Las familias como elemento subsidiario del Estado del Bienestar.

AutorJuana Aznar Márquez - Irene Belmonte Martín
CargoÁrea de Fundamentos del Análisis Económico. Universidad Miguel Hernández de Elche. - Área de Ciencia Política. Universidad Miguel Hernández de Elche.
Páginas1-20

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I - Introducción

Con el propósito de mejorar la calidad de vida de la población1, después de la segunda guerra mundial se produjo la consolidación del Estado del Bienestar. De esta manera, los poderes públicos en las sociedades democráticas intervinieron activamente en la promoción de los derechos sociales a través de la creación y mantenimiento de instituciones asistenciales y de seguridad social con las que hacer frente a los riesgos vitales como la ancianidad, el desempleo, la enfermedad o la pobreza. Sin embargo en algunos estados, entre los que se encuentran los países mediterráneos, el rol de las familias ha llevado a que el papel desarrollado por el Estado del Bienestar no haya sido tan amplio en comparación con otros países. Por ejemplo, cabría destacar que en Francia, el Estado de Bienestar tiene que garantizar que todos los ciudadanos puedan disfrutar de unas condiciones dignas de vida puesto que consideran que es un factor fundamental para mantener la cohesión social. De esta manera el estado debe proveer de asistencia social y de los recursos necesarios para combatir la pobreza económica, garantizando que todos los ciudadanos tengan iguales oportunidades. Por otra parte, en los países anglosajones, se entiende que los ciudadanos son responsables de su propia situación individual y social, por lo que la intervención del Estado para garantizar unas condiciones de vida digna es muy limitada, quedando prácticamente relegada a la Asistencia Social.

Para el caso español en particular, el centro del Estado de Bienestar ha sido la Seguridad Social y con ella se ha desarrollado un mecanismo de reasignación intergeneracional: la población activa en un momento del tiempo es la que va nutriendo un fondo que se convierte en transferencias hacia la población que se encuentra fuera del mercado de trabajo y tiene derecho a ello2. Por lo tanto y para asegurar que la caja de la Seguridad Social cuente con fondos, es imprescindible disponer de una abundante mano de obra que se encuentre no solo activa sino ocupada, mientras que por otra parte, el Estado sólo se encargaría de proteger a las personas mayores o a las más jóvenes, es decir a las personas dependientes, al no formar ellas parte del mercado de trabajo. En este contexto, el papel asistencial desarrollado por el Estado era poco

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relevante, dejándose en las últimas décadas la responsabilidad de la asistencia social en manos de las comunidades autónomas.

El menor desarrollo que ha tenido el Estado del Bienestar en el estado español con respecto a otros países europeos ha llevado a que también sean inferiores los recursos que se han destinado a servicios familiares y gastos directos en familia, tendencia que se ha agudizado con una crisis económica tan pronunciada como la que llevamos arrastrando desde hace unos años y que ha supuesto un duro golpe a la capacidad del mercado como sostén del Estado del Bienestar ya que los mercados laborales no aseguran unas expectativas generalizadas de empleo y mucho menos, unas rentas estables a lo largo de la biografía laboral de las personas. La realidad refleja una creciente inseguridad laboral, frecuentes cambios de empleo, períodos de desempleo de larga duración e incremento del trabajo precario3. De esta manera, podemos constatar que en los períodos en que son más necesarias las transferencias de rentas hacia los colectivos más débiles los recursos a ellos destinados se ven seriamente mermados.

Por otra parte, la pérdida del puesto de trabajo con la consiguiente disminución de recursos económicos se está "sobrellevando" sin excesivos conflictos sociales en nuestras sociedades mediterráneas4, en la medida que las familias están actuando como verdaderas mallas de seguridad, siendo especialmente relevante el papel amortiguador de las mujeres en esta red. Históricamente, la mujer se encargaba de la casa y de las personas dependientes de forma gratuita, ya que todo su tiempo lo dedicaba al espacio doméstico y a las actividades a él vinculadas. De hecho se observa como en los procesos generalizados de pérdida de empleo, cuando no se cuenta con la protección que supone un entorno familiar fuerte y, por lo tanto, se diluye la garantía que proporciona esa malla de seguridad, aumenta considerablemente la probabilidad de no retorno al mercado de trabajo. Esta situación se agrava en los casos en los que la persona recién desempleada carece de los contactos, de la formación y de la información adecuada. El desempleo en esos casos puede implicar la entrada a un círculo vicioso de difícil salida en el que además de las previsibles consecuencias económicas, se añaden los problemas psicológicos (perdida de autoestima) que, de forma encadenada, pueden incluso ser la puerta de entrada a los procesos de exclusión social. La hipótesis de nuestro trabajo se basa en la premisa

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que cuanto más débil sea la posición de una persona en el mercado de trabajo y, menos sólida la malla familiar de seguridad, más fácil será la entrada - no sólo de la persona que pierde su trabajo sino de todas las personas que dependen de ella - a este proceso de exclusión. Es especialmente preocupante la situación, en estos procesos de arrastre, en la que quedan los colectivos de las personas menores de edad y de edad avanzada.

El resto del artículo se desarrolla como sigue: en el apartado 2 revisamos desde una perspectiva amplia las distintas realidades que rodean a las familias actuales. En la sección 3 mostramos como las familias en general y las mujeres en particular se han convertido en los últimos años, auspiciado por la crisis económica, en proveedoras últimas de servicios sociales cubriendo los huecos a los que no llega el Estado del Bienestar, para en el apartado 4 constatar que estas actividades de cuidados son "devoradoras de tiempo", lo que nos permitirá analizar que las cargas familiares condicionan y mucho la vida de las mujeres. Finalmente, en el último apartado se incluyen las conclusiones de este trabajo.

II - Algunas aproximaciones a las realidades de la familia actual

La familia, desde siempre, ha sido considerada como una institución fundamental en todas las culturas. Si bien el concepto de familia se ha ido estirando y flexibilizando a lo largo del tiempo, la familia hoy, está más presente que nunca en nuestras sociedades. Contrariamente a los que preconizaban su declive por una especie de lógica histórica vinculada a la inevitable tendencia humana hacia la liberación e independencia así como a los procesos de modernización de la sociedad postindustrial, la institución familiar constituye, en la actualidad, una de las más importantes claves de la vida de un país.

Si bien es cierto que en nuestras sociedades occidentales se pueden distinguir entre el modelo fuerte (mediterráneo) y débil (nórdico, continental y anglosajón) de familia5, se ha podido comprobar que, ante la gravedad de la crisis económica, social y política internacional que amenaza nuestra forma de vida y el bienestar que hemos conseguido en las últimas décadas, ambos sistemas familiares apenas han modificado las lealtades intrínsecas que les dan coherencia, e incluso es destacable el retorno al protagonismo de las mismas.

De hecho, no resulta sorprendente que en momentos de crisis o penuria económica se recurra a la familia en la irremediable búsqueda de amparo y seguridad. Tampoco, que en momentos de crisis de las instituciones, de los valores y de las creencias que sostienen la

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sociedad, la familia reluzca como una institución sólida y digna de confianza6. Así, en definitiva, no parece para nada que la familia resulte innecesaria y, que por la inoperancia en el cumplimiento de sus funciones7 o supuesto anacronismo social8, vaya a desaparecer. Lo que sí que es inevitable, es aceptar que ya no existe un único modelo o concepto de familia universal que sirva como patrón para cualquier situación, sino que la familia se ha flexibilizado, y se ha abierto a otras muchas combinaciones posibles que resultan tan válidas, no solamente por lo común en nuestra sociedad, como la tradicional.

Es fácil constatar como en los últimos años del pasado siglo XX, los países de corte mediterráneo, han ido sustituyendo su característico modelo cultural de familia extensa en la que convivían varias generaciones (e incluso varias unidades maritales) por un modelo de familia nuclear9, más recogido y replegado sobre sí mismo, pero que sirve como paraguas para albergar distintas alternativas que pueden conformar "las familias". La postmodernidad presenta unas nuevas o renovadas formas de convivencia y relación que surgen básicamente de los procesos de divorcio y/o de decisiones individualizadas asumidas, entre las que sin ser exhaustivos podemos destacar: las familias de segundo matrimonio, las parejas de hecho, las familias monoparentales, los concubinatos de jubilados, las familias que conviven bajo el estereotipo de Living Apart Together, las familias de fin de semana, las parejas sin hijos y, aquellas que aún llevando años de convivencia y con gran apoyo social, han sido legalmente

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revalidadas tras la reciente constitucionalidad del matrimonio homosexual10. En definitiva, estudiar la familia implica necesariamente contemplar la pluralidad de la acepción en la actualidad.

Entre las distintas interpretaciones teóricas que han intentando explicar los cambios familiares y sus dimensiones en los países occidentales, se destacan cuatro importantes tendencias: la teoría de la individualización, la macro sociológica, la microsociológica y la de la relevancia de las desigualdades de género. En cualquier caso, todas las perspectivas...

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