Estrategias e innovación en los gobiernos municipales

AutorValentín Merino Estrada
CargoSecretario General del Ayuntamiento de Valladolid
Páginas237-250

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Ver nota 1

I La nueva dimensión estratégica de los gobiernos locales
1. Fuertes ante la globalización

Hasta comienzos de los años 80, en el pasado siglo, era opinión difundida entre la ciencia política europea que la política local era de carácter residual, centrada en la mera gestión de asuntos concretos. Al finalizar el siglo ya era dominante la corriente científica que resalta el rol político y la relevancia de lo municipal en los sistemas político-administrativos continentales.

En sistemas caracterizados por una larga y sólida tradición centralista, el poder municipal aparecía como ámbito de gestión doméstica subordinada. La crisis de esta visión se produjo en las últimas décadas del siglo XX como efecto de los nuevos desafíos generados por la globalización. La nueva dimensión política y estratégica de los gobiernos locales se relaciona pues con la sociedad abierta.

Los gobiernos municipales están siendo más valorados en la medida en que la sociedad y en sistema perciben su utilidad para hacer frente a los retos de la globalización.

La nueva sociedad abierta y globalizada es una sociedad urbana.

Precisamente en este año 2007, según datos de Naciones Unidas, y por primera vez, la población urbana superará a la rural en todo el mundo. Pero, según las mismas fuentes, en el 2050, las dos terceras partes de la humanidad vivirán en áreas urbanas. El mundo vive un proceso de urbanización acelerado y estamos ante el comienzo del absoluto predominio de las grandes metrópolis.

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En España, la década de los 70 marcó el definitivo predominio de la población urbana sobre la rural y la de los 90 el predominio de las grandes ciudades. Al comenzar el nuevo siglo, un 50% de la población residía ya en las 17 primeras grandes urbes. A los fenómenos metropolitanos de rango inter-nacional o nacionales ya consolidados, se han añadido otros nuevos: ciudades que, como Zaragoza o Valladolid, crecieron fuertemente sobre sí mismas en los años 60 a 80, pero que actualmente son ya el centro de nuevos espacios metropolitanos, que tienden a absorber poblaciones regionales.

Pues bien, a pesar de lo abultado de las cifras, la importancia real de lo urbano y de la ciudad en la sociedad globalizada es mucho mayor. El peso cualitativo de la Ciudad es mayor que el cuantitativo.

En primer lugar, porque la gran ciudad vierte hacia el exterior numerosos flujos que afectan a grandes espacios abiertos, no sólo en cuanto el fenómeno residencial, sino a todos los problemas sociales. Las oportunidades y los problemas que genera la gran ciudad no conocen de términos municipales, se transmiten a zonas de influencia de difícil delimitación2.

En segundo lugar, las grandes ciudades son elementos nodales de las redes de infraestructuras nacionales e internacionales. Conforman nódulos que articulan el sistema de flujos nacional, continental y mundial. A través de los intercambios entre ciudades se conforma un sistema más o menos jerarquizado, aunque flexible. Para tratar de tomar posiciones de ventaja, compiten entre ellas y al mismo tiempo establecen relaciones de complementariedad. Así se manifiesta la creciente interdependencia característica de la globalización en todos los órdenes.

En tercer lugar y como efecto de lo anterior, la dinámica y la cultura urbanas dominan el mundo. En una sociedad sin barreras a la comunicación, las formas de vida urbanas se extienden a todos los rincones del planeta3.

En la sociedad abierta, personas, bienes e información circulan a través de redes, cuyos ejes nodales son las grandes ciudades. En los espacios urbanos se produce el encuentro. Las corrientes y los flujos son mundiales. El «encuentro» se produce en la ciudad. Allí surge el entendimiento o el conflicto.

La verdadera globalización social y cultural acontece en la ciudad, que es el espacio de relación y encuentro, de formación de amistades y enemistades entre personas de muy diferente origen. Las ciudades se encuentran ante un fenómeno con nuevas dimensiones, y del tipo de acción colectiva que triunfe en cada una de ellas, así como de las posibilidades de actuación de los

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gobiernos locales, no sólo dependerá el futuro de la ciudad, sino la convivencia del planeta, que es cada vez más un sistema de articulación de ciudades. Por ello se ha dicho que la globalización emerge de lo urbano4. Y de alguna forma, de la dirección de los procesos de cambio en las grandes ciudades dependerá la configuración de la sociedad mundial.

La globalización de la ciudad y de lo urbano presenta una doble cara. Tiene para las ciudades y los ciudadanos consecuencias muy positivas y al tiempo otras claramente destructivas. La concentración de personas, bienes y servicios genera oportunidades y también riesgos. Las oportunidades convierten a las ciudades en polos de atracción para la llegada de grandes masas, que ya no proceden de entornos próximos, sino de todo el mundo. Que se asientan o simplemente circulan y se renuevan con inusitada rapidez. Los servicios crecen y mejoran. Pero con frecuencia los problemas lo hacen con mayor dinamismo. El encuentro entre culturas es enriquecedor, pero también genera nuevos conflictos y agrava los típicamente urbanos. Así se conforma una gran paradoja: cuando las grandes ciudades ofrecen servicios de calidad y un nivel de oportunidades «envidiable», la insatisfacción de muchos ciudadanos se muestra patente. Y es que los grandes problemas globales -movilidad, deterioro ambiental y seguridad ciudadana-, tan presentes en las grandes ciudades, generan tensiones e impiden disfrutar de las oportunidades y del bienestar que muestra la oferta urbana.

Las ciudades se han ido haciendo más importantes, a medida que los estados se muestran inoperantes para manejar las tendencias globales y dominar la creciente interdependencia en el mundo. La volatilidad de los mercados financieros; los riesgos medioambientales; la criminalidad organizada y el blanqueo de dinero escapan al control de los estados. Pero también se les escapa el control y la solución a los problemas que aparecen en las áreas urbanas.

Por su receptividad, adaptabilidad y capacidad de intermediación, el municipalismo se encuentra perfectamente posicionado como organización para dar respuestas a los problemas «globales».

Los gobiernos locales, respecto a los estatales y regionales, no sólo tienen la ventaja de su mayor capacidad de representar los intereses y responder a las expectativas ciudadanas. También tienen la ventaja que les otorga su mayor flexibilidad y adaptación a los constantes cambios en la oferta y la demanda provocados por la interactividad entre los crecientes flujos que circulan en un sistema mundial abierto, articulado precisamente por las grandes ciudades.

Destaca también la función aglutinadora, impulsora y generadora de confianza que puede desempeñar el liderazgo del Alcalde.

Al asumir las ciudades una renovada importancia en el sistema global, también cambia el papel de los alcaldes. Los de las grandes urbes logran

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proporcionar una especie de liderazgo personalizado que puede ser esencial a la hora de impulsar programas y de mejorar la imagen de la ciudad.

El liderazgo del Alcalde es un factor muy positivo a la hora de «gestionar» las dinámicas urbanas en un contexto global.

La innovación, los cambios culturales y los «compromisos» sólo son posibles a impulsos de un liderazgo fuerte que contribuye a vencer las inercias, las resistencias y la apatía. Un «compromiso» estratégico formulado por un Alcalde fuerte ante la ciudadanía tiene un poderoso efecto movilizador.

El municipalismo dispone pues de una posición ventajosa para hacer frente a los problemas de la sociedad abierta. Para que esa potencialidad se haga efectiva, es necesario que el gobierno local adopte una posición estratégica. Como también es necesario que disponga de un contexto institucional favorable. Que el sistema político-administrativo en su conjunto reconozca esta realidad y le encomiende la gestión de un importante bloque de políticas públicas; que le dote de competencias y potestades.

En España, el municipalismo democrático ha tenido un importantísimo papel en el desarrollo y en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. También ha asumido con decisión y notable claridad la nueva dimensión política y relacional, en el contexto de la sociedad abierta.

Tras las primeras elecciones municipales de 1979, los nuevos Ayuntamientos...

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