Europa, patria y destino

AutorHans-Gert Póttering
CargoPresidente del Parlamento Europeo Estrasburgo
Páginas17-26

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Alocución del Sr Hans-Gert Poettering, Presidente del Parlamento Europeo, en la ceremonia de clausura del curso 2006-07 del Real Centro Universitario «Escorial-María Cristina», el domingo 6 de mayo de 2007

Gracias por su introducción. Es un placer asistir este domingo a la clausura del curso académico de 2006-2007 de este Real Centro Universitario. Estar en el Escorial es siempre atrayente, y estar aquí en esta ocasión en particular constituye un doble estímulo. Es un privilegio poder hablar frente a una audiencia tan distinguida como estimulante; hablar brevemente del desafío que ha de afrontar la nueva generación en Europa, este hogar común que estamos construyendo entre todos.

Como ha tenido la gentileza de indicar, Sr. Rector, soy diputado al Parlamento Europeo desde junio de 1979; por tanto, soy uno de los seis supervivientes de las primeras elecciones directas celebradas hace veintiocho años, y, si me lo permiten, hoy tomaré este año de 1979 como punto de partida de mi alocución.

I Unidad y valores en Europa

En 1979 Alemania contaba con muchas personas mayores que podían presentarse a las elecciones al Parlamento Europeo: antiguos Cancilleres, antiguos Primeros Ministros de los Lánder, etcétera. Su avanzada edad -¡yo todavía soy joven comparado con la edad que tenían aquellos venerables políticos en 1979!-, hizo que se acuñara el dicho «Hast du einen Opa, schick ihn nach Europa» (Si tienes un abuelo en casa, mándalo a Europa). Como Presidente del Parlamento Europeo no puedo participar en la política de partidos, pero creo que mi partido acertó al mandar al menos a una persona que no era un abuelo. Aunque ya tenía treinta y tres años, durante algún tiempo fui el miembro más joven del Grupo EPP-ED. Page 18

Si alguien me hubiera dicho en 1979 que iba a participar en una comunidad política y un proceso de toma de decisiones que conduciría a que tres naciones ocupadas por la Unión Soviética -Estonia, Letonia y Lituania-, así como cuatro países del Pacto de Varsovia -Polonia, Checoslovaquia (actualmente la República Checa y Eslovaquia), Hungría y Eslovenia (entonces parte de Yugoslavia)- llegaran a formar parte de la comunidad europea de valores y se convirtieran en Estados miembros de la Unión Europea y a que la reunificación de Alemania se hiciera realidad; si alguien me hubiera dicho en 1979 que nosotros viviríamos estos acontecimientos, mi respuesta habría sido «esto es un deseo, una visión, pero desgraciadamente es poco probable que lleguemos a verlo».

Siempre he estado convencido de que un día el régimen comunista caería, porque el comunismo, como el nacionalsocialismo, es contrario a la naturaleza humana. A largo plazo, el intento de crear un nuevo ser humano estaba condenado al fracaso. Por esto siempre he estado convencido de que un día se produciría el cambio, pero nunca creí que llegara a verlo. Es de capital importancia, tanto a nivel filosófico como espiritual, que haya triunfado la idea de que el ser humano nace con una responsabilidad inherente frente a sí mismo y frente a su comunidad, y que hayan sucumbido aquellos sistemas totalitarios. Es el gran triunfo de nuestros valores.

Esto ha ocurrido en nuestros días gracias al concepto de integración europea. Imaginen que, al final de la guerra, no se hubiera fundado la Comunidad Económica Europea, que más tarde se convirtió en la Comunidad Europea y luego en la Unión Europea. Imaginen que no hubiéramos tenido un sistema de defensa colectiva a través de la OTAN y la UEO. Imaginen que no hubiera habido organizaciones de Estados basadas en valores; en este caso, nosotros, los países de Europa Occidental, no habríamos podido ser un ejemplo para los ciudadanos de Europa Central y Oriental. Por tanto, debemos estar satisfechos y agradecidos de que se haya producido el cambio y de que hoy estos países centroeuropeos sean miembros de la Unión Europea.

En 1979 también era difícil imaginar que al cabo de sólo una generación ya tendríamos el Tratado de Maastricht y la moneda europea. Imaginen la situación catastrófica en que se encontraría hoy nuestra economía si no tuviéramos la moneda única, el euro. Con la incertidumbre y la inestabilidad reinantes actualmente, la existencia de múltiples divisas en la Unión nos habría hecho vulnerables a las Page 19 fluctuaciones y devaluaciones, lo cual habría obstaculizado el crecimiento económico.

II La democracia en Europa

Y tenemos el Parlamento Europeo, la institución en la que he pasado la mayor parte de mi vida de adulto. En los veintiocho años que han pasado desde que fue elegido por primera vez -convirtiéndose en el único organismo parlamentario internacional elegido democráticamente del mundo-, el Parlamento ha pasado de ser un foro principalmente consultivo a ser miembro de pleno derecho en el proceso legislativo europeo. Desde el Acta Única Europea y el Tratado de Maastricht el papel del Parlamento en el proceso de decisión de la UE, antes marginal, ha ido ganando protagonismo. Actualmente los diputados al Parlamento Europeo...

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