La historia evolutiva, fuente de conciencia operativa y crítica. Origen y destino del género Homo

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Por debajo de nuestra historia social, política, cultural y educativa se oculta otra realidad más implicativa y determinante, que quizás experimentamos silenciosamente sin comprender su sentido y sus íntimas exigencias. Esta historia, especialmente configuradora de nuestra conciencia, nos ha podido llegar -como explicación del origen del cosmos, de la vida y del principio del ser humano- por la vía del creacionismo o bien por la teoría científica de la evolución.

En próximas fechas quisiéramos presentarles algunos elementos y conceptos de esta historia evolutiva, como foco de luz y conciencia de cuanto nos afecta corporalmente en el presente. Siempre de acuerdo con los conocimientos e hipótesis más seguras y certeras.

¿Cómo nos habita y determina físicamente nuestra historia evolutiva? ¿Qué relaciones puede tener con nuestros comportamientos sociales colectivos o individuales? ¿Qué nos enseña, en definitiva, la historia de la evolución, especialmente el drama de la vida en el cosmos? Quizás la lección más lúcida de todo este proceso sea indicarnos el camino de la socialización como su sentido y el significado de la perceptividad humana.

Una idea permea hoy toda esta investigación que podemos sintetizar en este pensamiento: «debemos reflejarnos en el espejo del tiempo». ¿De cuál tiempo? Hemos de tener en cuenta que la experiencia actual de nuestro tiempo ya no se puede asimilar al de Penélope que pacientemente espera, cada día, el retorno de Ulises de su arriesgado viaje y de sus peligrosas aventuras marinas. Y alejar así en cada momento su decisión respecto a las intenciones de sus pretendientes, tejiendo y destejiendo, esto es, en uso de un tiempo circular y siempre idéntico a sí mismo, que no deja un horizonte abierto a la solución del problema.

Si nos miramos en el espejo del tiempo ¿qué podemos descubrir? El entendimiento de que nuestro tiempo guarda una profunda convicción. ¿Cuál? La comprensión de que nuestro tiempo significa y elabora una profunda diferencia específica que nos separa de las demás especies que conforman el género homo. Pero, debemos comprender, a su vez, que «la diferencia específica emerge de las características del substrato que compartimos todos los animales del planeta [...] que sólo nuestro género ha puesto de manifiesto en las adquisiciones consecutivas y en la aceleración del tiempo de socialización. Las respectivas resocializaciones [...] nos han abierto a un universo inimaginable para los otros seres vivos».

Nos aparece claro, entonces, que la especificidad nos hace singulares, es decir, «es en el proceso de adaptación donde somos sustancialmente diferentes, no en el origen». Lo que nos corresponde como seres singulares en el ámbito de la historia evolutiva es transformar nuestras actitudes y capacidades físicas «en saber, en conciencia [...]», en ser más críticos, interdependientes, cooperativos y solidarios.

El proceso evolutivo nos lleva por caminos azarosos hacia una mejor adaptación al entorno ecológico y social. Y así, toda esta aventura tiene como destino enriquecedor y positivo la socialización de todas las cualidades humanizadoras que vamos adquiriendo. Y todo esto es lo que podemos ver en el espejo del tiempo.

De este modo, «entender los mecanismos, las leyes que gobiernan nuestros procesos, es el modo de saber cómo somos y hacia dónde vamos». Saber cómo somos nos permite cono-

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cer «qué queremos y ayudarnos a construir el futuro». Y de esta manera pensamos que «la lógica nos debe hacer humanos del mismo modo que el azar nos hizo homínidos». En consecuencia, «debemos perder el miedo a reconocer nuestra naturaleza animal y...

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