Extrañas socialidades creativas. De la economía a lo imaginario a través del esoterismo

AutorJosé Ángel Bergua Amores
Páginas65-78
248
Extrañas socialidades creativas. De la economía
a lo imaginario a través del esoterismo
JOSÉ ÁNGEL BERGUA AMORES
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA
Introducción
Desde que allá por los años ochenta del siglo pasado se calificara a la sociedad
contemporánea como postmoderna, han sido muchos los conceptos propuestos
por algunas reflexividades científicas y han abundado los prospectos de ciertas
praxis políticas que, pretendiendo explicar o cambiar la sociedad, se han venido
colocando en los confines o límites del orden social instituido en la modernidad,
incluyendo todas las variantes que esta época ha sido capaz de exhibir e imaginar.
Tales conceptos y prospectos parecen preferir habitar, como irremediablemente
le ocurre al propio sujeto, según Trías (1991), en los límites donde se codean lo
conocido y lo extraño. En términos sociológicos, esos límites hacen referencia a
los lugares donde se cruzan el orden instituido y un amplio abanico de fuerzas
sociales instituyentes cuya extrañeza deriva del hecho de resultar incomprensi-
bles para las reflexividades científicas e intratables para las políticas, ambas im-
prescindibles para el correcto funcionamiento de las tramas institucionales.
Uno de esos conceptos límite es la «creatividad». Sin embargo, desde que Flo-
rida (2002) lo empezara a trabajar a partir del año 2000 y resultara atractivo para
diferentes clases de políticas públicas, ha ido adquiriendo positividad a la vez que
perdía extrañeza. De hecho, es previsible que su recorrido dibuje una parábola
similar a la de otra noción estrella, «la innovación» (Castro Martínez y Fernández
de Lucio, 2013: 13-23). Apareció en Roma para connotar negativamente los cam-
bios de las costumbres, en la Edad Media mantuvo ese sentido para designar las
herejías y en los inicios de la Modernidad sirvió para descalificar las revoluciones
políticas. Sin embargo, en el siglo XIX, gracias a los atractivos cambios que la cien-
cia y la tecnología impulsaron, adquirió connotaciones positivas. En el siglo si-
guiente, las mantuvo con la ciencia económica, cuando de la mano de Schumpe-
ter interpretó en términos de «destrucción creadora» la «ruptura de las rutinas
establecidas» que las crisis generan. Sin embargo, en lo que llevamos de siglo, el
exceso de aprecio recibido de las instituciones le ha hecho perder extrañeza. De
hecho, hoy a la innovación se le exige que tenga efectos prácticos, que esté encar-
nada en una organización (Fernández Esquino, 2012) aceptando sus fines y que
sirva para colocar nuevos dominios de actividad en la producción y el mercado
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