Editorial

Páginas7-15
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Vivimos tiempos de excepción. La pandemia originada por el Covid-19 se ha
extendido por España y el 14 de marzo se declaraba el Estado de alarma en todo
el país y se dictaban instrucciones en este contexto de excepcionalidad social,
que ha llevado a restringir de manera muy incisiva libertades públicas y dere-
chos ciudadanos, comenzando por la libertad de movimientos, situación de
excepción que resultó prorrogada hasta el 12 de abril de 2020 y que previsible-
mente continuará quince días más. A esta declaración se han seguido una serie
de normas dirigidas a una finalidad común, la de asegurar la salud de la pobla-
ción, prevenir el contagio y, en todo caso, garantizar el acceso a los servicios
públicos de salud. La crisis sanitaria que ha producido el Covid-19 plantea serios
problemas al desempeño del trabajo en la sociedad, revelando dramáticamente
la importancia y la necesidad de las personas que trabajan y sostienen todo el
entramado económico que permite la convivencia.
La crisis ha servido para subrayar dos elementos importantes. Por un lado, la
situación de alarma sanitaria ha alterado de manera intensa las coordenadas
en las que se movía el discurso dominante en lo ideológico y cultural. Se confía
en el Estado como el único ente que puede (y debe) hacerse cargo de las nece-
sidades de los ciudadanos, y no sólo de los más vulnerables. El individualismo
liberal, las decisiones de quienes en uso de su propia autonomía personal –pero
ante todo económica– han decidido evitar las reglas generales de prevención
del contagio asumidas de manera masiva por la comunidad, son denunciadas
como actos insolidarios e irresponsables. No se habla del mercado como el
eficaz y prioritario asignador de recursos para satisfacer las necesidades de la
población. Es el poder público quien debe garantizar los suministros y los pro-
ductos que permitan seguir llevando una vida ordinaria pese a las limitaciones
de movimientos y restricciones a la libertad de comercio. Y a ello se ha añadido
un inmenso impulso colectivo de solidaridad con el trabajo prestado por las per-
sonas que sostienen esos servicios esenciales y sanitarios que se expresa en el
aplauso de cada día desde los balcones de las casas en las que están confinadas
individuos y familias.
En segundo lugar, se ha puesto de manifiesto la función esencial del trabajo,
su centralidad determinante en el mantenimiento de las sociedades modernas.
Ya no más emprendimiento como figura clave en la creación de riqueza, ni
LA CRISIS DEL COVID-19 Y LOS CAMBIOS EN EL
DERECHO DEL TRABAJO
EDITORIAL

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