Que Europa no pierda «los papeles» para controlar a «los sin papeles»

AutorEduard Sagarra Trias
CargoPresidente de la Asociación de Naciones Unidas para España. Profesor de Derecho Internacional ESADE
Páginas251-256

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I La paz: un record Guiness en Europa

La Unión Europea como entidad política ha conseguido en los últimos 60 años un difícil «Record Guinness»: convivir en paz militar y política alcanzando un estatus económico inimaginable en 1945. No nos hemos peleado entre nosotros, hecho insólito, desde la prehistoria.

Esta proeza es una cota a mantener durante este siglo XXI. Los beneficiarios directos de esta «Pax europea» somos, evidentemente, los ciudadanos de a pie. Entendiendo por tales y en su sentido más amplio: los ciudadanos de la Unión Europea, pero también los ciudadanos en la Unión (no europeos que también viven en la Unión Europea) que también gozan de esta situación privilegiada en la Europa de los 27.

Esta paz no ha sido fruto de un «milagro de la Virgen de Fátima» ni de una carambola; sino que se fundamenta en el ejercicio colectivo de unos sentimientos, cultura y valores convivenciales cimentados en unos principios estructurales comunes muy fuertes. Ambos, valores y principios, no pueden limitarse ni debilitarse a través de normas o políticas coyunturales, so pena de poner en peligro este territorio privilegiado que es la Unión. No debemos olvidar que somos la envida del resto del mundo.

Ser ricos o pobres -siendo muy importante en el mundo globalizado- es una anécdota frente al paraíso que constituye vivir en paz, pero que puede tornarse en un infierno cuando no hay paz. En especial, cuando estamos habituados a vivir en una estructura política democrática basada en el derecho; al son de unas reglas de juego respetadas, y mediante una estructura u organización política «supranacional» que funciona de verdad, muy a pesar de sus altibajos y dudas existenciales.

Ésta es la realidad que en 2011 se ha alcanzado en la Unión Europea.

¡No se lo cambiamos a nadie por nada! aunque la critiquemos o la pongamos en tela de juicio -con entera libertad- por culpa de una política económica determinada, una política exterior o de seguridad titubeante, unos «pepinos» contaminados, o un difícil sistema bancario. Todos quieren ser Europa, por lo que representa dentro de un mundo globalizado, convulso y falto de valores a que asirse.

Los valores se contienen y son la esencia de los Tratados constitutivos de las, entonces denominadas Comunidades Europeas. Proclamados desde 1951 (CECA) y consolidados en 1957 (CEE y EURATOM) como patrimonio europeo, de los europeos y de sus organizaciones estatales. La identidad de valores y principios culturales se intercomunican entre sí. Esta constatación se aprecia, si nos limitamos a examinar los primeros artículos del Tratado de Lisboa de 1979 (última versión acordada del Tratado de la Unión Europea), con los proclamados y garantizados en la mayoría de las Constituciones de los 27 Estados miembros. Son principios generales comunes, nacidos...

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