Epílogo

AutorIsaac Tena Piazuelo
Cargo del AutorCatedrático de Derecho civil de la Universidad de Zaragoza
Páginas2671-2672
2671
EPÍLOGO
Quienes se dedican a la tarea de escribir, cuando su cometido habitual
es tal vez el de investigar y enseñar, seguramente encuentran alguna
desazón al tener que redactar unas líneas sobre prolegómenos, preám-
bulos, o prólogos: no suele ser un terreno transitado con frecuencia,
por lo que prologar ocasiona cierta desazón. También es mi caso, y me
gusta recordar al respecto una hermosa idea de J. L. Borges (“Que yo
sepa, nadie ha formulado hasta ahora una teoría del prólogo…”), muy
conveniente como eximente o atenuante cuando el dichoso prólogo no
es lo que se quería, ni lo que esperaban quienes lo hayan solicitado. En
trances semejantes, también me gusta recordar (sigue siendo otra for-
ma de excusa) que el de prologar constituye un arte difícil, que debería
ir adquiriéndose de manera natural conforme pasan los años (aunque
no estoy seguro de que sea verdad): sucede más bien al revés, según se
van acumulando en la experiencia profesional, aumenta la probabili-
dad de vernos en semejante trance. Con estas y otras reflexiones, pen-
saba que había logrado alguna licencia en la empresa complicada de
prologar, y he aquí que ahora tengo que idear ¡una especie de epílogo!
Al darle alguna vuelta a la cuestión, creo haber descubierto tras sucesi-
vos intentos que “epilogar” (puede decirse así) constituye un más difícil
todavía respecto del ejercicio de prologuista. Es así de verdad tanto
formalmente, como por el mismo epílogo en particular que ahora ten-
go que pergeñar. Cabe recurrir al auxilio seguro del Diccionario de la
Academia de la Lengua, que en la primera de las acepciones de “prólo-
go” señala: “Texto preliminar de un libro, escrito por el autor o por
otra persona, que sirve de introducción a su lectura”. Fácilmente se
infiere que el prólogo es como una especie de saque de honor para un
evento que se puede contemplar desde la distancia. Sin embargo, el
epílogo no, supone una recapitulación al concluirse algo que se supone
conocido. Ofrece una despedida con la que poner punto final a una
obra. De tal modo que, a mí me da esa impresión, el epílogo entraña
un mayor compromiso pues el prologuista suele estar con las manos en
la masa. Y aquí estamos, con el epílogo de una obra enciclopédica tan-
to por su extensión, como por la variedad de sus contenidos.

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