Capípulo tercero. Una fenomenología para intentar comprender. Implicaciones de una dificultad. Reflexiones alrededor del pensamiento de Ignacio Ellacuría

AutorNatividad Senserrich
Páginas117-128

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CAPÍPULO TERCERO. UNA FENOMENOLOGÍA PARA INTENTAR COMPRENDER. IMPLICACIONES DE UNA DIFICULTAD.

REFLEXIONES ALREDEDOR DEL PENSAMIENTO DE IGNACIO ELLACURÍA

La dificultad de hablar hoy de derechos humanos

La teoría de J. Rawls de la justicia como equidad es hoy insuficiente a la vista de la situación de tres cuartas partes de la humanidad. Nuestra situación hoy, la realidad hoy, es de una desproporción total o asimetría global. Desde aquí no podemos hablar de justicia verdadera, no podemos, nadie puede hablar con sentido de Derechos Humanos. La solidaridad que entiende a las víctimas como sujetos de derecho y dignidad, la única concepción válida, tampoco parece ya suficiente. Son esas víctimas, rostros de personas masacradas por la injusticia y los intereses del poder los que impiden, su existencia nos lo impide, cualquier representación de los Derechos Humanos. Parece que su presencia en la historia niegue cualquier eschaton, cualquier esperanza. Todavía Dios no es todo en todos.

Todo ello nos impele, nos exhorta para hallar caminos de transformación histórica. El capítulo anterior habla de esa búsqueda de un camino, el mejor de los caminos posibles, desde la perspectiva de Ellacuría y no sólo de él sino de muchos otros.

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En esta realidad la urgencia se torna exigencia que busca desde la realidad, en palabra de Juan Luis Segundo, asesinado en la UCA:

“como hacer avanzar la democracia un milímetro en medio de la completa interdependencia mundial.” 32

El momento presente ya no se puede limitar a historizar la fe; de lo que la fe nos habla es de gratuidad y exigencia, todos estos valores que desde la fe han sido elaborados desde teologías y filosofías cuya opción preferencial por los pobres ha trascendido la propia fe. Ya no se trata de creer o no creer, sino de la exigencia en la búsqueda del transcurso que nos permita salir del mal sueño de perpetua injusticia. Es decir, el camino posible que surge de esta experiencia ya no es solamente viable o creíble para los creyentes sino que ha venido a trastocarse en universal. Parece que no hay más camino. La Civilización de la Pobreza de Ellacuría ya no es una opción, ha de poder convertirse en realidad, de no ser así la historia, la intrahistoria y transhistoria no mudarán de rostro.

Varios expertos mundiales han afirmado que el tremendo problema del hambre en el mundo no se solucionará ni por la ciencia, ni por la economía, ni por la tecnología sino únicamente por la ética. Y, ahí, en lo ético, nos hallamos en lo más profundo de lo humano, que es personal y no institucional. Podríamos decir que no se trata del poder o no, saber o no, hacer las cosas, sino simple y llanamente de querer hacerlo; se trata de la voluntad íntima y personal del querer hacer algo. O sea, es si queremos o si quieren, mejor dicho, los que tienen la solución de este problema en sus manos: eliminar el hambre, aliviar la tragedia del sida, frenar las guerras del Congo y de Irak y de tantos otros lugares.

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Ese querer sólo se puede hacer viable a través de tres mediaciones nodales: el saber, la política y la negociación. Sin embargo, nunca hemos manejado tanto saber, tantos datos como ahora. Más de 35.000 personas mueren diariamente a causa de la desnutrición que afecta a 800 millones de personas más de 300 de esos millones son niños. Paradójicamente al saber, a los datos con los que contamos se le enfrenta el que nunca ha habido en el mundo privilegiado de derechos tanto desconocimiento, tanta inconsciencia, tanta inhumanidad. Y es que todo nos lleva a la misma conclusión: la voluntad. Voluntad humana, voluntad histórica. Pero ya he dicho que es íntima la voluntad; se halla en lo escondido.

Deberíamos preguntarnos ahora qué desencadena la voluntad. La realidad es que se oprime la verdad con la injusticia, siguiendo a Pablo cuando hablaba a los romanos, a todos aquellos que oprimen la verdad con la injusticia se les entenebrece el corazón; es decir, que en aquella instancia más profunda del ser humano, aquella donde se halla la voluntad, queda contaminada, viciada, demonizada. Por ello, difícil va a ser que promueva justicia y derechos fundamentales desde cualquier instancia sea política, económica o militar. Y de lo que ocurre en ese corazón deshumanizado se derivarán consecuencias en la realidad y por ello en la historia. Con las estructuras pasa lo mismo porque ellas están formadas y conformadas por muchos corazones humanos, por diversidad de corazones humanos, por diversidad de voluntades; y nunca así podrán generar vida. Los grupos, las estructuras, por más grandes que sean están todas ellas formadas por personas y cada una...

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