La formación de las preferencias de gasto público

AutorRuth Cicuéndez Santamaría
Páginas275-327

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1. Introducción

En los capítulos anteriores se ha estudiado la evolución de las actitudes generales y específicas sobre el gasto público, se ha descrito cuáles son las preferencias de gasto de los españoles y cómo han ido cambiando a lo largo de más de tres décadas, y se ha examinado la controvertida tesis de la ambivalencia. Habida cuenta de todo ello, el siguiente objetivo de la investigación es analizar los factores explicativos de las actitudes hacia el gasto, esto es, los condicionantes de las preferencias.

Indagar sobre estas cuestiones no está exento de dificultades. Para comenzar, numerosos trabajos focalizados en estudiar las preferencias a nivel individual han hallado que la ordenación y estructura de estas es inconsistente e incongruente (Campbell et al., 1960; Converse, 1964 y 1975), por tanto, profundizar en su proceso de formación sería un trabajo fútil. Sin embargo, otras publicaciones que han abordado este tema, habitualmente desde el enfoque macro, han verificado que las actitudes son relativamente estables y que la opinión pública reacciona de forma coherente ante los cambios en las condiciones del entorno económico o ante los cambios en las propias políticas públicas (Page y Shapiro, 1992). Sin pretender entrar en este debate, y considerando los hallazgos obtenidos previamente, el punto de partida en esta parte del libro es que las actitudes y las preferencias son congruentes, se priorizan en función de distintos criterios y presentan una estructurada determinada, en definitiva, responden a algún tipo de racionalidad. Por tanto, los criterios y factores que inciden en cómo establecen, estructuran y priorizan las personas sus preferencias pueden identificarse y explicarse.

Otra de las dificultades que plantea este tipo de estudio es la selección del nivel del análisis. La mayoría de los trabajos sobre la materia optan por recurrir a un único enfoque y elegir una categoría concreta de variables para estudiar el impacto que ejercen sobre las preferencias de gasto. Frente a este planteamiento, en esta investigación se aborda el tema de la formación de preferencias desde una doble perspectiva, la agregada o macro y la individual o

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micro, seleccionando distintos tipos de variables, algunas contextuales y otras individuales. Para ello, se aplican empíricamente diversas teorías axiales desarrolladas en el marco analítico, de carácter principalmente económico y polotólogo, aunque existen otras muchas, igualmente relevantes.

En la primera parte, utilizando un enfoque macro, se analiza la influencia de una serie de condiciones objetivas del entorno económico, como son el nivel de desarrollo del país y los ciclos económicos, siguiendo las premisas de la teoría de la utilidad marginal decreciente del Estado de bienestar de Ingle-hart. Posteriormente, se indaga acerca del impacto que tienen en las preferencias ciudadanas las decisiones sobre distribución del gasto, o sobre la asignación de recursos, que toman los Gobiernos. Se pretende dar respuesta a la cuestión de si el nivel real u objetivo de gasto público en las diversas políticas tiene algún efecto sobre las demandas sociales, como predicen los postulados de la teoría del público como termostato de Wlezien. Finalmente, se emplea el enfoque micro para descubrir los determinantes individuales de las preferencias ciudadanas, para lo cual se recurre a la teoría del interés individual y a la teoría de las predisposiciones simbólicas, marco conceptual básico en un gran número de estudios de opinión pública.

En síntesis, el propósito de este capítulo es identificar las principales variables que influyen las preferencias de gasto público, desde un enfoque que pretende ser explicativo y no meramente descriptivo. Se parte de la tesis de que la formación de las preferencias es multicausal, resultado de una compleja combinación de factores individuales y contextuales.

2. La utilidad marginal decreciente del estado de bienestar y el cambio de valores

La teoría que se aplica en este epígrafe fue formulada por R. Inglehart en 1971, y desarrollada en varias publicaciones posteriores. La hipótesis de la escasez se centra en la evolución de los sistemas de valores, y argumenta que en las sociedades industriales avanzadas se han modificado las prioridades y los valores esenciales de las generaciones actuales a medida que varían las condiciones socioeconómicas que influyen en la socialización básica (Inglehart, 1971b). Este cambio se produciría porque «las prioridades de un individuo reflejan su medio ambiente socioeconómico» de forma que concede «mayor valor subjetivo a las cosas relativamente escasas» (Inglehart, 1991:
61). En otras palabras, las preferencias de los individuos son resultado de las condiciones en que se socializan y, dado que en los países desarrollados los ciudadanos se han socializado en un ambiente tanto de seguridad física como de seguridad económica, cuando sean adultos le darán prioridad a la satisfacción de otro tipo de necesidades, aquellas que afectan a la calidad de vida: la protección del medio ambiente, la defensa de las libertades cívicas,

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la cultura, etc. Esta teoría permite anticipar que los factores económicos ejercen un papel decisivo sobre la formación de preferencias en los periodos de escasez, pero cuando esa escasez se va superando otros factores pasan a ser más relevantes (Inglehart, 1991: 267).

Así, habría tenido lugar un proceso de cambio de valores, una transición desde la denominada cultura materialista hacia la cultura posmaterialista, proceso que implica una variación significativa de las preferencias sociales, que se orientarán progresivamente hacia las «políticas de izquierda» (Inglehart, 1977: 3). Pero, a medida que la consolidación del Estado de bienestar ha permitido dar respuesta a esas demandas del posmaterialismo, el apoyo social a esas políticas tradicionales de la izquierda parece reducirse. En palabras de este politólogo, «con altos niveles de desarrollo económico, el apoyo público a las políticas clásicas de la izquierda tiende a disminuir» (Inglehart, 1991: 273).

Además de este cambio de valores, la teoría de la utilidad marginal decreciente anticipa que el nivel de calidad de vida que han logrado las distintas clases sociales, pero particularmente la clase obrera, con el avance del Estado de bienestar marca su punto de utilidad marginal decreciente, ya que el desarrollo económico ha logrado la mejora en la distribución en los ingresos y ha permitido llegar a un determinado nivel de renta per cápita pero, por encima de este nivel, prácticamente no hay más alza (Inglehart, 1991: 269). Esto significa que el desarrollo económico asociado al Estado de bienestar produce, inicialmente, un fuerte respaldo social a sus políticas, sobre todo a aquellas relacionadas con la igualdad de renta y la redistribución. Pero, cuando la sociedad se aproxime a la igualdad de ingresos, se alcanzará un punto de rendimiento decreciente, especialmente para las clases medias, al acercarse a un nivel de igualdad perfecta o adecuada y, a partir de este punto, los ciudadanos dejarán de apoyar y legitimar estas políticas del bienestar, entre otras cosas, porque mucha menos gente se beneficiaría de la redistribución (Inglehart, 1991: 272).

De acuerdo con este planteamiento, puede formularse la hipótesis de que existe asociación entre el grado de desarrollo económico de un país y la intensidad de las demandas de gasto de sus ciudadanos: a medida que aumente el nivel de desarrollo económico y el nivel de renta, y mayores sean los niveles de igualdad, se reducirán los requerimientos de intervención del Estado y, por tanto, se reducirá la demanda de gasto público. En definitiva, la hipótesis de la utilidad marginal decreciente presupone que a mayor desarrollo menor demanda de gasto en casi todas las áreas de política pública, aunque la elasticidad de la misma variará en función del programa de que se trate.

Por otro lado, esta teoría incide en que la dirección causal de esta asociación se dirige desde el nivel de desarrollo hacia los valores, no al revés, y anti-cipa que las preferencias y valores variarán periódicamente en función de los cambios en el entorno económico, de modo que durante periodos largos de

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crecimiento aumentará el apoyo a las políticas y valores del posmaterialismo, pero durante las épocas de recesión volverá a incrementarse el apoyo a las políticas y valores identificados con el materialismo (Inglehart, 1991: 75).

La contrastación de las hipótesis presenta algunos problemas metodológicos. Primero, es preferible utilizar datos comparados referentes a varios países con distinto nivel de desarrollo para obtener resultados fiables. Los datos internacionales sobre demanda de gasto proceden de la encuesta del ISSP, pero la última oleada tuvo lugar en 2006 y no se dispone de información posterior. Segundo, este modelo funciona mejor si se toman intervalos de tiempo más o menos largos para el análisis, pues solo así puede establecerse fehacientemente que existe relación entre una situación económica determinada y las demandas de gasto —o el cambio de valores— y que tal relación no es debida a la intervención de variables espurias (Díez Nicolás, 1997).

El cálculo del nivel de asociación estadística se ha realizado elaborando un modelo de regresión, en el que el efecto del nivel de desarrollo económico se mide a través del PIB...

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