La ética de Antígona, las leyes no escritas y el error de Creonte

AutorEusebio Fernández García
CargoUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas17-30

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1. Introducción

Hace ya varias décadas C.M. Bowra comenzaba el Prefacio de su conocido libro La Atenas de Pericles con estas palabras: "son innumerables los

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autores que han estudiado desde todos los ángulos, la historia de Atenas en el siglo V a.C., especialmente en los años centrales asociados a Pericles; puede por ello, parecer innecesario volver a abordar el tema. Y sin embargo, cada generación, involuntariamente, ve el pasado a su manera y halla en él algo aplicable a sus propias necesidades y experiencias. Este continuo cambio de enfoque mantiene vivo el pasado"1. La descripción de las cuestiones que afronta C.M. Bowra en este párrafo es perfectamente trasladable a nuestro tiempo. Y podemos atrevernos a hacer el experimento de sustituir Atenas por la tragedia Antígona, esa obra maestra de Sófocles. Tanto han aumentado en los últimos tiempos los buenos estudios sobre la Atenas de Pericles como lo han hecho los autores y obras consagradas a analizar y valorar el papel y el alcance de la Antígona de Sófocles. Y no hay temporada de teatro en cualquier población importante donde no se represente Antígona. Y por supuesto una Antígona frecuentemente adaptada a las necesidades y experiencias de cada generación, tomada ésta en su enriquecedora diversidad y no como un todo compacto y uniforme. De ahí la pluralidad de interpretaciones que brindan los papeles de Antígona, Creonte o Polinices. Además, como señala C.M. Bowra, este continuo cambio de enfoque mantiene vivo el pasado. Esto parece una apreciación acertada a la que se podría añadir que, en el caso de Antígona, su oportunidad y continua vitalidad se encuentra también en la importancia de las cuestiones que trata y en la riqueza humana de sus personajes. La excelencia de la conciencia moral individual, la necesidad de las leyes y el orden político, la lealtad familiar, los deberes sociales y la obligación política, los condicionamientos del destino, la muerte, la libertad, la desmesura a que puede llegar el gobernante, los peligros del poder político, las atrocidades de toda tiranía, la responsabilidad moral y política, la existencia de leyes morales superiores a las leyes positivas y a los mandatos del poder político o las consecuencias y justificaciones del desafío a la autoridad pública son algunas de las cuestiones contempladas en esta tragedia de Sófocles que contactan con problemas permanentes de la Ética, la Filosofía Política o la Filosofía del Derecho.

Por ello, no debe sorprendernos que existan autores, contemporáneos nuestros, que se identifiquen con Antígona (me parece que los más) pero

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también los hay que piensan que la tragedia, a pesar de su nombre, es la tragedia de Creonte o que éste es el "centro de atención" del poeta2, incluso, quien expresa claras simpatías políticas por Creonte3.

La adscripción de Creonte a la terrible razón de Estado es puesta en duda por Bernard Lévy, al mismo tiempo que Martha C. Nussbaum analiza de manera brillante las relaciones entre la ética griega y la fortuna, dedicando un apartado especial a Antígona, mientras que otros autores ven en el desarrollo argumental de la tragedia de Sófocles los atisbos de la democracia deliberativa4. Ya G. Steiner nos ha puesto al tanto de la variedad de interpretaciones y lecturas que se han hecho de Antígona, insistiendo, por su parte, en que «no es un texto "cualquiera". Es uno de los hechos perdurables y canónicos en la historia de nuestra conciencia filosófica, literaria y política»5.

Respecto al título, podemos adelantar que en este trabajo se quiere ensalzar la actitud ética de Antígona (independientemente de las razones que la sostienen y del alcance y riesgos teóricos que conlleva la referencia a las leyes no escritas, aunque sin poder soslayar esas importantes cuestiones), se desea insistir en los peligros de toda utilización desmesurada y no sujeta a límites y controles morales y jurídicos del poder político y se quiere hacer un pequeño homenaje a la defensa del individualismo moral y al imperativo de la disidencia.

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2. Temas de antígona

Voy a dar por conocida la estructura de la tragedia Antígona. En su lugar voy a seleccionar textos extraídos de tres momentos de su desarrollo. Para un análisis del texto, me parece recomendable dirigirse al tratamiento que han hecho estudiosos insignes de la tragedia griega, y de la aportación de Sófocles a ella, como Karl Reinhardt en su libro Sófocles6o Albin Lesky en su obra La tragedia griega7. Su manera sencilla y concisa de efectuarlo puede ser más recomendable, en un primer momento, que otras interpretaciones más singulares. En cuanto a los párrafos seleccionados en tres lugares de la tragedia, es indudable que el segundo es el que contiene más ideas y cuestiones aprovechables para este trabajo.

  1. Después del diálogo de Ismene y Antígona y de conocer Creonte, por boca de un guardián que alguien ha manipulado el cadáver de Polinices, el Coro, en la Estrofa 1ª, exclama:

    "Muchas cosas asombrosas existen y, con todo, nada más asombroso que el hombre. El se dirige al otro lado del blanco mar con la ayuda del tempestuoso viento Sur, bajo las rugientes olas avanzando, y a la más poderosa de las diosas, a la imperecedera e infatigable Tierra, trabaja sin descanso, haciendo girar los arados año tras año, al ararla con mulos"8.

    A esta referencia de admiración hacia la especie humana y al trabajo agrícola añadirá, en la Antistrofa 1ª el aprendizaje humano de la caza y la pesca, y en la Estrofa 2ª los conocimientos acerca del lenguaje, el pensamiento, las reglas civilizadas del comportamiento y las maneras de protegerse contra las inclemencias del tiempo. Y también se insistirá en distinguir entre el bien y el mal, a la vez que tomará nota de los beneficios de vivir en sociedad, cumpliendo las leyes humanas y las divinas.

    Este acento prometeico puede comprobarse en el texto de la Antistrofa:

    "Poseyendo una habilidad superior a lo que se puede uno imaginar, la destreza para ingeniar recursos, la encamina unas veces al mal, otras veces al bien.

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    Será un alto cargo en la ciudad, respetando las leyes de la tierra y la justicia de los dioses que obliga por juramento. Desterrado sea aquel que, debido a su osadía, se da a lo que no está bien. ¡Que no llegue a sentarse junto a mi hogar ni participe de mis pensamientos el que haga esto!"9.

    Esta teoría optimista sobre la especie humana que aquí desenvuelve Sófocles es análoga a la que encontramos enunciada por el sofista Protágoras, su contemporáneo, en la evocación hecha por él del mito de Prometeo10en el diálogo platónico Protágoras. Resulta paradójico un elogio de la vida política, la existencia de las leyes y la necesidad de obediencia y respeto a ellas en una tragedia que va a girar en torno a las razones para un acto de desobediencia, de tal magnitud, a las leyes emanadas del poder político. Werner Jaeger en su conocida Paideia. Los ideales de la cultura griega, ha comentado al respecto:

    "(primer canto del coro) El coro entona un himno a la grandeza del hombre creador de todas las artes, dominador de las poderosas fuerzas de la naturaleza mediante la fuerza del espíritu y que como el más alto de todos los bienes ha llegado a la concepción de la fuerza del derecho, fundamento de la estructura del estado (...).Y en el ritmo del coro de Sófocles podemos comprobar el orgullo prometeico que domina este primer ensayo de una historia natural del desenvolvimiento del hombre. Pero con la ironía trágica peculiar de Sófocles, en el momento en que el coro acaba de celebrar al derecho y al estado, proclamando la expulsión de toda sociedad humana de aquel que conculca la ley, cae Antígona encadenada (...)"11.

  2. El segundo texto, el núcleo de la tragedia, ya en pleno dialogo entre Creonte y Antígona, contiene la arenga de ésta:

    "No fue Zeus el que los ha mandado (se refiere a los decretos de Creonte) publicar, ni la Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebran-tables de los dioses. Éstas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por ellas de parte de los dioses por miedo a la intención de hombre alguno"12.

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    Sófocles sabe muy bien retratar las dos posturas irreconciliables de Creonte y Antígona. Lo son tanto en el carácter como en la manera de comportarse ante auténticos y trágicos retos a la convivencia y al bien de la polis. Pero también es una lucha entre dos normas éticas, la intemporal amparada por los dioses y la que protege la vida de la ciudad, y dos derechos, el constituido por las normas no escritas y de la tradición familiar y el derivado de los mandatos del soberano. En este punto Sófocles debería haber sabido que estaba aportando a la posteridad un tema de debate moral, político y jurídico que ha continuado hasta el presente. Y, por último, aunque Hegel y muchos de sus seguidores en esta línea, diera lugar a una interpretación preponderante que sitúa en el mismo plano moral a Creonte (pretensiones legítimas del poder político soberano) y a Antígona (pretensiones justificadas en la tradición y el derecho familiar), no parece que ésta sea la última palabra evaluadora. Tras una lectura atenta de la tragedia de Sófocles deberíamos coin-cidir con Albin Lesky en su opinión: "Antígona lucha realmente por las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses, como ella dice, leyes...

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