Educación inclusiva en la Universidad: el papel del profesorado

AutorCecilia Simón Rueda - Rafael Carballo Delgado
Páginas99-120
EDUCACIÓN INCLUSIVA EN LA UNIVERSIDAD:
EL PAPEL DEL PROFESORADO
cecilia simón rueda
raFael carBallo delgado
Cada una de las personas que conforman la comunidad universitaria tiene
un papel importante a la hora de hacer realidad el derecho a una educación in-
clusiva de todo el estudiantado en una etapa educativa tan relevante como es la
de la educación superior. El profesorado es una de ellas y, entre sus funciones,
están las relacionadas con ofrecer una respuesta educativa de calidad a todos
los alumnos y alumnas. Por ello, se debe partir de una premisa: el estudiantado
es diverso y sus necesidades también. Esto supone que el docente tiene que
disponer de competencias que le permitan articular con equidad el aprendizaje
y la participación de todos ellos y ellas, en el marco de la red de apoyos que la
Universidad debe construir dentro y fuera de los centros. ¿Qué se espera del
profesorado?, ¿de qué competencias estamos hablando y cómo contribuir a
mejorar su práctica docente en un contexto complejo como es el de la Universi-
dad? Estas cuestiones son las que guiarán las reexiones que se presentan en
este capítulo.
1. LA EDUCACIÓN INCLUSIVA COMO RESPONSABILIDAD COLECTIVA
La educación inclusiva es un derecho de todo el alumnado a lo largo de todas
las etapas educativas y, en este momento, se reconoce como un reto internacio-
nal. De hecho, es el Objetivo nº 4 de los 17 recogidos en la Agenda 2030 para
el Desarrollo Sostenible aprobada por la ONU en 2015 1: “Garantizar una edu-
cación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendiza-
je permanente para todos”. Esto supone atender a todas las etapas educativas,
entre ellas la educación superior. Así, entre las metas para alcanzar este objeti-
vo se encuentra: “4.3. De aquí a 2030, asegurar el acceso igualitario de todos
los hombres y las mujeres a una formación técnica, profesional y superior de
calidad, incluida la enseñanza universitaria”. Pero la educación es una respon-
1 https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/education/
100 Cecilia Simón Rueda y Rafael Carballo Delgado
sabilidad compartida. Si bien los gobiernos son los principales responsables de
ella, todos los actores, no solo los docentes, tienen un papel importante en la
mejora de los sistemas y entornos educativos, como son las propias instituciones
implicadas en la educación, los estudiantes, las familias, las organizaciones
nacionales e internacionales, los prestatarios del sector privado, la sociedad civil
o los medios de comunicación (UNESCO, 2017). Sin embargo, como también
señaló la UNESCO en 2005, hacer realidad este derecho requiere no solo de
cambios o proyectos aislados, sino de una transformación de los sistemas y
entornos educativos, en el caso que aquí nos ocupa, de la Universidad. De
acuerdo con Ainscow, Booth y Dyson (2006), entendemos la educación inclusiva
como un proceso sistémico de mejora e innovación educativa para promover la
presencia, el aprendizaje y la participación de todo el alumnado en la vida esco-
lar de los centros donde son escolarizados, con particular atención a aquellos
vulnerables a la exclusión, el fracaso escolar o la marginación, detectando y
eliminando, para ello, las barreras que limitan dicho proceso. Por este motivo, la
transformación de un entorno educativo como es el universitario requiere de un
cambio sistémico que afecta a todos los “niveles” de la institución, es decir, a su
cultura, políticas y prácticas. En estos elementos se pueden encontrar los facto-
res que facilitan este proceso, pero también las barreras y, en este sentido, los
ámbitos hacia donde deberán ir dirigidos los objetivos de mejora de la misma
(Thomas, 2016). Por tanto, las acciones del docente están vinculadas a otros
factores como son las políticas y la cultura de la Universidad. De la misma forma,
todas las personas, por ejemplo, de una facultad, están implicadas en este pro-
ceso, como es el caso del estudiantado o del personal de administración y ser-
vicios, cuya actuación tiene una gran relevancia a la hora de construir contextos
inclusivos. Todos los servicios deben ser recursos accesibles para todas las
personas. Centrando nuestra atención en el profesorado, el mismo necesita
disponer de una serie de competencias para desarrollar una docencia que res-
ponda a las necesidades de todos sus estudiantes. Para ello, requiere de la
colaboración de otras personas de su centro y de fuera del mismo, pues no
puede ser una tarea que pueda realizarse en solitario. Es fundamental contar
con una red amplia de apoyos (Booth y Ainscow, 2015; Simón y Echeita, 2013)
dentro del aula y el centro, y de la que formen parte diferentes servicios univer-
sitarios, como señalaremos más adelante. También queremos remarcar que,
cuando hablamos de educación inclusiva en este contexto, estamos haciendo
referencia a una preocupación por todo el estudiantado de la Universidad, reco-
nociendo y valorando la diversidad existente (capacidades, procedencia, género,
situación socioeconómica, contexto cultural, edad, orientación sexual, motiva-
ciones, salud, etc.) (Arias, Simón y AA.VV., 2018). En coherencia con lo apunta-
do por la UNESCO (2005), se trata de una meta que quiere ayudar a transformar
los sistemas educativos para que todos y todas, sin restricciones, limitaciones ni

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