Eutanasia y suicidio asistido. Razones y argumentos para pensar

AutorJavier de la Torre Díaz
Páginas15-52
EUTANASIA Y SUICIDIO ASISTIDO.
RAZONES Y ARGUMENTOS PARA PENSAR
Javier de la Torre Díaz
Director Cátedra de Bioética y Máster de Bioética. Universidad P. Comillas
jtorre@comillas.edu
Para dialogar y debatir es esencial en primer lugar ponerse de acuerdo
sobre aquello que estamos intentando aclarar. En este tema, como punto de
partida, asumimos la definición del documento de propuesta de consenso so-
bre un uso correcto de las palabras en la discusión sobre Ética y muerte digna
promovido por Pablo Simón y Francisco Alarcos y secundado por más de cin-
cuenta bioeticistas españoles (Simón y Alarcos, 2008). También asumimos las
definiciones del documento “Atención Médica al Final de la vida: conceptos
y definiciones” de la Organización Médica Colegial y la Sociedad Española de
Cuidados Paliativos de España (Gómez Sancho et al, 2015).
Cuatro notas caracterizan la eutanasia y el suicidio asistido en estos do-
cumentos: petición expresa y reiterada (voluntariedad, consentimiento), apli-
cación por profesional sanitario, enfermedad irreversible/avanzada (más allá
de la terminalidad), vivencia de sufrimiento experimentada como inaceptable.
Estas cuatro notas definitorias son también un buen límite para pensar los
ocho argumentos a favor y en contra de la eutanasia y el suicidio asistido que
ofrecemos en este artículo (Torre, 2012b).
1. ARGUMENTO DE LA PENDIENTE RESBALADIZA
Es el clásico argumento consecuencialista. La bondad de una acción no se
juzga por la acción misma ni por la intención con que se realiza sino por las
consecuencias que acarrea. La aceptación de la eutanasia llevaría a abusos en
la realidad y en la ley. De ahí que el único modo de evitar abusos es no per-
mitirla en ningún caso. El único modo de evitar las consecuencias negativas
es, desde este punto de vista, prohibir esa conducta. No es posible abrir sólo
un poco la puerta. La pendiente implica que abrir una excepción puede llevar
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a otras excepciones parecidas que implican ciertos riesgos y peligros que no
estaban en la primera excepción. Parece como si no se pudieran separar los
casos deseables de los indeseables, los voluntarios de los involuntarios. Pare-
ce que no hay manera de evitar pasar de lo buscado a lo no buscado.
La forma empírica del argumento mantiene que una vez es aceptada la
eutanasia, se produce un deslizamiento a actos no voluntarios (Lewis, 2007,
197). El desplazamiento no es un hecho irremediable que va a ocurrir por ne-
cesidad. Pero, aunque lo cierto es que las sociedades son capaces de distinguir
entre distintos tipos de muerte (la legítima defensa o de estado de necesidad
han sido aceptados sin que se amplíe el campo a otros casos), son muchos los
que se preguntan si será lo mismo con la eutanasia y el suicidio asistido. ¿No
es una actuación bastante diferente a las permitidas hasta ahora? ¿No apare-
cen ciertas conductas no deseables cuando se pierden ciertos límites ante la
muerte y el matar? ¿No se están dando casos de aplicación a actos involun-
tarios incluso en una legislación tan restrictiva como en Oregón? ¿Es posible
evitar al menos un poco de pendiente en algunos casos?
Los inevitables abusos legales. ¿Del uso al abuso?
Un argumento muy utilizado es que para evitar abusos de la ley es necesa-
rio prohibir la despenalización. Esta prevención se debe a que bajo la cober-
tura legal se puede dar cabida a abusos intencionados, a coacciones, a homici-
dios encubiertos (Álvarez, 2002, pp. 129-130).
Otros contra-argumentan que de muchos buenos instrumentos es posible
hacer un mal uso, pero no por ello los prohibimos sin más, sino que nuestro
esfuerzo debe dirigirse a evitar el mal uso. ¿Convence el argumento y el con-
tra-argumento? ¿Es que nos puede dejar indiferente una norma si en uno de
cada tres casos se da un cierto abuso? ¿Qué ocurre cuando el abuso se convier-
te en norma frecuente? ¿Qué significa que muchos actos eutanásicos se reali-
cen sin una clara voluntariedad? ¿Es posible una regulación con “cero abusos”
en un tema en que nos jugamos la vida y la muerte?
Errores en la aplicación de la ley. ¿Es posible una ley sin error?
Un argumento que se suele utilizar es que nunca podremos asegurar en un
100% que no haya errores en los diagnósticos y pronósticos médicos para que
tenga cabida la ley. Habrá siempre aplicaciones incorrectas de la ley. Pero este
hecho se da en toda actividad humana. Lo importante, a juicio de algunos au-
tores, es averiguar si el porcentaje de error es asumible. En el contexto médico
se está acostumbrado a soportar errores evitables e inevitables donde está en
juego la vida y la muerte. Por eso la pregunta que nos debemos hacer es si dis-
ponemos de instrumentos suficientes para asegurar una correcta diagnosis de
la situación: intervención de varios médicos, intervención de comités de ética,
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intervención judicial previa (Álvarez, 2002, pp. 130-131). En el caso holandés
la intervención judicial es posterior, en el caso de Oregón no hay una valora-
ción adecuada de los aspectos psicológicos. La experiencia va dando lo difícil
que es establecer un procedimiento adecuado en estos casos: intervención de
varios especialistas adecuados, el momento adecuado, la forma del consenti-
miento, necesidad de evaluación psicológica y psiquiátrica, etc. Pero la dificul-
tad ¿implica que no se pueda regular en algunos casos extremos con errores
“casi cero”? O, como afirman otros ¿no hay que reconocer que es una ilusión
poder mantener controles y salvaguardas en torno a la eutanasia y el suicidio
asistido? (Pereira, 2011).
Pendiente resbaladiza y prudencia
Diego Gracia, en su comparecencia en 1988 en la Comisión del Senado rela-
ciona pendiente resbaladiza con el principio de prudencia: “la acción transiti-
va que se realiza en el cuerpo de otra persona para poner fin a la vida, a mi me
parece que es peligrosa porque abre un camino que luego es difícil de parar.
Éste es el famoso argumento de la pendiente resbaladiza. Esto en ética es im-
portante porque la prudencia es la virtud que intenta prever las consecuencias
y evitar decisiones de las que nos podamos arrepentir después. Pero si esto es
ética, también es política. Es decir, en política y en legislación, me parece que
argumentos como el de la pendiente resbaladiza tienen que ser muy tenidos
en cuenta. El tema de la sutil coacción a las personas que ya no tienen una gran
autonomía, en el sentido de que son muy dependientes de otras también ha-
bría que tenerlo en cuenta; yo, por lo menos, así lo haría” (Gracia, 1998).
Esta actitud prudente es la que también asume Carmen Tomás-Valiente.
Los riesgos que comporta la despenalización y las consecuencias que podría
comportar nos llevan a ser cautelosos (Tomás-Valiente, 2003). Los riesgos hay
que valorarlos y no constituyen un argumento definitivo para cancelar el de-
bate, pero deben ser tomados en serio e invitan a ser prudentes.
Aplicación a los que no reúnen los requisitos
La pendiente resbaladiza implica que se van ampliando con el tiempo los
casos incluidos en la aplicación de la norma, tanto legal como ilegalmente.
Esta ampliación depende de los límites de cada ordenamiento jurídico.
En aquellos países en que el suicidio asistido sólo se permite en el contexto
de enfermos terminales, significaría romper el dique de la terminalidad hacia
una enfermedad irreversible o grave.
En el contexto de la eutanasia por un sufrimiento físico (dolor) supondría
el paso a la aplicación en un contexto de sufrimiento psíquico. Este paso se dio
en 1994 en Holanda. Ese año el Tribunal Supremo no impuso ninguna pena al
psiquiatra Chabot, quien facilitó el suicidio a una mujer de cincuenta años que
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