de la obra, concluye diciendo que su nueva aparición, casi un siglo y medio después de la primera, ha de verse como un acto de justicia destinado a rescatar del olvido las páginas de un gran liberal y de un gran estadista, que sigue siendo una de las últimas grandes "selvas vírgenes" del pensamiento político moderno3. Page 457

Este François Guizot, cuyo nombre apenas traspasa en nuestros días el estrecho círculo de los estudiosos, nació en Nimes en 1787 y murió en Val-de- Richer (Calvados, Baja Normandía) en 1874. Su padre, un abogado de religión protestante que militó con los girondinos y participó en la insurrección federalista contra los montañeses dirigida por la alta burguesía de negocios, fue guillotinado en 1794. La familia se trasladó entonces a Ginebra, donde Guizot se educó en un ambiente a la vez liberal y calvinista. En 1805 inicia en París sus estudios de Derecho y dos años después comienza su intensa actividad intelectual, científica y periodística. En 1812 es nombrado titular de la cátedra de Historia Moderna en la Facultad de Letras de La Sorbona. A partir de 1814 empieza una carrera política que, salvo el período ultra 1820-1828, no concluirá hasta la Revolución de 1848. Fue Secretario General de los Ministerios del Interior y de Justicia, Consejero de Estado, Director General de Administración departamental y municipal, brillantísimo orador parlamentario entre 1830 y 1848, Ministro del Interior, Ministro de Instrucción Pública, embajador en Londres, Ministro de Asuntos Extranjeros y Presidente del Consejo de Ministros. Una vez alejado del poder, se dedicó a su ingente tarea de historiador, a su importante labor organizativa y de reflexión teológica dentro del protestantismo francés y a participar activamente en la vida corporativa de la Academia francesa (en la que había ingresado en 1836, ocupando el sillón de Destutt de Tracy) y de la Academia de Ciencias Morales y Políticas4.

Guizot forma parte --y es, a la vez, seguramente su principal representante-- del denominado liberalismo doctrinario, un grupo de intelectuales y políticos nacido a la vida pública fundamentalmente con la Restauración y deseoso de concluir la Revolución de 1789 sin volver al Antiguo Régimen. Integraban ese grupo Royer-Collard, Barante, el duque de Broglie, Jordan, Cousin...Y más tarde Rémusat, Demiron, Jouffroy, Rossi... La generación intelectual de la Restauración es, naturalmente, más amplia, pero toda ella está impregnada de cientificismo político en su búsqueda apasionada de la estabilidad política y social. Se trataba, escribe Rosanvallon, que la ha estudiado profundamente, de "hacer salir a la política del terreno de las pasiones para hacerla entrar en la edad de la razón". Había que sustituir la aleatoriedad de la voluntad por la regularidad de un orden científico. De ahí la crítica generalizada del dogma de la soberanía del pueblo, acusado de haber propiciado los excesos revolucionarios; de ahí también la pretensión de encontrar el camino hacia un gobierno "racional" y una política "científica". Esta idea se halla tanto en Benjamin Constant como en Guizot y Auguste Comte. Todos desean terminar la Revolución, construir un gobierno representativo estable e instituir un régimen de libertades basado en la razón5.

El antivoluntarismo significa que no es el Estado, como legislador y organizador omnipotente, quien construye la sociedad, sino quien la representa en tanto que la refleja de modo superior. A su vez, la soberanía ha de descansar no en el pueblo ni en el derecho divino de persona alguna, sino en la razón, en la justicia y en el derecho. Ahora bien, la razón doctrinaria es una razón trascendente, a la que los individuos nunca pueden acceder plenamente. Page 458 Sólo a los más capaces de descubrirla y de hacerla...

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