Gonzalo Puente Ojea. La trama de una profunda investigación histórica y su novedosa aportación

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La trama de una profunda investigación histórica y su novedosa aportación. La dimensión crítica de otro pensamiento y experiencia de la religión, el cristianismo y, especialmente, la jerarquía católica instaurada en el poder político.

Jesús de Nazaret, la cultura de la otredad como obra y mensaje; imágenes y símbolos de una diferente subjetividad. Significación problemática de una auténtica existencia antropológica.

El proyecto de una visión laica de la vida es la autonomía, la independencia y la creatividad

La mente religiosa es completamente distinta de la mente que cree en la religión... ¿No han advertido que el amor es silencio?

KRISHNAMURTI

Es admirable contar entre nosotros con un trabajo de investigación tan documentado, serio, claro, fecundo y ciertamente enfocado como el que nos presenta y ofrece generosamente Gonzalo Puente Ojea. Son años de investigación, pensamiento y experiencia que le han llevado a la escritura de múltiples libros siempre en consonancia con el progreso evolutivo de las ciencias y sus metodologías. Toda su obra se concentra en un reclamo contundente de libertad. Todo ello se muestra en un ejercicio coherente del libre pensamiento y fluidez extraordinaria de conciencia que le ha hecho capaz de investigar un tema de extrema complejidad y compromiso en una sociedad, como la española, sensible todavía a mil fantasías e ilusiones. Y ello debido a la fuerte prevención de un entorno cultural no liberado de las estructuras de poder, pero ya minoritariamente abierto a aires saludables y a otros horizontes intelectuales de gentes críticas y sensibles a la no verdad del pensamiento y de los datos y hechos que apuntan en otra dirección de la que nos han marcado la educación y los valores hegemónicos.

Su vida profesional ha discurrido vinculada a la carrera diplomática en la que ha desempeñado cargos muy importantes como subsecretario y embajador de España ante

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la Santa Sede, cargo que tuvo que dejar debido a la intransigencia ideológica y a una concepción de la verdad absoluta, acrítica y ahistórica del Estado Vaticano.

Hemos de reconocer que vivimos todavía en una sociedad sumamente dogmática y sometida a determinados valores seudo éticos, una sociedad que ha cambiado externamente ciertas formas, pero sigue fiel al corazón de una ideología que adora al mismo Dios antiguo y exigente. No es de extrañar, que la investigación de Gonzalo Puente Ojea y su escritura y publicaciones, pueda herir a ciertos sectores de la población a quienes se les hace difícil asumir postulados y hechos que implican una reflexión y un debate entre ateísmo y religiosidad. En definitiva, la formulación de un diálogo abierto y plural. Y asimismo, construir -a través de la presencia constante de la evolución- la estructura del ser humano desde el umbral del nacimiento de la propia religiosidad.

Temas todos ellos objeto de su investigación que le llevan progresivamente a un pronunciamiento de libertad, sensibilidad nueva y singularidad perceptiva. Conceptos intocables e incardinados en la conciencia viva de la cultura hispana. Por lo cual, su radical investigación histórica y antropológica choca con los poderes más retrógrados y enquistados en la estructura de la vida española. De este modo, es fácil entender que su investigación sobre el Evangelio de Marcos -que busca esclarecer la relación entre el Cristo de la fe y el Cristo de la historia-, no agrade a todos.

Para algunos es dificultoso aceptar el señalamiento del mito de Jesús, del mito del alma y de su elogio del ateísmo como espejo de una ilusión.

Igualmente cuestionadores se le ofrecen:

· el análisis crítico de la fe cristiana, de la iglesia y del poder;

· la evidencia científica de su ideología e historia como el fenómeno estoico de la sociedad antigua;

· la formación del cristianismo como un fenómeno ideológico.

Todo lo cual lleva a Gonzalo Puente Ojea, en su empeño investigativo, a la afirmación de que «el sistema simbólico que rige nuestra vida sigue siendo gravemente tributario de falsos mitos, dogmas e ideologías que ofrecen una visión subjetiva de la realidad». De esta forma, vivir en la realidad supone romper los cercos de la ilusión y de la desinformación y estudiar las condiciones de la subjetividad y sus relaciones con el conjunto de la naturaleza, con sus múltiples dimensiones dentro de la unidad ontológica universal de lo que existe.

A) Una visión plural del contexto investigativo
1. Apertura temática

El tema del agua es radical porque la vida es fundamentalmente agua y, en consecuencia, el agua simboliza lo viviente frente a lo muerto o muermo. Mas el agua vivificante se sitúa entre los extremos del desecamiento (por defecto) y del desbordamiento (por exceso), en el punto medio o medial capaz de desleír y releír, disolver y resolver la realidad. Por eso en una antropología hermenéutica el agua está simbolizada por el alma -el mar interior-, alma acuática que media y remedia la realidad exterior y la surrealidad interior, las cosas y nuestra intimidad, la inmanencia externa y la trascendencia interna. No extrañará que para autores sapienciales como Montaigne o nuestro Gracián, la realidad acuática sea el paradigma de nuestro comportamiento humano en cuanto a su elasticidad y apertura. [...]

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Aforismos

En el cristianismo la confesión ha significado decir lo oculto a los miembros de la cofradía, pero no a los extraños; lo que conlleva cierto secretismo u ocultismo. [...]

Dios es personal, pero también mineral, vegetal y animal; pues está inmerso en el corazón vibrante del cosmos. [...]

El que no se asume a sí mismo se proyecta agresivamente en el otro, y el que no asume al otro se castiga a sí mismo.

[Andrés Ortiz-Osés, Tragicomedia de la vida. Una filosofía acuática, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2010, pp. 14-15, 140, 197, 336.]

El fundamento de lo real es lo simbólico o imaginario. [...]

Toda nuestra cultura es, en efecto, mitología, en el sentido de que la realidad está articulada simbólicamente por el hombre. [...]

El lenguaje simbólico es el fundamento acuático de una realidad ahora concebida surrealmente, abiertamente, imaginalmente.

[Luis Garagalza, «Prólogo», en ibíd., pp. 9-11.]

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¿Cómo gobernar nuestra existencia? ¿Cómo vivir en sociedad? ¿Qué podemos conocer? Éstas son, sin lugar a duda, las tres preguntas que reflejan nuestras principales preocupaciones. Ideal-mente, nuestra forma de vivir debería conducirnos a un sentimiento de plenitud que inspirara cada instante y nos dejara sin pesadumbres a la hora de la muerte. Vivir en sociedad con los demás debería engendrar en nosotros un sentimiento de responsabilidad universal. El conocimiento debería revelarnos la naturaleza del mundo que nos rodea y la de nuestra propia mente.

[Matthieu, Ricard y Trinh Xuan Thuan, El infinito en la palma de la mano. Un diálogo entre la ciencia moderna y la filosofía budista, Editorial Urano, Barcelona, 2001, p. 9.]

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Un análisis crítico del Nuevo Testamento nos permite afirmar que la fe en un Cristo celeste, en cuanto contrapuesto al Jesús de la historia, es un producto estrictamente paulino, surgido de inefables experiencias místicas, de obscuras revelaciones crísticas fundadas en una fe personal independiente de cualquier especie de tradición histórica; y que la poderosa incidencia de la fe paulina relativa al Jesús Cristo transformó radicalmente las pautas y el horizonte mental de las primeras comunidades postpascuales incardinadas aún durante más de tres décadas en la fe judeocristiana de los discípulos del Nazareno.

Los cristianos paulinos necesitaban un evangelio propio que difundiera esta reinterpretación de la figura y misión de Jesús. El primero en generarse fue el Evangelio de Marcos «cuya primera edición se escribió unos pocos años después de la supresión de la rebelión judía, cuando el Evangelio primitivo había alcanzado Roma y estaba causando aquí agitación. El propósito de Marcos fue remodelar el Jesús del Evangelio primitivo dentro de una imagen del Cristo paulino, y despojarlo así del aguijón del mesianismo revolucionario». [...]

La imposibilidad conceptual de saltar de modo plausible del Jesús de la historia al Cristo de la fe constituye una evidencia interna -aunque aparentemente paradójica- de la altísima probabilidad de que haya existido un mesianista llamado Jesús que anunció la inminencia de la instauración en Israel del reino mesiánico de la esperanza judía en las promesas de su Dios. Ninguna otra prueba alcanza un valor de convicción comparable a los desesperados esfuerzos, a la postre fallidos para una mirada histórico-crítica, por cohonestar el Cristo mítico de la fe con la memoria oralmente transmitida, de modo fragmentario, de un hebreo que vivió, predicó y fue ejecutado como sedicioso en el siglo I de nuestra era

. Nadie inventa una figura que le supone notables dolores de cabeza. «Nadie se esfuerza por superar aporías derivadas de "dos" conceptos divergentes y contrapuestos del mismo referente existencial, si dichas aporías no surgieran de testimonios históricamente insoslayables».

[Gonzalo Puente Ojea, «La existencia histórica de Jesús en las fuentes cristianas y su contexto judío», en Antonio Piñero (Ed.), ¿Existió Jesús realmente?, Editorial Raíces, Madrid, 2008, pp. 198-199.]

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