La estructura de la filosofía jurídica kantiana. Sus orígenes medievales en Escoto y Ockham

AutorJosé Carlos Muinelo Cobo
CargoUNED-Madrid
Páginas291-318

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Este artículo 1 es continuación de otro2 en el que tratábamos de fundar estructuralmente, en razón de presupuestos y categorías medievales, el principio de la filosofía crítica kantiana. En aquél nos centrába- Page 292 mos fundamentalmente en los aspectos epistemológicos de su filosofía, en éste lo haremos especialmente en los aspectos prácticos y jurídicos. Con ambos pretendemos fundar la estructura a priori común que enmarca tanto el orden físico, como el moral y el jurídico de la filosofía kantiana.

Procederemos para ello de la siguiente manera. En primer lugar, tal y como hicimos en el anterior, nos preguntaremos por el comienzo metodológico que estructura la filosofía crítica kantiana. Esto nos conducirá a la idea de representación, y a la necesidad de revisar en las categorías conceptuales de la última escolástica los fundamentos estructurales de este principio. Su estudio nos abrirá dos grandes vías que atraviesan todo el pensamiento moderno hasta Kant. En el estudio anterior nos detuvimos en las implicaciones noéticas de esta doble tendencia (según el más allá o el más acá de la relación sujetoobjeto), en éste trataremos de enfocarlo más desde el punto de vista práctico: hablaremos así de la moral del a priori trascendente y del a priori inmanente. El recorrido por estas grandes líneas doctrinales nos permitirá, por un lado, fundar estructuralmente el principio metodológico kantiano; por el otro, abrir estos presupuestos trascendentales a la experiencia jurídica. Si la transición de la moral al derecho es necesaria en Kant para la coherencia de su empresa trascendental, la aplicación de la estructura fundamental de su filosofía al ámbito jurídico será necesaria para su propia coherencia fundacional. La especificidad jurídica merece asimismo ser recalcada dentro de los principios de la crítica.

La cuestión del comienzo metodológico

Empezábamos aquel artículo mostrando la tensión que mantiene el sistema crítico kantiano entre, de un lado, la intención de construir Page 293 una filosofía capaz de dar cuenta a priori de cualquier posible contenido científico, y, de otro, la influencia empirista que le obliga a tener en cuenta la afección del mundo exterior sobre el sujeto3. Esta tensión mantenía todavía en pie el talón de Aquiles de la crítica kantiana: la afección del sujeto trascendental por la cosa-en-sí, la cual corresponde a una causalidad necesaria, material y eficiente, irreductible a las categorías kantianas. Ésta no se sustentará, sin embargo, durante mucho tiempo, pues Fichte, en nombre del kantismo, condenará y rechazará este leidige Ding an sich. Desde ese momento el desarrollo de la dialéctica idealista alemana no podrá resultar sino fatal para la inspiración de la crítica kantiana. Recusado, como veremos, el fideísmo ockhamista, el sujeto se encontrará investido de toda la realidad posible, auto-constituido de su propia verdad (Warheit), norma y fin de su propia realidad (Entfaltung), alfa y omega del devenir universal. El principio crítico de Kant se encontrará de nuevo reificado, consagrado en mostrar cómo lo otro surge precisamente de la autonomía de lo mismo4. Ahora bien, si esta derivación estaba ya presupuesta en el mismo Kant, no fue ni mucho menos explicitada por él. Para el filósofo de Königsberg, quedaba siempre abierta la cuestión del comienzo metodológico de la filosofía crítica5, pues si bien ésta se presentaba como un idealismo trascendental desde la perspectiva de las categorías del entendimiento, no es menos cierto que la existencia del mundo externo y las impresiones que sufre el sujeto manifestaban la influencia del empirismo confesada por él mismo6.

A la hora de abordar los posibles puntos de partida, a modo de principios metodológicos del sistema crítico que estructuralmente pueden concurrir en atención exclusiva a la obra crítica kantiana7, cabe encontrar estos tres: por un lado, la conciencia trascendental, la cual extrema la importancia del sujeto, conciliándose bien con las expectativas idealistas, toda vez que el Dios medieval y racionalista ha encontrado un sustituto perfecto en el Espíritu activo; por el otro, el mundo extramental, lo que permite hacer justicia a la influencia empirista, reflejada en la permanencia de la afección de la cosa sobre la sensibilidad; por último, la representación, el esse objectivum, entidad cognoscitiva intermedia entre sujeto y mundo. Pues bien, los dos primeros vimos cómo no cumplen por sí solos las condiciones impuestas por el criticismo al conocimiento: (1) en primer lugar, que el conocimiento objetivo no puede ser obra del sujeto aislado, ya que todo conocer es sintético, y precisa, además de la forma subjetiva, de una materia proveniente de las afecciones de la sensibilidad por el Page 294 mundo externo; (2) y en segundo lugar, que el conocer debe ser inmanente al sujeto, estando sometido a su legislación, es decir, que el yo debe establecer las condiciones de posibilidad desde las cuales puede darse un mundo para nosotros. Bajo estas condiciones, el único punto de vista a partir del cual cabría abordar la filosofía crítica no puede ser otro que el de la representación, es decir, el objeto inmanente del conocimiento8.

Pues bien, nuestra tarea en aquel artículo consistía en tratar de justificar cómo este punto de partida estaba ya fundado estructuralmente en la filosofía escotista y ockhamista, y cómo su adopción obedecía a las consecuencias lógicas de un pensamiento que fluye por todos los pensadores modernos. En esta evolución se vio plasmada nuestra tesis que considera la filosofía crítica kantiana como el punto culminante de un apriorismo racional axiomático tanto en el ámbito del conocimiento como en el práctico. En éste recuperaremos igualmente las estructuras conceptuales fundamentales que explican esta evolución desde la última escolástica, pasando por el racionalismo cartesiano, hasta el criticismo trascendental kantiano, para llevarlo ahora al ámbito práctico-jurídico con el fin que de que se vea ampliada a todos los ámbitos de la experiencia la estructura que funda los presupuestos trascendentales. Son las siguientes: (1) la distinción formal ex natura rei; (2) la doctrina del ser objetivo (esse objectivum); (3) la hipótesis del poder absoluto de Dios (de potentia absoluta dei)9. Éstas nos permiten observar las dos grandes líneas que, con desigual fortuna, han atravesado toda la filosofía moderna, erigiendo la hipótesis ockhamista en principio de ´natura rerumª, al reificar lo que no era sino una hipótesis o supuesto metodológico en Ockham en un principio de naturaleza dado. Ésta adoptará dos formas: la de una metafísica Page 295 racionalista de la omnipotencia divina, para la cual la filosofía llamada ´clásicaª10 representa el punto culminante, o bien la de una forma puramente crítica, en la que la empresa kantiana marca el término último. Se podría incluso hablar de un solo movimiento ockhamista cuyos representantes, por un lado, trataron de evitar los escollos de la hipótesis ockhamista, integrándola en una síntesis agustiniana, tradicional y rasurada (Descartes, Malebranche, Leibniz y Berkeley), y por otra parte los que explicitaron de una manera cada vez más radical las consecuencias críticas de la distinción formal ex natura rei en detrimento de toda metafísica y teología posibles (Guillermo de Ockham, Nicolás de Autrecourt, Hume y Kant)11. Los segundos presuponen a los primeros, puesto que no hacen más que reconocer la imposibilidad de principio de la empresa de aquéllos, al recoger la más estricta estructura ockhamista y al alejarse de cualquier vía metafísica o teológica que recurriese a la infusión directa por parte de Dios del ser objetivo de las ideas en el alma y, por tanto, que redujese la autonomía del sujeto, muy comprometida por la metafísica clásica. Aquí se encontrará el punto de inversión a la estricta filosofía ockhamista. Será esta, en todo caso, la vía que culmina el principio metodológico del criticismo kantiano12.

Las estructuras conceptuales en el pensamiento medieval

En relación con el análisis de cada una de estas estructuras conceptuales, lo primero que hay que recordar es que (1) la famosa distinción lógico-formal ex natura rei constituye la clave maestra que guía toda esta ´revolución silenciosaª13 del pensamiento moderno que conduce desde la comprensión de los conceptos mayores de la filosofía (ser, verdad, bien, justicia, etc.) según una lógica analógica14 apoyada en Page 296 la doctrina aristotélico-tomista de las distinciones: real, virtual, de razón razonada (ratiocinata) y de razón razonante (ratiocinantis) a una comprensión de los mismos conforme a la lógica unívoca escotista15. En este sentido la línea doctrinal aristotélico-tomista había definido dos clases de distinción, paralelas a la división del ser en real y de razón. La distinción real expresa, anteriormente al acto de la inteligencia que las constata, una ausencia de identidad real entre dos cosas o entre dos componentes sustanciales de una cosa; la distinción de razón se produce por la operación del intelecto y no se encuentra en la cosa real. La distinción real se divide en absoluta y modal, como la distinción de razón se divide en distinción de razón razonada y de razón razonante. øCabría entre estos dos tipos de distinción un tipo intermedio? No, responden los aristotélicos, pues al igual que no hay tertium quid entre el ser real y el ser de razón, no hay tampoco tertium quid entre la distinción real y la distinción de razón. No existe otra distinción que la que la inteligencia constata en la realidad o constituye en la razón16. Escoto, sin embargo, abre una nueva división, al añadir a las distinciones real y de razón una intermedia distinción formal, que asegura...

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