Empresas sociales: identidad y experiencias en el País Vasco

AutorAitziber Mugarra Elorriaga/Marta Enciso Santocildes
Cargo del AutorProfesora titular de Economía Aplicada/Profesora encargada de Economía Aplicada. Facultad de Derecho. Universidad de Deusto
Páginas97-110

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Si tomamos como referencia las estadísticas económicas de nuestro entorno más cercano, y concretamente las del País Vasco, calificaríamos nuestra comunidad sin ningún tipo de dudas como desarrollada, avanzada y con un alto nivel de vida. Los indicadores-tipo que reflejan el grado de bienestar de una sociedad, tales como renta per cápita, empleo, tasas de escolarización y educación en general, número de camas hospitalarias o médicos o la esperanza de vida, por citar sólo algunos, avalan esta aseveración1. Paradójicamente, también en esta sociedad desarrollada se producen situaciones de pobreza y exclusión, que tampoco pueden ser olvidadas.

Europa, y también nuestra Comunidad Autónoma, en este momento se encuentra inmersa en un profundo cambio social y económico. Los datos sobre calidad en el empleo, pobreza, exclusión y envejecimiento de la sociedad están produciendo unas necesidades importantes de prestación de servicios asistenciales e inclusión en la sociedad.

Así por ejemplo, en el País Vasco, si bien según el último informe de la Caixa, es la segunda Comunidad de España más rica, se calcula que unas 47.000 familias se encuentran en algunas de las clasificaciones de pobreza2. Los datos de empleo nos sitúan en el pleno empleo técnico, si bien los bajos salarios (el fenómeno del mileurismo, por ejemplo), la inestabilidad y la rotación en los puestos, provocan situaciones de incertidumbre. Se producen problemas relativos a vivienda y equipamiento, incapacidad para hacer frente a los gastos corrientes de alimentación o vestido o situaciones de exclusión social. Existen personas que se encuentran en una zona de grave riesgo dentro de colectivos de mujeres, jóvenes, ancianos, familias monoparentales, parados de larga duración, inmigrantes, seropositivos, minusválidos, minorías étnicas, y un larguísimo etcétera. Y, según el último informe de Cáritas, laPage 98 pobreza tiene rostro femenino, con hijos, cabeza de familia en hogar monoparental y en paro3.

En algunos casos se trata de colectivos cuya inclusión en el mercado laboral resulta especialmente difícil y en otros casos son sujetos necesitados de la recepción de servicios asistenciales: sanitarios, educativos, culturales... Y en algunos casos ambas necesidades coinciden.

Ante estas situaciones nos debemos preguntar cómo subsanar esos desequilibrios. Se presentan diferentes teorías e ideologías de base, diferentes sistemas legales, iniciativas y experiencias diversas, y se nos plantea el papel que cada uno de los agentes sociales debe desarrollar para paliar estas situaciones: el Estado, la iglesia, la ciudadanía, el voluntariado, las empresas en general.... La cuestión relativa al coste y la financiación subyace también en la base del problema.

En nuestro entorno, la decisión en cuanto al modo de cubrir dichas necesidades, es decir, por parte del Estado directamente o a través de otros agentes, y en qué medida, resulta de primer orden. Debido a las crisis económicas y los cambios ideológicos, cada vez de manera más extendida se entiende que la intervención pública y la protección estatal deben por lo menos reconsiderarse. Ello no sólo implica una posible reducción de la protección social, sino una disminución de los recursos dedicados, una revisión de los criterios de asignación y un mayor protagonismo de la sociedad y entes privados.

Una de las opciones que se han desarrollado como solución a los problemas antes descritos es la llamada inserción por el trabajo tanto de los llamados discapacitados físicos, psíquicos o sensoriales como los denominados «discapacitados sociales». Y para ello en nuestro entorno se han desarrollado iniciativas para la inserción de colectivos desfavorecidos bajo fórmulas societarias muy diversas: Asociaciones, Fundaciones, Cooperativas de Trabajo Asociado, Sociedades Laborales e incluso sociedades de capital.

Por otro lado, encontramos una serie de necesidades sociales de tipo sanitario, cultural, asistencial en general, para ciertos colectivos como ancianos, jóvenes, drogadictos, familias monoparentales... Estos servicios se encuentran cada vez en menor medida prestados por el Estado de forma directa, efectuándose dicha prestación a través de una gestión privada. Se trata, por tanto, de entidades que persiguen fines de interés general gestionando servicios sociales, educativos o socio-asistenciales.

Dado el mayor protagonismo que está cobrando el sector privado, cabe también preguntarse el tipo de empresas o entidades que pueden ser más adecuadas para desarrollar estas actividades. Encontramos diferentes denominaciones tales como empresas solidarias, sociales, alternativas, de inserción, de inserción social o de inserción socio-laboral. En el caso de las cooperativas, se habla de cooperativas de ini-Page 99ciativa o de integración social. La doctrina más clásica las entiende como agrupadas dentro del concepto de Economía Social4 o Tercer Sector5, en un primer momento entendidas como sinónimas. Estas denominaciones agrupaban diferentes tipos jurídicos, si bien comparten una serie de valores y además han demostrado ser eficaces a los efectos que nos ocupan.

Podríamos tomar a las cooperativas como paradigma, si bien algunas de las características o efectos que mencionaremos son aplicables a algunos de los otros tipos jurídicos. Se trata de un tipo de empresa, la cooperativa, centrada en la persona, basada en una serie de valores y principios de funcionamiento, como gestión democrática, preocupación por el medio ambiente y el entorno, o intercooperación6. Ello da lugar a un tipo de empresa con una serie de efectos positivos a nivel social y económico que han sido comprobados y contrastados empíricamente.

En primer lugar, se trata de entidades que han demostrado una mayor resistencia ante las crisis que una empresa tradicional, pues buscan el interés de los socios trabajadores y se identifican en mayor medida con su entorno. Asimismo se ha comprobado su carácter contracíclico, de forma que crea empleo o destruye menos empleo en época de crisis que la empresa tradicional. En materia de empleo son empresas que crean y mantienen más empleo que otros tipos empresariales, y en general, generan mayor riqueza y distribuida de manera más equitativa en el área geográfica en que están asentadas.

Otros aspectos positivos del cooperativismo y la Economía Social se refieren a la generación de un desarrollo que tiende a ser más armónico y equilibrado, pues se trata de empresas que se anclan en un entorno social y geográfico determinado, con la idea de servir al individuo a largo plazo. También en el orden económico son catalizadoras de la reactivación económica en ámbitos diversos como el rural o zonas desindustrializadas o en declive industrial.

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En el terreno del desarrollo local y regional o de la inclusión en el mercado de colectivos menos favorecidos como jóvenes, mujeres, desempleados de larga duración, su eficacia ha sido también demostrada. En muchas ocasiones cubren una demanda no cubierta o cubierta de forma incorrecta por el mercado, como puede ser el caso de los servicios sociales ante la retracción de la protección del Estado de bienestar o el incremento de situaciones de pobreza y exclusión social. Y por último, sin ánimo de exhaustividad, se puede resaltar que son empresas respetuosas con el medio ambiente y, en general, con su entorno.

Pero este tipo de entidades también presenta una serie de efectos sociales, pues las cooperativas se encuentran más en sintonía con una sociedad más participativa y democrática, liderada por los ciudadanos, sustentada en unos principios éticos. En esa sociedad los ciudadanos pueden ser protagonistas de su propio desarrollo, con correcciones introducidas por la acción de fomento y apoyo del Estado.

En cuanto a la cuestión terminológica, como resumen, podemos decir que encontramos dos modelos: el europeo continental de origen francés, trasvasado a Canadá y América Latina (con sus matizaciones), en el que se utiliza la expresión Economía Social y Tercer Sector como sinónimos e incluye a las cooperativas, mutualidades y las asociaciones7, por un lado, y por otro, el modelo NPO (non-profit sector o nonprofit organizations), de origen anglosajón de fuerte implantación en Estados Unidos, donde se encuadran organizaciones que cumplen ciertos requisitos (según el modelo establecido por la Universidad Johns Hopkins y su prestigioso estudio al respecto):

* Privadas, es decir, separadas por tanto del sector público, de manera que no pertenezcan a una estructura pública, ni que desde lo público se interfiera en su gestión.

* Formalmente organizadas, con un cierto grado de institucionalización, no admitiéndose como parte de este concepto el denominado sector informal.

* Con capacidad de autogobierno, es decir, sin injerencias de ningún tipo de entidades externas.

* De carácter altruista, tanto en la movilización de recursos económicos como de trabajo.

* Sin ánimo de lucro, y en las que no se pueden distribuir beneficios entre las personas que las controlan sino destinarse éstos al cumplimiento de sus fines o a la ayuda de personas que no ejerzan ningún tipo de control sobre la organización.

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Pero no sólo se debe establecer la delimitación conceptual del Tercer Sector respecto de la Economía Social, sino de otros términos que en ocasiones se han usado como sinónimos o similares. Efectivamente, se habla también de sector voluntario, sector asociativo, sin ánimo de lucro, sector independiente, sector informal, sector dedicado a obras de caridad o sector caritativo, sector libre de impuestos o sociedad civil, sector de las organizaciones no gubernamentales, sector intermedio, sector de entidades no lucrativas, sector de actividades filantrópicas. Muchos de estos términos hacen referencia a alguna de las características que se atribuyen al Tercer Sector, sin que ninguna de ellas sea suficiente para definirlo.

Pero también encontramos particularidades si el estudio se realiza...

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