Ética pública positiva

AutorSáinz Moreno, Fernando
Páginas517-530

Page 517

1. El sentido de una ¿tiene sentido dedicar algunas páginas en un informe sobre la reforma de las administraciones a la ética pública? sí lo tiene, no tanto para contribuir a erradicar comportamientos abusivos, fraudulentos, prevaricadores, la mayoría de ellos ya tipificados, bien como delitos, bien como infracciones administrativas, como para fomentar una ética positiva, dirigida a reavivar el sentido del servicio público y sus valores, el compromiso con las tareas y funciones del poder público

La tesis, cada vez más extendida, de que la ética nunca sobra, pero que una buena Administración no se logra sólo con comportamientos éticamente correctos, tiene como presupuesto una concepción de la ética como un conjunto de límites negativos, esto es, de principios y de reglas que establecen lo que no se puede hacer, aquellos comportamientos de los que hay que abstenerse. Esa concepción es, sin duda, importante, pero junto a ella existe otra que resalta las exigencias positivas de la ética, aquello que se debe hacer, aquello que los ciudadanos esperan de los funcionarios, su entrega al trabajo bien hecho, a la colaboración leal y eficaz, y, por otra parte, aquello que los funcionarios esperan de los ciudadanos, el reconocimiento social, no sólo económico, de su trabajo. Una actuación ejemplar al servicio de la comunidad en el desempeño de tareas en la Administración no debe ser, según esta nueva concepción de

Page 518

la ética pública, una actividad sacrificada, silenciosa, sumisa ante el superior, vergonzante ante la sociedad. Por el contrario, esta nueva ética exige una actitud combativa, en el buen sentido de la palabra, para el mejor desempeño del servicio, y también para el reconocimiento de su labor realizada, y ello porque no es posible desligar los dos aspectos de la cuestión, el de la ética pública y el de la ética de la sociedad civil.

¿Ética personal o ética de la organización? Los comportamientos éticos son conductas personales, pero también la organización y el contexto social y político en que se producen tienen un valor determinante. De modo que las normas administrativas pueden estimular las virtudes positivas o, por el contrario, favorecer el envilecimiento de las personas. La ética pública exige, pues, normas de organización que favorezcan los valores positivos e impidan o dificulten los comportamientos indeseables, de modo que la ética pública, aun teniendo su base antropológica en la conciencia de cada servidor público, se desarrolla en el seno de una organización cuyas reglas de funcionamiento estimulan u obligan, en ciertos casos, a seguir pautas de conducta determinadas.

2. Compatibilidad entre el desempeño de una tarea en la función pública y la vida personal

No es posible realizar reformas en la Administración que tiendan a fortalecer el comportamiento éticamente positivo de los empleados públicos si no se tiene en cuenta la unidad de la vida humana que impide que se produzca la ruptura total entre la realización de la vida personal y la realización de las tareas que se asumen en la Administración Pública.

Hacer compatible la realización del destino personal de cada individuo con el ejercicio impersonal de una tarea pública, a la que éste dedica gran parte de su mejor tiempo, es un problema fundamental de la ética en la función pública, entendida como ética positiva, el deber de hacer.

Ciertamente, todo trabajo puede ser una carga negativa, pero también puede ser un estímulo positivo si se configura adecuadamente. La reforma de la Administración debe tener en cuenta esto para su buen funcionamiento. Es bien conocida la actitud mental de muchos empleados y trabajadores: «mi vida comienza cuando salgo de la oficina», «cuando salgo de la fábrica»; «a partir de ese momento soy persona», «soy yo»; «antes he entregado mi voluntad, mi trabajo, a cambio de un salario o de un sueldo que necesito para vivir». Es obvio que, para muchos funciona-

Page 519

rios, el ejercicio de su trabajo no es otra cosa que eso. También lo es el hecho de que el ingreso en la función pública no siempre ha sido la respuesta a una vocación, sino a la necesidad de ganarse la vida. Ésta no es, ciertamente, una peculiaridad del trabajo en la Administración Pública, sino también de muchos trabajos que se realizan en la empresa privada.

Pero, en todo caso, las malas consecuencias de esta actitud mental son evidentes y necesitan ser corregidas. La solución al problema que aquí se plantea no se encuentra, sin embargo, en el tratamiento psicológico de los empleados, en una cura médica de la depresión y del desánimo -sin perjuicio de que también sean necesarias, dadas las cifras crecientes de bajas laborales por estas causas-, sino en corregir, en la medida de lo posible, algunas de sus causas, al menos las causas sobre las que la organización administrativa puede intervenir.

Con carácter general, y dentro de los límites de un informe sobre las líneas generales de reforma de la Administración Pública, se recomiendan dos tipos de medidas:

En primer lugar, desarrollar al máximo las medidas que compatibilizan la vida personal y la vida profesional en el ámbito de la función pública, de acuerdo con las directivas y pactos ya convenidos (especialmente en el Acuerdo Administración-Sindicatos para el período 2003-2004 para la modernización y mejora de la Administración Pública). Estas medidas no sólo favorecen la vida personal y familiar, sino que reducen el rechazo a la plena dedicación al puesto de trabajo, al paliar el daño que esa dedicación produce en los ámbitos de la vida personal.

Además, se recomienda rectificar la tendencia a desvincular excesivamente a los empleados públicos de su puesto de trabajo. Esa tendencia, fue impulsada enérgicamente para corregir el vicio de la llamada «patrimonialización» de la función pública, debe hoy atemperarse, porque se está llegando al extremo opuesto de considerarlos simples «piezas intercambiables», esto es, a la despersonalización total de los puestos de trabajo, llevada al extremo de que quienes lo desempeñan sienten claramente que no tienen vinculación afectiva alguna a los mismos, y que no va a quedar ni rastro de su trabajo bien realizado. Un equilibrio entre ambos extremos es importante para el buen funcionamiento de la Administración y para el fortalecimiento de las buenas conductas. No siempre puede lograrse que cada empleado, en la Administración Pública, pueda sentir como propia su actividad, pero, en la medida de lo posible, la organización administrativa debe respetar el sentimiento que tanto estimula a la mayoría de los seres humanos, el de dejar memoria de su trabajo y comprobar que éste ha sido útil para las generaciones suce-

Page 520

sivas. Y ello no sólo porque lo exige la dignidad humana (art. 10 CE), sino porque lo exigen las bases de la ética pública. Se recomienda, por ello, tener en cuenta este factor en las decisiones que se adopten sobre los cambios de personal y de la organización administrativa.

3. Consideración subjetiva: ética de los derechos y deberes estatutarios

Desde el punto de vista personal, la ética pública afecta directamente a la conciencia individual de cada uno de los que participan en el ejercicio de las tareas públicas. Las grandes diferencias materiales que existen entre el contenido de cada una de las tareas no impide, sin embargo, formular consideraciones generales sobre aspectos comunes a todas ellas. Los numerosos códigos de buena conducta o de comportamiento de los empleados públicos contienen amplias directrices generales que en este informe no es necesario ni oportuno analizar. En cambio, sí pare-ce conveniente destacar algunas cuestiones que plantea el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR