Competitividad empresarial y políticas de flexiseguridad en el contexto europeo

AutorIgnacio Camós Victoria
Páginas21-47

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1. El marco político legislativo europeo en materia laboral en el que aparece la política de flexiseguridad

La política europea de flexiseguridad se configuró en su versión más moderna en un contexto político-legislativo europeo marcado por la denominada Estrategia de Lisboa cuyo objetivo era convertir la economía de la UE -en el horizonte del año 2010- en la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de favorecer un crecimiento económico duradero acompañado por una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y una mayor cohesión social.

La realización de este ambicioso objetivo requería apostar por una estrategia global, articulada sobre tres ejes: preparar la transición hacia una sociedad y una economía fundadas sobre el conocimiento por medio de políticas que cubran mejor las necesidades de la sociedad de la información y de la investigación y desarrollo, así como acelerar las reformas estructurales para reforzar la competitividad y la innovación y por la conclusión del mercado interior; modernizar el modelo social europeo invirtiendo en recursos humanos y luchando contra la exclusión social; y mantener sana la evolución de la economía y las perspectivas favorables de crecimiento progresivo de las políticas macroeconómicas.

En el origen del diseño de esta Estrategia es necesario tener en cuenta dos hechos fundamentales: de un lado, la emergencia de una muy importante conciencia durante la segunda mitad de la década de los años ochenta y

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durante toda la década de los noventa sobre la importancia de la economía o sociedad de la información; y, de otro, los avances y progresos en este ámbito y en variables macroeconómicas apreciables en Estados Unidos que había sabido aprovechar la denominada revolución digital para estar en una posición mejor, desde el punto de vista competitivo, ante la globalización.

Así, el libro blanco sobre Crecimiento, competitividad y empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo XXI cuyo origen se remonta el Consejo Europeo de Copenhague de junio de 1993 que dio un mandato a la Comisión Europea para elaborar este Libro Blanco ante la necesidad de combatir el desempleo dada su magnitud y consecuencias. Tal y como se establece en el preámbulo de este libro, éste “pretende nutrir la reflexión y colaborar en la toma de aquellas decisiones —descentralizadas, nacionales o comunitarias— que nos permitan sentar las bases de un desarrollo sostenible de las economías europeas con el fin de poder hacer frente a la competencia internacional, creando al mismo tiempo los millones de puestos de trabajo necesarios”.

Tal y como se pone de manifiesto en este Libro blanco, al hacer una radiografía de la situación de la UE y su evolución: “en veinte años, la tasa potencial de crecimiento anual de la economía europea ha bajado (de alrededor del 4 % a alrededor del 2,5 %); el paro aumenta de forma continua de ciclo en ciclo; la tasa de inversión ha bajado cinco puntos; nuestra posición relativa frente a Estados Unidos y a Japón se ha deteriorado en lo que se refiere a: empleo, cuotas de mercado en el exterior, investigación y desarrollo e innovación y su traducción en la oferta inmediata, el desarrollo de nuevos productos” (Comisión Europea 1993, p. 9).

Aunque se es consciente de que la UE ha cambiado mucho, se considera que el mundo ha cambiado más y que la UE ha perdido o está en riego de perder fuerza como región frente a otros competidores. Es en este contexto en el que se observa una muy presente preocupación por la pérdida de competitividad, más allá de los ciclos económicos, frente a economías como la de Estados Unidos y/o Japón, en términos de variables tan heterogéneas como son el empleo, cuota de mercado en el exterior, I+D o el desarrollo de productos.

El cambio de escenario en términos geopolíticos, demográficos, técnicos y financieros en el que está inmerso el mundo exigía a la Unión Europea, por aquel entonces todavía Comunidad Europea, adoptar un cambio de rumbo capaz de aprovechar esta coyuntura para combatir, con fuerza, el desempleo, abogando por un replanteamiento de las políticas de empleo en el marco de una economía más sana, abierta y descentralizada que se apoye en la creación de un entorno más favorable para la competitividad de las empresas (Comisión Europea 1993, p. 10).

Fue precisamente para la consecución de este salto cualitativo que se abogó por introducir cambios, avanzando en tres direcciones, para aprovechar las

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potencialidades de la creación de un gran mercado. La primera tenía que ver con el corpus de reglas (legislación, normas, estándares, procesos de certificación) que garantizan el buen funcionamiento del mercado, no sólo en su configuración inicial, también respecto a su evolución, defendiéndose una nueva cooperación entre las administraciones en la fase de elaboración y seguimiento de las legislaciones. La segunda tiene que ver con las empresas, especialmente pequeñas y medianas empresas y la necesidad de facilitar la inserción de estas empresas en el mercado global. Se consideró que la introducción de modelos de flexibilidad para las grandes sociedades, son también, y cada vez más, un factor de competitividad para éstas, a través de la externalización y la subcontratación. En tercer lugar, se abogó por acelerar el establecimiento de las redes transeuropeas de infraestructuras que permitieran no sólo circular mejor, de forma más segura y barata, especialmente con el Este, también ordenar el territorio europeo (Comisión Europea 1993, p. 14-15).

Centrándonos en las cuestiones vinculadas al empleo y al mercado de trabajo, constatado que el aumento de la riqueza no ha significado o no se ha trasladado en un incremento notable del empleo, a pesar de que un análisis por país permitiera observar comportamientos muy diversos, se abogó, entre otras cuestiones, por aumentar la flexibilidad externa e interna ya fuera a escala europea como nacional al considerar que las rigideces del mercado de trabajo fueron las causantes de gran parte del desempleo estructural europeo. En definitiva, se abogó por una completa renovación de las políticas de empleo, apostando por la inversión en los recursos de mano de obra, previniendo la aparición del paro de larga duración, un notable reforzamiento de los servicios públicos de empleo y la apuesta por acciones a favor de los jóvenes, mediante, por ejemplo, acceso todos a una formación reconocida, acompañada o no de una estancia en una empresa. (Comisión Europea 1993, p. 20).

La Estrategia de Lisboa fue objeto de revisión en el año 2005, a raíz del Informe del Grupo de Alto Nivel presidido por Wim Kok, conocido como informe Kok. El primer ministro neerlandés fue nombrado para dirigir un grupo de expertos independientes encargado de examinar los primeros cinco años de aplicación de la Estrategia de Lisboa. La valoración que este grupo hizo de los cinco primeros años de la Estrategia de Lisboa era crítica, ya que si bien seguían siendo válidos los objetivos fijados en la misma, así como el horizonte 2010, se consideró que los logros hasta entonces alcanzados eran algo 'decepcionantes' que se explican, en gran parte, por un programa excesivamente cargado, una coordinación deficiente y unas prioridades contradictorias. Pero la principal responsabilidad hay que buscarla en la ausencia de una acción política decidida (Kok 2004, p. 5).

La idea o noción de flexiseguridad apareció por primera vez, de forma expresa, en la UE en el marco de las las directrices para las políticas de empleo

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de los Estados miembros para el período 2005-2008. Directrices que reunían en un texto único las Orientaciones generales de política económica (OGPE) y las directrices de empleo. Constituían el instrumento político principal para el desarrollo y la aplicación de la Estrategia de Lisboa.

Con anterioridad a esta fecha, en las directrices correspondientes al año 2002, ya se invita a los interlocutores sociales a negociar y poner en práctica, en todos los niveles, acuerdos para modernizar la organización del trabajo, incluidas las fórmulas flexibles de trabajo, con el fin de lograr que las empresas sean productivas, competitivas y adaptables a los cambios industriales (así como de) alcanzar el equilibrio necesario entre flexibilidad y seguridad.

De hecho, tal y como señala Catherine Barnard, la Unión Europea en la época del Tratado de Amsterdam ya había situado su foco de atención en la flexibilidad de las empresas junto con la seguridad de los trabajadores, es decir, la flexiseguridad (Barnard 2006, p. 57). Así, no son pocos los documentos anteriores al año 2000 en los que aparece citada la idea de la flexiseguridad, como por ejemplo en el Libro Verde Cooperación para una nueva Organización del Trabajo (Comisión Europea 1997b), donde se invitaba a los interlocutores sociales, las autoridades públicas y otros organismos interesados a hacer aportaciones en la idea de avanzar hacia un marco para estimular a las empresas europeas para que favorezcan que la organización del trabajo sea más flexible y al mismo tiempo mejorar la seguridad de los trabajadores, al ser considerada la búsqueda de un equilibrio entre flexibilidad y seguridad como un tema clave tanto para los trabajadores, como para la administración, los agentes sociales y los políticos en el contexto de una...

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