Los delincuentes juveniles de gran intensidad ¿categoría criminológica necesaria o concepto estigmatizante?

AutorMiguel Ángel Cano Paños
CargoInvestigador Ramón y Cajal Universidad de Granada
Páginas163-219

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1. Introducción en la problemática

En líneas generales, la delincuencia juvenil se caracteriza por ser un fenómeno ubicuo, normal y episódico, denotando la inmensa mayoría de las infracciones cometidas por menores de edad un carácter de bagatela (Cano Paños 2006: 32). Por tanto, puede decirse que, en la mayoría de los casos, la delincuencia juvenil se muestra como una conducta puntual vinculada al desarrollo individual del sujeto que se origina en el contexto de situaciones asociadas a la edad, perdiendo su atractivo una vez alcanzada la etapa adulta. De este modo, una gran proporción de los menores y jóvenes que año tras año son registrados por las instancias policiales –sin contabilizar así los delitos encuadrables dentro de la denominada «cifra negra»– no suele cometer más de dos/tres infracciones a lo largo de su adolescencia, desapareciendo de las estadísticas policiales y no volviendo por tanto a tener contacto con la justicia (Löhr 1997: 284). Con el tiempo, los autores de estos delitos suelen cesar en su actividad delictiva, sin que en muchos casos ni siquiera tenga lugar una respuesta formal por parte de la policía o de las instancias judiciales (remisión espontánea).

En el polo opuesto, distintas investigaciones criminológicas llevadas a cabo en varios países han demostrado que junto a esta criminalidad juvenil como fenómeno omnipresente a la vez que esporádico se encuentra un pequeño sector de menores y jóvenes que se caracteriza por la frecuente comisión de una cantidad importante de delitos (algunos de gravedad) durante un periodo más o menos dilatado de tiempo. Para este grupo de menores y jóvenes se ha creado el concepto de

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delincuentes múltiples

o «de gran intensidad», lo que en la Criminología norteamericana se suele definir como «chronics», «high-risk offenders» o «persistent offenders» (Boers 2008: 346).

Este tipo de delincuencia no presenta ciertamente un carácter normal, ubicuo y episódico, no pudiendo tampoco encuadrarse las acciones delictivas dentro de la llamada criminalidad de bagatela. No obstante, también aquí muchas de las infracciones cometidas no son conocidas y consiguientemente registradas por las instancias policiales, sino que una gran proporción de las mismas permanece dentro de la llamada cifra negra. Al mismo tiempo, tampoco puede decirse que con respecto a todos estos individuos exista una predisposición inalterable a desarrollar una carrera criminal a lo largo de la fase adulta.

El porcentaje que más o menos abarca este concreto sector de delincuentes juveniles y la frecuencia con la que realiza actividades delictivas se pudo mostrar por vez primera a la comunidad científica a través del estudio longitudinal de cohortes llevado a cabo a finales de la década de 1960 en la ciudad norteamericana de Filadelfia. Desde una vertiente retrospectiva, en dicho estudio se analizaron y evaluaron las actividades delictivas en las que eventualmente se vio implicada una cohorte de nacimiento compuesta por un total de 9.945 menores y jóvenes de sexo masculino nacidos en Filadelfia en el año 1945, los cuales habían residido en dicha ciudad por lo menos entre los diez y los dieciocho años (Wolfgang/Figlio/Sellin 1972: 27). La base de la investigación estaba compuesta por las estadísticas escolares, los datos contenidos en el registro de penados menores de edad, las sentencias condenatorias, así como ulteriores datos referidos a la historia vital de los sujetos analizados. Pues bien, de los 9.945 menores y jóvenes objeto de estudio pudo identificarse a un pequeño grupo compuesto por un 6,3 por 100 de sujetos, el cual mostraba una media de cinco o más registros policiales, siendo responsable de más de la mitad (52 por 100) de todos los delitos consignados. Ese sector de menores y jóvenes fue definido por los autores del estudio como «chronic offenders» (Wolfgang/Figlio/Sellin 1972: 88 y ss.).

En sus aspectos fundamentales, los resultados alcanzados en el estudio de Filadelfia han podido ser confirmados posteriormente en distintas investigaciones realizadas en varios países. Así, fruto del análisis realizado a mediados de la década de 1990 por la Oficina de Investigación Criminal del Land de Baviera se pudo determinar la existencia de un «núcleo duro» compuesto por un 10 por 100 de jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y los 25 años, al cual se le atribuían alrededor del 50 por 100 de las infracciones delictivas regis-tradas con respecto al conjunto de individuos pertenecientes a esa

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misma franja de edad (Elsner/Steffen/Stern 1998: 122). Por su parte, Moffit et al. constataron en su investigación longitudinal llevada a cabo en la localidad neozelandesa de Dunedin que el 8 por 100 de los jóvenes delincuentes analizados era responsable de la mitad de los delitos cometidos por el conjunto de individuos que componían la muestra (Moffit/Caspi/Rutter/Silva 2001). También en el estudio llevado a cabo en el año 2007 por Boers y Walburg se señalaba que a partir de una incidencia de cinco o más delitos de carácter violento cometidos por menores pertenecientes a la 9.ª clase del sistema educativo alemán (14-15 años) y residentes en la localidad alemana de Münster, un 88 por 100 de todos los delitos violentos informados y un 39 por 100 del conjunto de infracciones delictivas registradas se atribuían a un pequeño grupo de «delincuentes de gran intensidad», al cual pertenecían un 8,2 por 100 de menores de sexo masculino y un 2,5 por 100 de sexo femenino (Boers/Walburg 2007: 88). Partiendo por tanto de estos resultados empíricos que han podido ser plenamente contrastados, puede entonces en principio diferenciarse entre un numeroso grupo de menores y jóvenes que puntualmente y de manera episódica llevan a cabo infracciones delictivas por un lado, y un pequeño sector de sujetos de la misma franja de edad que durante un dilatado espacio temporal permanece en los registros policiales, por otro (Pollich 2010: 5; Walter 2001: 236-237). En este último caso se trata por tanto de sujetos que de una manera muy acusada están en principio expuestos al peligro de consolidar su actividad criminal más allá incluso de la etapa de la adolescencia. Además, no puede ignorarse el hecho de que particularmente ese sector de delincuentes juveniles que muestra una incesante actividad delictiva supone una pesada carga tanto para la convivencia social en general como para el sistema de justicia juvenil en particular.

En el concreto caso de Alemania, los menores y jóvenes delincuentes «de gran intensidad» han venido siendo un tema recurrente en las últimas fechas; y ello no sólo en el ámbito de la Criminología, sino también y de manera muy especial en los medios de comunicación y, consecuentemente, en un contexto político-criminal. El debate público en torno a la forma de combatir la delincuencia cometida por este concreto sector de menores de edad –muchos de ellos con un trasfondo migratorio– se ha avivado considerablemente en las últimas fechas como consecuencia de varios hechos aislados, a la vez que espectaculares.

Así, en primer lugar resulta necesario destacar la historia de Muhlis Ari, un joven de origen turco pero nacido en Alemania que en virtud de la Ley de protección de datos germana fue en su día bauti-

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zado con el pseudónimo de «Mehmet» por parte de las instancias policiales. Ya durante su infancia, este individuo fue objeto de numerosas detenciones por parte de la policía de Munich como consecuencia de la comisión de más de 60 delitos, destacando los delitos de hurto, los robos con violencia, los robos con fractura y las lesiones. Cuando en el año 1998 cumplió los 14 años y con ello podía ser sometido al Derecho Penal de menores, la justicia de Baviera pretendió –y consiguió– su expulsión del territorio alemán y su consiguiente deportación a Turquía, país del que procedía su familia y del que Mehmet seguía teniendo la nacionalidad. Este caso dio lugar a una encendida polé-mica en el seno de la sociedad alemana (Huck 2009: 19; Puschke 2007: 70). Así, mientras que un sector consideraba como una falta de responsabilidad la decisión de expulsar de Alemania a un sujeto que había nacido y crecido en este país, otro sector aplaudió la decisión del Ministerio del Interior de Baviera, aduciendo que por fin el Estado se había decidido a actuar con rotundidad ante este delincuente de gran intensidad que había mostrado reiteradamente su inmunidad ante cualquier actuación, ya fuera ésta de signo preventivo-resocializador, ya fuera de carácter represivo.1

En segundo lugar hay que hacer referencia al caso de Nidal R., alias «Mahmoud». Este joven palestino procedente del Líbano saltó a la fama en el año 2002 cuando apenas tenía 20 años de edad.

Mahmoud, nacido en mayo del año 1982, llegó con ocho años a Berlín junto a su familia. Con anterioridad, sus padres ya habían sido expulsados de Alemania en dos ocasiones al serles denegada la condición de refugiados de guerra que habían alegado. Finalmente, la familia al completo –compuesta por ambos progenitores y un total de nueve hijos– consiguió permanecer en territorio germano en una situación de semi-ilegalidad, habitando en el barrio berlinés de Neukölln y dependiendo de la ayuda social.

El primer delito registrado por la policía berlinesa en el cual se vio implicado Mahmoud (delito de lesiones a otro menor) data...

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