Don Jerónimo

AutorR. Núñez Lagos
Páginas1995-2004

La nota que precede al primer tomo explica la génesis próxima y editorial de este libro. Esto es historia externa. Hay algo más: la historia interna, la correlación entre el autor y la obra. Desde este ángulo puedo decir, sin exageración y sin paradoja, que para desgracia de propios y extraños, Don Jerónimo ha muerto inédito. El hombre era infinitamente superior a su obra. Sus escritos son chispitas espontáneas, reflejos aislados de su talento y su cultura. Su obra no es la medida de su personalidad, como una astilla no mide el árbol. Hoy publicamos su obra, pero la obra no edita al autor. Don Jerónimo subsiste gigante, muy superior a su obra, en el corazón y en el recuerdo de los que frecuentamos su trato y discutimos mil y mil veces con él.

Siempre se le llamó -Don Jerónimo- a secas. Fue un fenómeno colectivo e irreflexivo, unánime y espontáneo de exactitud sustantiva en la frase. El nombre de pila era el resalte y relieve de su individualidad, de lo íntimo y personalísimo no bien definido por el apellido. El Don inexcusable no era tratamiento, sino tributo de respeto, la adjetivación implícita de una sabiduría, la entrega reverencial a un hombre superior. Ni el tratamiento cuadraba a su modestia ni la familiaridad a su prestigio. -Don Jerónimo- en España, por antonomasia, ha sido solamente Don Jerónimo González. Fue la primera irradiación potente de su personalidad.

Durante lustros enteros Don Jerónimo representó la máxima sapiencia hipotecaria. Sentado en su burocrático sillón de la Dirección General de los Registros y del Notariado, ejerció de jacto un verdadero Primado de honor, con sus puntas y ribetes de jurisdicción, sobre gentes y cabildos de trato y traza con -la hipotecaria-. Y eso que ni fue político ni siquiera cacique delPage 1995 balduque. Le faltó toda pasión por el mando, todo espíritu de intriga y de clan. No era hombre de voluntad ni voluntarioso. Pero no se buscaba qué quería Don Jerónimo, sino qué opinaba. Todo el mundo inquiría su parecer. Todo el mundo lo acataba, y muchos incluso sin entenderlo. Los más atrevidos, previamente alentados por su cariñosa acogida de maestro a discípulo, osábamos discutir con él. Amante del principio de contradicción, con dotes dialécticas y cultura nada comunes, iniciaba a las pocas palabras un proceso de relación de ideas afines, de vinculaciones horizontales, de concatenación colateral y de soslayo de conceptos y datos, que causaba pasmo y asombro; y un problemita que se creyó sencillo, tal vez de simple opción entre dos soluciones intranscendentes, tomaba bulto y peso con el recuento de su colateralidad, abriendo horizontes y sugerencias para meditar e investigar. A veces, la posición del discípulo partía fielmente del mismo texto de las páginas del maestro. Mas Don Jerónimo se superaba a sí mismo, planteaba el problema de nuevo en toda su extensión y concomitancias, y con insuperable honradez e imparcialidad científicas, con acopio de nuevos datos, opiniones y tendencias, buscaba la verdad ante todo, como el Reino de Dios, y envuelto en una mística voluptuosidad dialéctica, de pro y contra, de sic et non, quedaban muchas veces no muy bien parados sus propias opiniones y escritos. Jamás mezcló el amor propio en la discusión. Nunca se aferró a sus propias opiniones. Nadie resultó humillado. Para ello a Don Jerónimo le sobró siempre sabiduría. Y sobre todo bondad.

El gran milagro de Don Jerónimo fue superar una formación tardía. Don Jerónimo nace en Asturias 1, de familia asturiana y se educa en Oviedo. Por lo pronto, raza y nacimiento le situaron lejos de la luz mediterránea. Poca o ninguna importancia tiene en sí la cosa. Sus estudios no son los formalistas y clásicos de Humanidades, sino los de la Facultad de Derecho de Oviedo, de la que no debió salir con gran formación ni vocación para el Derecho, porque no bien traspone las aulas de la Facultad, momento crucial en que se anuncia la calidad del cultivo universitario, Don Jerónimo, al parecer sin grandes titubeos, se hace banquero en casa de sus padres en Sama de Langreo. En 1901 es secretario letrado en la Cámara de Comercio de Gijón. Parece que piensa entonces en hacerse Notario, y en 1907 ingresa en el Cuerpo Facultativo de la Dirección General de los Registros y del Notariado. Su formación intelectual no fue, ni mucho menos, clasicista.

Don Jerónimo nunca fue una superficie espiritual lisa y tranquila. Era un alma en perpetua inquietud y ebullición. En todo momento lee y discute Page 1996 lo divino y lo humano. Sabe matemáticas y astronomía, ciencias de la naturaleza y filosofía de la historia, etc. Pero en su juventud no se dedicó al cultivo intensivo del Derecho privado, fuera del necesario para contestar brillantemente los temas del programa de ingreso en la Dirección General de los Registros y del Notariado. Es dentro de este Centro directivo, con su ambiente y tradiciones culturales, cuando la enorme curiosidad mental de Don Jerónimo toma profundidad por cauces jurídicos. Su deber profesional lo enfrenta con los problemas hipotecarios y, a través de ellos, con el sistema alemán. -Sé por confesión propia -dice mi compañero Díez Pastor 2- que a los cuarenta años, cuando todo investigador ha de estar provisto de cuantos elementos auxiliares va a necesitar e introducido en la materia de sus investigaciones, desconocía todavía el alemán. Después de esta edad lo aprende, lo que por sí solo sería para cualquiera una gran hazaña, y entra denodadamente en la selva de la literatura jurídica alemana. Otro hubiera fracasado. Porque como buen autodidacta entra en el edificio por el tejado y acomete el estudio del Derecho inmobiliario sin conocer el sistema del Código Civil alemán ni sus antecedentes, y tengo además la convicción de que la primera obra que cayó en sus manos al azar fue el Grundbuchrecht, del Notario Oberneck, tratado riquísimo de contenido pero nada didáctico, nada académico y escrito por añadidura en un alemán farragoso y difícil-. Téngase en cuenta que Oberneck expone en su obra el Derecho hipotecario vigente en Alemania después de 1900, Derecho hipotecario que forma parte integrante del BGB 3; que es el último eslabón de una cadena evolutiva que Oberneck no se preocupa de recordar ni siquiera en esquema; que es una obra destinada a los prácticos, abundando en el planteamiento y solución de supuestos concretos. De espaldas a todo sentido de crítica histórica, a todo espíritu de investigación y de cátedra, Oberneck aplica la lógica férrea de las construcciones del BGB a los problemas hipotecarios, viniendo a resultar en definitiva una obra escrita exclusivamente para alemanes. Incluso hoy, que en España los estudios hipotecarios han prosperado mucho (y en su mayor parte por influjo del mismo Don Jerónimo), aun vertida en limpio castellano, la obra de Oberneck tal vez fuera desorientadora para el jurista...

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