Editorial

Páginas7-12
7
La OIT cumple cien años el 11 de abril del 2019, y ese arco temporal ha permitido
que sea la institución internacional más longeva de las existentes. Ha nacido en
medio de un período histórico turbulento que marcó el fin de la primera gran
guerra mundial, el triunfo de la revolución rusa y la explosión de los imperios
coloniales. El tratado de Versalles, en su parte XIII, reconocía como punto de
partida que la paz no puede fundarse sino sobre la base de la justicia social, y que
“existen condiciones de trabajo que implican para un gran número de personas
la injusticia, la miseria y las privaciones, lo cual engendra tal descontento que la
paz y la armonía universales están en peligro”. Es un esfuerzo común de todas
las naciones, porque “la no adopción por una nación cualquiera de un régimen
de trabajo realmente humano pone obstáculo a los esfuerzos de las demás nacio-
nes deseosas de mejorar la suerte de los obreros en sus propios países”. Unas
palabras de aquel preámbulo que hoy resuenan actuales. Ese “régimen de traba-
jo realmente humano” implicaba que no podía conceptuarse como un “artículo
de comercio” y por tanto que tenía que ser sometido a una regulación –legal y
convencional, con la presencia fundamental de la autonomía colectiva y de la
acción sindical– que garantizase la seguridad en una existencia social digna. Un
trabajo por tanto con derechos, configurados paulatinamente como situaciones
jurídicas necesariamente reconocidas y garantizadas a nivel internacional como
derechos reconocidos a la condición humana, es decir como derechos humanos,
que es la gran aportación civilizatoria que ofrece la Declaración de Derechos
Humanos de Naciones Unidas de 1948, “títulos acreditados a las personas sin
distinción discriminatoria por parte de un nuevo orden internacional”, en línea
con los postulados de la Declaración de Filadelfia de 1944, que simboliza el rena-
cer tras la Segunda Guerra Mundial de la OIT. El trabajo como síntoma de inclu-
sión social, cuya regulación impone en paralelo la lucha contra la pobreza –“en
cualquier lugar, porque constituye un peligro para la prosperidad de todos”– y,
más en general, “la lucha contra la necesidad”, que requiere un esfuerzo concer-
tado de todas las naciones y de los sujetos colectivos que representan al trabajo
y a la empresa. Un trabajo realmente humano que se plasmará, ya a finales del
siglo pasado, en la noción de trabajo decente que aúna la libertad, la igualdad
y la seguridad del trabajo con la dignidad de la condición humana, en un desa-
rrollo equilibrado de los componentes público y colectivo de la regulación del
trabajo y de los derechos individuales y colectivos que tienen en él su origen.
EL FUTURO DEL TRABAJO Y EL CENTENARIO DE LA OIT
EDITORIAL

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR