Fernando de Castro: defensor de los derechos civiles y de la abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico

AutorCristina del Prado Higuera
Páginas13-35
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FERNANDO DE CASTRO: DEFENSOR DE
LOS DERECHOS CIVILES Y DE LA
ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD EN CUBA
Y PUERTO RICO
CRISTINA DEL PRADO HIGUERA
Universidad Rey Juan Carlos
¿Y a los libres hijos vuestros quereis esclavos dejallos? ¿No será
mejor ahogallos con los propios brazos vuestros?. Miguel de Cer-
vantes
Acercarnos a la biografía de Fernando de Castro es co-
nocer una parte importante de la historia del siglo ,
nace en Sahagún, León el 30 de mayo de 1814, según cons-
ta en su Memoria Testamentaria «nací en Sahagún (provincia
de León) a treinta de mayo de mil ochocientos catorce, de
padre noble y madre plebeya, constituidos ambos de condi-
ción humilde y de escasa fortuna, muy honrados y extrema-
damente celosos por mi educación» 1.
Al quedarse huérfano muy pronto es acogido por uno
de sus hermanos quien le inculca la vida religiosa, opta muy
joven por entrar en los Franciscanos Descalzos de Vallado-
lid al ser una orden austera, desde muy pronto siente la
obligación de estar cerca de los desfavorecidos, formó par-
1 ABELLÁN, J.L.: Fernando de Castro. Memoria Testamentaria. El proble-
ma del catolicismo liberal, Madrid, Castalia, 1975, p.85.
Cristina del Prado Higuera
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te de la Asociación de los Pobres, siendo su presidente y
dentro del convento se le encomendó los cargos de hospe-
dero y enfermero.
Posiblemente Azorín ha sido el escritor que mejor haya
descrito el alma de Castro acercándonos a su semblante
«don Fernando de Castro era un hombre bueno y sencillo.
No perdió nunca el sello que la Orden Franciscana puso en
él durante su estancia en el convento allá en los años de su
adolescencia, el espíritu de respeto y de amor por la vida,
castellano viejo, hombre íntegro, recto, de una honda sin-
ceridad, es uno de nuestros místicos castellanos; un místico
heterodoxo, distante pero místico al  2.
En 1837 ya como sacerdote su actividad es incansable
tanto como secretario de la Comisión Artística y Literaria
de León y desde 1840 como secretario de la Sociedad Eco-
nómica de Amigos del País, desde este cargo trabajó infati-
gablemente por salvar las obras de arte de los conventos
desamortizados.
Una de las las decisiones más importantes de su vida la
tomó cuando en 1845 decide marcharse a Madrid para co-
menzar su carrera académica, aprobando la oposición
como profesor Titular de Elementos de Historia general y de
España en el Instituto de San Isidro, en 1848 es nombrado
predicador real en la corte de Isabel II y en 1850 Capellán
de Honor de S.M. Este mismo año entra como director de
la Escuela de Filosofía, pasando posteriormente a la Uni-
versidad Central como catedrático de Historia General. En el
año 1861 pide la dimisión de la Capellanía de Honor, tras
ser mal interpretado y recibido el sermón realizado en Pa-
lacio en conmemoración del terremoto de Lisboa de 1755.
Son años de una gran evolución personal y religiosa, en
1865 ingresa en la Real Academia de la Historia con el discur-
so Los caracteres históricos de la Iglesia española un texto en el que
anunciará el comienzo de su crisis religiosa. También inicia
en estos años su gran amistad con Sanz del Río y con el krau-
2 MARTÍNEZ RUIZ, J.: Clásicos y modernos, Buenos Aires, 1959, p.87.

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