EL GALLEGO QUE VIVE DE LAS RATAS Y NO ES HAMELIN

La primera impresión es olfativa: el intenso olor a amoníaco que desprende la orina de los roedores. Luego viene el escalofrío: ver a las ratas más gordas removerse en sus cajas-jaula. Poco importa que estén limpias y que muchas tengan pelaje claro: los hocicos en punta y las colas prensiles agitan los temores ancestrales del ser humano. «Una injusticia», sentencia José María Vilaboy, orgulloso propietario de una granja donde crecen ratas, ratones y hámsters, en el municipio coruñés de As Pontes.

A nadie en España se le había ocurrido vivir de engordar ratas. En 2005, estando en paro, este licenciado en Empresariales de 40 años, casado y padre de dos niños, arrancó un negocio que todos -sus vecinos y los bancos donde pedía créditos- tildaron de locura: criar ratas para vender como alimento a zoos, centros de recuperación de fauna y empresas de cetrería. «Yo tenía roedores como hobby desde pequeño», explica. «Después de la carrera, tras años sin trabajo, empecé a vender ratones y hámsters a tiendas de mascotas. Percibí que había un nicho de mercado en la comida para reptiles y rapaces».

Como en la célebre fábula de los hermanos Grimm, El flautista de Hamelin, Vilaboy supo ver en el estigmatizado animal una manera diferente de llenar el saco. Con su imaginación por toda flauta, las ratas empezaron a llegar: tiene de la raza agouti de color pardo, que evocan las alcantarillas; ratas dumbo con orejas de soplillo; ratas calvas de ojos rojos… Las jaulas de la granja (nombre comercial: Xaraleira) albergan hasta 20 variedades, alimentadas con pienso y expuestas a 15 horas de luz. Son 800 reproductores (¡32 machos deben ocuparse de 768 hembras!) los que permiten que José María venda al mes 700 ratas vivas y 2.000 kilos en congelado. En ratones, la producción mensual alcanza los 3.000 kg. entre ambas modalidades. «Los que al principio se reían, ahora creen que esto es petróleo. Y ni antes estaba loco ni ahora me estoy forrando», dice sonriente. Sentado sobre un saco de pienso, Vilaboy saborea el mérito de haber llegado adonde no había nadie. Hoy sólo existe en España otro criador de roedores-alimento, en Euskadi, y a ninguno de los dos le faltan clientes. Las ratas de Xaraleira se consumen en zoos de todo el país, centros de recuperación de fauna de Cataluña y Madrid y los programas de la ONG Grupo de Rehabilitación de Fauna Autóctona (Grefa). Los comen las águilas reales reintroducidas en los Ancares y los usan empresas de cetrería, campo en el que...

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