Economía y democracia en España (ante el XXV aniversario de la constitución)

AutorJosé Luis García Delgado
CargoCatedrático de Economía Aplicada Rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
Páginas11-20

Es, sin duda, atrevido elegir el tema que se va a desa rrollar en estas páginas: abordable desde diversos ángulos de estudio, todos ellos cuentan con acredi tados cultivadores, y es un campo de estudio que difícilmente puede evitar el deslizamiento de juicios de valor subjetivos. Pero la razón de oportunidad me parece suficiente justificación: recién cumplido el XXV aniversario de los Pactos de la Moncloa, comienza la cuenta atrás para la conmemoración del mismo cumpleaños de la Constitución de diciembre de 1978, cuyo alumbramiento tanto debió precisa mente a aquel pasaje crucial de la transición a la democracia en la España de nuestro tiempo. La oca sión, por tanto, es propicia. Ojalá que el atrevimien to del autor no se revele temerario.

Mi intención, por lo demás, es sólo aportar algu nos elementos interpretativos sobre la materia aco tada, rehuyendo deliberadamente el análisis porme norizado de políticas, realizaciones y problemas económicos del período. La bibliografía sobre todo ello es muy amplia, con recientes aportaciones que ofrecen una visión abarcadora de los principales hechos que se suceden en el curso de los cinco últi mos lustros de la economía española. Me limitaré, por eso, a hacer un ejercicio que tiene más de in terpretación que de estudio sistemático de lo acontecido.

Agruparé la parte central de lo que sigue en tres apartados con tres componentes cada uno (tres tre ses, a la manera de un título de Cabrera Infante, aliteración-adicto): primero me referiré a las principales restricciones al crecimiento que la economía española ha conseguido superar con la democracia; segundo, a las etapas que el despliegue del calendario económico y político obliga a distinguir; en tercer lugar, a las lecciones extraíbles de la experiencia del cuarto de siglo que desemboca en nuestro presente. Una introducción -para mejor situar y valorar el conjunto del período: el presente como historia, otra vez-, y un breve epílogo -para subrayar, a modo de corolario, lo sustancial de la interacción entre economía y democracia en este tiempo de Españaabrirán y cerrarán lo que se contiene en estas páginas.

  1. INTRODUCCIÓN

    En el capítulo de nuestra realidad contemporánea que se abre con el régimen de libertades que sucede al franquismo, recorriendo el último cuarto del siglo XX y los iniciales compases de la nueva centuria, España -debe anotarse enseguidaha demostrado holgadamente su capacidad para flotar sobre la corriente de la historia, dicho al modo orteguiano. Para afirmar sus capacidades creativas en muchos órdenes de la vida colectiva, también en el económico. Toda una trayectoria temporal -algún autor la ha calificado de 'fascinante'que tiene sus puntos más simbólicos, durante el primero de los quinquenios, en la Constitución de 1978, antídoto y contrario de la guerra civil, y, durante años más recientes, en la presencia española entre los países de la Unión Europea comprometidos con la creación del euro, expresión de una resuelta voluntad de apertura e integración a escala continental. El camino ha estado sembrado de dificultades, pero se ha recorrido; y nada se ha regalado, pero no es poco, ciertamente, lo conseguido.

    En un tiempo que, considerado con perspectiva histórica, no deja de ser reducido, España ha consolidado un régimen democrático, dejando atrás -el 'ayer es nunca jamás' machadiano se ha recitado ahora con especial convicciónuna larga experiencia dictatorial. Ha abierto simultáneamente sus fronteras y comparte la común tarea de la construcción de una Europa unida, alejándose de los años de aislamiento y de recelo ante lo exterior. Y ha procedido igualmente a una vasta reorganización territorial del Estado, con la creación de las Comunidades Autónomas y la revitalización de la Administración Local, sustituyendo en pocos años un modelo centralista por otro muy descentralizado, no poco original.

    También en el plano económico, la 'España recuperada' de los últimos veinticinco años ha hecho un recorrido nada gris, desde luego. Por lo pronto, ha conseguido situar su crecimiento algo por encima del promedio de los otros países europeos con los que hoy comparte las responsabilidades de la unión económica y monetaria, lejos ya para todos la larga onda de expansión de los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial; de tal forma que la renta por habitante de los españoles, a pesar de su modesto incremento medio interanual desde 1976 hasta hoy -en torno al 2,1 por 100, tasa que reproduce el promedio de los últimos cien años, por cierto-, ha recortado en torno de cinco puntos porcentuales la distancia que separa su nivel del de alemanes, franceses e ingleses, conjuntamente considerados. Además, en este cuarto de siglo se han proseguido y profundizado los grandes cambios estructurales que el desarrollo posterior a 1950 desencadenó, en particular la desagrarización y la apertura exterior, con una larga cadena de transformaciones en la estructura productiva provocados por ambos hechos. Y el afianzamiento de la democracia ha traído consigo la construcción de un sistema de bienestar social de corte europeo, con un volumen acrecido de recursos públicos, la mitad de los cuales ya bajo la competencia de las administraciones territoriales del Estado. La economía española de la democracia, en definitiva, ha culminado con no poca brillantez los últimos tramos de un recorrido secular.

    Tanto es así que de nuevo un conjunto de hechos españoles, entre los que ahora los económicos se sitúan en un lugar destacado, concitan la atención y el elogio de conspicuos observadores foráneos. Ocurrió a comienzos del novecientos, con aquel 'despertar cultural' que se señalara famosamente, y sucede ahora al hablar sin tapujos de un país que 'ha cambiado enormemente, y a mejor'.

  2. LAS RESTRICCIONES

    Ha sido la superación de tres viejas y determinantes restricciones que han actuado durante mucho tiempo como obstáculo o amenaza, como freno o hipoteca del crecimiento de la economía española, lo que otorga un carácter distintivo al periodo temporal estudiado en el marco de la evolución del siglo XX. No es el cuarto de siglo que anotará mayores ritmos de crecimiento -inferiores, en promedio, al 50 por 100 de los conseguidos en los dos largos decenios precedentes, desde el comienzo de los años cincuenta hasta la víspera de la muerte de Franco-, por más que tanto absoluta como comparativamente los de ahora sean meritorios; ni sólo durante su transcurso se va a cumplimentar 'la agenda de la modernización' económica y social que los españoles anhelaron desde finales del ochocientos -escuela, despensa, obra pública, industria y europeización-, por más que en los cinco lustros aquí considerados se hayan dado pasos decisivos, antes largamente demorados. Pero sí es éste el cuarto de siglo que va a contemplar -merece ser repetidola superación de barreras que restringían el crecimiento económico español, lo que resalta su importancia en una perspectiva comparada.

    Para los países nórdicos, en efecto, el segundo tercio del siglo fue especialmente propicio, como lo será luego el tercer cuarto para la mayor parte de los países beligerantes durante la segunda conflagración bélica continental; para España -como para Irlanda y para Portugal, cada uno con acentos propios-, es el último cuarto del novecientos el que destaca como más fructífero, y precisamente en consideración de lo logrado al salvar las tres restricciones antaño condicionadoras de la actividad económica.

    Ya es hora de nombrarlas. La primera la imponía un sector exterior con crónica tendencia al desequilibrio, sin poder las exportaciones españolas compensar los fuertes requerimientos de importaciones que exigía una industria muy dependiente de materias primas, bienes intermedios y tecnología procedentes del extranjero; el sector exterior de una economía altamente protegida y poco abierta, cuyo desequilibrio, creciente a medida que pulsaba con fuerza la producción fabril interior, acababa por amenazar de asfixia -'autofagia'el propio proceso de crecimiento. La segunda restricción provenía de la escasa capacidad de gasto de un sector público que ni por dimensión ni eficiencia ha sido buen acompañante de la evolución de la economía española hasta hace pocos quinquenios; un sector público raquítico en sus medios y débil en sus...

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