El gran capital humano o social actual

AutorMercedes Ortiz García
Cargo del AutorUniversidad de Alicante
Páginas274-280

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Con la expresión capital humano quiero hacer referencia tanto a la gran formación de nuestros ciudadanos como al gran desarrollo de la ciencia y la tecnología, que obviamente constituyen dos caras de la misma moneda. Asimismo, cabe señalar que la tecnología cada vez es más avanzada y menos costosa en términos monetarios, lo que la hace generalizable. Estas circunstancias no son menores, pues en gran medida modulan la organización de nuestras sociedades, y no solo pienso en equipamiento de confort, sino en organización económica y, por ende, jurídica. Por ejemplo, el propio surgimiento de los servicios de interés general en algunos sectores estratégicos -energía, telecomunicaciones...- dejando atrás el modelo tradicional de titularidad y gestión de servicios públicos, tiene mucho que ver con el desarrollo de la tecnología que los respalda454, más que con corrientes ideológicas y requerimientos del Derecho Comunitario.

En definitiva, actualmente no solo contamos con mucha ciencia y tecnología, sino que además está muy generalizada -como seguidamente presentaré-, lo que, sin duda, abre enormes oportunidades a toda la sociedad, y no solo a la de «capital». De hecho, así lo garantiza nuestra Carta Magna, al señalar que «los poderes públicos promoverán la ciencia y la investigación cientíica y técnica en beneicio del interés general» (art. 44. 2). En cualquier caso, considero que si antaño quien tenía la «tierra» tenía poder, y si después quien tenía los «medios de producción» tenía poder, en la actualidad quien tiene «conocimientos» tiene poder.

4.1. La sociedad del conocimiento y de la tecnología

En 1973, el sociólogo estadounidense Daniel Bell introdujo la noción de la «sociedad de información» en su libro El advenimiento de la sociedad postindustrial, donde formula que el eje principal de esta será el conocimiento teórico y advierte que los servicios basados en el conocimiento habrían de convertirse en la estructura central de la nueva economía y de una sociedad apuntalada en la información. Esta expresión reaparece con fuerza en los años 90, en el contexto del desarrollo de Internet y de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). Precisamente cuando aparece la noción de «sociedad del conocimiento». La información se convierte en conocimiento cuando se contextualiza, y ello ocurre cuando hay «saber hacer», que puede ser coadyuvado por las tecnologías455.

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La tecnología modula hasta el repliegue del Estado, como es notorio con los servicios públicos en red, pero esto solo es el principio. De acuerdo con Rifkin, estamos caminando hacia «un bien común de alta tecnología del siglo xxi que permitirá gestionar las actividades económicas distribuidas, entre iguales y de escala lateral que el Internet de las cosas hace posibles»456. El

European Research Cluster on the Internet of hings es un organismo creado por la Comisión Europea para facilitar la transición hacia una nueva era caracterizada por una «informática ubicua», o lo que ya se denomina el «Internet de las cosas», que estará conformado por un Internet de las comunicaciones, un Internet de la energía457y un Internet de la logística, que conectará el planeta en una red mundial distribuida458. Este potencial tecnológico -y esta es la tesis central de Rifkin- «dará lugar a unos niveles de productividad y de eiciencia que prácticamente eliminan el coste de producir servicios y unidades adicionales aparte de la inversión inicial y de los costes ijos. Cuando los costes marginales se acercan a cero los beneicios desaparecen, porque los bienes y servicios se han liberado de los precios del mercado y, básicamente, son gratuitos»459. Situación que ya conocemos: cada vez más libros, música, información de todo tipo circula libremente por Internet. «Cuando la mayoría de las cosas son prácticamente gratuitas -dirá Rifkin-, toda justificación del capitalismo como mecanismo para organizar la producción y la distribución de bienes y servicios carece de sentido460. La razón es que la dinámica del capitalismo se alimenta de la escasez. (...) Pero cuando los bienes son gratuitos, la escasez es sustituida por la abundancia. El valor de intercambio no sirve de nada, porque todo el mundo puede obtener casi todo lo que necesita sin pagar por ello. Los productos y servicios tienen un valor derivado de usarlos y compartirlos, pero ya no tienen un valor de intercambio. (...) El control centralizado del comercio cede paso a una producción distribuida y en colaboración de escala horizontal, donde el intercambio de propiedad en los mercados pierde cada vez más relevancia frente al acceso a bienes y servicios compartidos en redes, y donde el capital social tiene más valor para orquestar la vida económica que el capital de mercado».

Como reconoce el propio Rifkin, se trata de un cambio muy grande de paradigma, de una revolución en la conciencia humana que cuesta imaginar, aunque ya estamos transitando hacia ella, que se podría llamar «economía de la abundancia»461. Pero como admite el autor, mientras

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que el concepto de «abundancia»462es más bien relativo, la sostenibilidad de nuestro planeta no lo es463, y por ello será contundente: «Lo que la especie humana necesita con más urgencia para sobrevivir y prosperar es una manera nueva de vivir en la Tierra»464. A este respecto, considero muy relevante rescatar y profundizar el concepto de «bienes comunes», sobre el que volveré, así como los principios de prevención y precaución.

Asimismo, Rifkin con buen criterio, trae a colación el llamado «efecto rebote»465, pues tratándose de bienes prácticamente gratuitos podría esquilmarse con más rapidez el planeta. Pero lo considera «muy improbable», pues «lo que genera un exceso de consumo es la escasez, no la abundancia»466. Y también apela a la nueva sensibilidad menos materialista, más sostenible, más empática de las nuevas generaciones más familiarizadas con las redes y demás espacios comunes. Asimismo, acudirá a la historia de la humanidad, que muestra un balance positivo467.

Las buenas noticias crecen por momentos, pues además, ahora que la humanidad podrá dejar atrás su mantra de la constante necesidad de crecimiento material, ya puede dedicarse a cuidar de lo que nos cuida: la naturaleza. Y, sobre todo, a disfrutar con ella...

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