Financiación económica directa y exenciones fiscales en el caso de las iglesias ortodoxas en España

AutorAlejandro Torres Gutiérrez
Cargo del AutorCatedrático de Derecho Constitucional Universidad Pública de Navarra
Páginas211-235
FINANCIACIÓN ECONÓMICA DIRECTA Y EXENCIONES
FISCALES EN EL CASO DE LAS IGLESIAS ORTODOXAS EN
ESPAÑA
Alejandro Torres Gutiérrez
Catedrático de Derecho Constitucional
Universidad Pública de Navarra
1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y DEMOGRÁFICOS.
La presencia de cristianos ortodoxos en España en tiempos pretéritos
cuenta con algún caso especialmente ilustre como el de Doménikos
Theotokópoulos, El Greco, un hombre viajero, e hijo de su tiempo, que encontró
en nuestro país el lugar donde desarrollar en plenitud su proyecto vital, y artístico,
adquiriendo una fama y un prestigio profesionales, que le reservaron un puesto
indeleble en la historia de España y de la cultura universal.
Sin embargo, la presencia de comunidades cristianas ortodoxas no ha sido
cuantitativamente importante en la Península Ibérica, hasta hace relativamente poco
tiempo. Contribuyeron a ello sin duda la geografía, la historia y los avatares
políticos de Europa, pues la distancia que separa los extremos oriental y occidental
del continente, fue lo suficientemente grande como para limitar significativamente
el flujo y la llegada de cristianos ortodoxos a este rin
cón situado en el extremo
occidental de Europa, máxime si tenemos en cuenta las rudimentarias
comunicaciones de tiempos pasados, y las consecuencias con las que la inercia de
la intolerancia y los acontecimientos políticos, marcaron indeleblemente el destino
de los pueblos en el Viejo Continente, en el cual, tanto el Imperio Otomano, como
el totalitarismo comunista, estarán llamados a dejar una huella indeleble en el
destino de las gentes, especialmente en amplios territorios donde la Iglesia
Ortodoxa se encontraba fuertemente implantada.
Al tiempo de la firma de los Acuerdos de 1992 con evangélicos, judíos y
musulmanes, la presencia de comunidades cristianas ortodoxas en España era
testimonial, al menos si comparamos los datos sociológicos de entonces con los de
ahora. La razón última de esta situación, no por fácil de entender, deja de ser menos
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dolorosa, pues encuentra su explicación, en última instancia, en que por aquel
entonces seguía en pie el telón de acero que dividió en dos mitades incomunicadas,
ambos extremos de Europa, al terminar la II Guerra Mundial, y que sumó al factor
distancia, el elemento político, a la hora de hacer aún más difícil el intercambio y
el flujo de personas, ideas y creencias por Europa, durante el medio siglo de
experiencia totalitaria comunista, de infausto recuerdo en las mentes de quienes
sufrieron dicho yugo.
La caída del muro de Berlín en 1989, contribuirá a corregir esa dramática
anomalía histórica, pues conlleva la sucesiva caída de los regímenes comunistas de
los País del Este, dando lugar a profundos cambios sociopolíticos, algunos de ellos
no exentos de convulsas escenas, como las vividas en Rumanía con motivo del
derrocamiento y ajusticiamiento de Nicolae Ceaușescu, el día de Navidad de dicho
año, y que tienen incluso como corolario, nada más y nada menos, que el propio
desmoronamiento de la URSS, que es oficialmente disuelta el 8 de diciembre de
1991.
Dicha trepidante sucesión de acontecimientos, estará llamada a producir un
verdadero terremoto político
, (y también, por cierto,
demográfico), en los países de
Europa Oriental, muchos de ellos de tradición cristiana ortodoxa, cuya onda
expansiva llegará muy lejos, al provocar nuevos flujos migratorios de población
que sale de sus países de origen hacia Europa Occidental en busca de una mejora
de sus condiciones de vida, y que en algunos países como Rumanía, (que pasa de
tener una población de más de 23.000.000 de habitantes en 1989, a apenas
19.000.000, en 2018)278, o Bulgaria, (que en 1989 contaba con 8.700.000
habitantes, y en 2018 alcanzaba con dificultad los 7.000.000)279.
Las consecuencias de dichos flujos migratorios llegan hasta España, que en
las dos últimas décadas ha asistido a la llegada de importantes contingentes de
población procedentes desde los Países del Este europeo, de modo que, en el año
2018, el Instituto Nacional de Estadística tenía censados en España a 676.005
ciudadanos rumanos, 124.404 búlgaros, 106.987 ucranianos, a los que habría que
sumar 73.930 rusos, 17.973 moldavos, 15.057 georgianos, 4.353 griegos, y 3.478
serbios. La suma de los citados colectivos supera el millón de personas, muchas de
ellas de credo ortodoxo, aunque una más precisa percepción de la materia nos
obliga a tener en mente, que no se pueden ignorar, (ni minusvalorar
tampoco), los
efectos producidos por la secularización derivada de la experiencia comunista280.
Hechas dichas precisiones sociológicas, de naturaleza marcadamente
cuantitativa, conviene no obstante recordar que el disfrute de los derechos
278 https://datosmacro.expansion.com/demografia/poblacion/rumania
279 https://datosmacro.expansion.com/demografia/poblacion/bulgaria
280 https://www.ine.es/jaxi/Datos.htm?path=/t20/e245/p08/l0/&file=03005.px

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