Diversidad y diálogo gracias a la soft religion

AutorFranscesc Torredeflot Freixes
CargoDirector de la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso
Páginas73-87

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1) La diversidad religiosa como valor cultural común en sociedades plurales

El fenómeno de la diversidad religiosa es cada vez más una realidad. Se había dado desde siempre en el subcontinente indio, pero no era un hecho frecuente ni universal hasta que la época de la globalización se fue consolidando y extendiendo. Diversidad religiosa no significa necesariamente pluralismo religioso, entendido éste como una situación de derecho que supone el respeto y valoración de la diversidad religiosa como hecho positivo para la ciudadanía y para el bien común. La diversidad religiosa ha convivido y sigue conviviendo con demasiada frecuencia con, por un lado, situaciones de dominio de una tradición religiosa sobre las otras que viven sumisas en contextos de marginación, discriminación o exclusión y, por otro lado, con un laicismo beligerante que pretende reducir la religión al ámbito de la vida privada. Perviven todavía demasiados estados confesionales o semiconfesionales que permiten, de manera más o menos manifiesta, la discriminación de las minorías religiosas bajo la preeminencia legal local de una mayoría religiosa, silenciando discreta y premeditadamente toda la legislación internacional que consagra el derecho a la libertad religiosa y a la no discriminación por motivos de religión o de creencia. Una situación análoga se produce en los estados laicistas en relación al hecho religioso como tal, aunque éstos son cada vez menos y están suavizando más sus posturas.

Son cada vez más los estados que, movidos por una legislación internacional claramente orientada, se deciden a favorecer el pluralismo religioso. A pesar de las evidentes y preocupantes dificultades1, podemos decir que la pluralidad religiosa del mundo se está convirtiendo en un hecho sin discusión. Hay diversidad dentro de una misma tradición religiosa o espiritual y hay diversidad porque existen muchas tradiciones distintas. La palabra “afiliación” que frecuentemente se usa para realizar estudios sociológicos sobre el hecho religioso implica, según la Enciclopedia Británica, “algún tipo de conexión formal, habitualmente documental, entre la religión y el individuo pero no dice nada sobre la naturaleza de la práctica religiosa personal del individuo”. La naturaleza de la afiliación varía mucho según el país o el área cultural, tanto como varia también el contexto social de la práctica religiosa. Además en los países con religiones mayoritarias suele ocurrir que muchos de los formalmente religiosos no practican y que se ignoran las minorías religiosas en los recuentos. A menudo también ocurre que se dan fenómenos de múltiple pertenencia que hacen que se cuente la afiliación por duplicado, especialmente en países orientales y en el occidente más desarrollado. Las fuentes más fiables para ofrecer datos estadísticamente aproximados pero suficientemente acreditados, que tengan en cuenta, de alguna manera, estas y otras variables, son casi exclusivamente fuentes de origen cultural cristiano.

Según la Enciclopedia Británica, alrededor de un tercio de la población mundial se confiesa cristiano, más de dos tercios del cual vive en Europa y América; prácticamente el 20% es musulmán, más del 95% del cual vive en Asia y en África; alrededor de un 14 % es hindú, la práctica totalidad del cual vive en Asia; casi el 7 % se identifica con alguna de las religiones chinas populares; y un 6 % es budista, la inmensa mayoría en el continente asiático.

De todas maneras lo más interesante es la creciente pluralidad religiosa que están experimentando un gran número de países, especialmente del mundo más desarrollado, debido a la movilidad creciente facilitada por la agilización de las comunicaciones y por la

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globalización de la economía. Al pluralismo debido a la inmigración de las antiguas colonias, hay que añadir los desplazamientos cada vez más frecuentes de población de los países menos favorecidos económicamente hacia los países ricos que demandan mano de obra barata para poder seguir manteniendo sus niveles de vida. Esto ha hecho, por ejemplo, que los países latinos del sur oeste de Europa, tradicionalmente católicos, hayan experimentado en los últimos decenios un incremento sustancial de la inmigración y, con ella, del pluralismo religioso y de la conciencia pública de diversidad religiosa.

Pero más allá de la realidad sociológica, el pluralismo es manifestación de la coherencia e interdependencia de la propia vida. Existe un principio intrínseco de coherencia entre los diversos pluralismos (cultural, religioso, lingüístico, natural – biodiversidad-) que hace que se sostengan mutuamente y se interrelacionen. Si se acepta el principio de que la diversidad es una riqueza para el ser humano y no una amenaza para su subsistencia y estabilidad como especie, entonces la resistencia al cambio y hostilidad hacia la diferencia, la sumisión y la obediencia a la autoridad, la discriminación del débil, todo aquello que es contrario a la democracia –entendida aquí como el sistema de organización humana que respeta a todos los seres humanos desde la igualdad y la justicia-, dejan de justificarse a sí mismos como necesarios y deseables y aparecen, al contrario, como la negación de la vida y de la paz.

Es cierto que la diversidad y el pluralismo, especialmente los religiosos, no son siempre percibidos como positivos, pero, a pesar de ello, se suele reconocer como imprescindible el diálogo. El mismo Huntington, que entiende a las civilizaciones como grupos de culturas entorno a las que se configuran identidades en conflicto, identidades en las que la diversidad, la diferencia, es, por definición, “enemiga”2, termina por reconocer que, al final, las civilizaciones no deben imponerse unas a otras sino dialogar y buscar un nuevo orden común3.

Un filósofo político como John Rawls, un auténtico clásico en su disciplina, propone un “consenso entrecruzado de religiones” que se base en la congruencia o la analogía de la concepción de justicia independiente y de la de las tradiciones religiosas4 Rawls considera la diversidad religiosa como una característica permanente de las sociedades democráticas5, distinguiendo el pluralismo factual del “razonable” (“resultado del trabajo de la razón práctica en el marco de las instituciones libres”)6, ya que la unanimidad en moral o religión sólo se da bajo la opresión7.

Una muestra cercana de esa creciente pluralidad es el conjunto de estudios sobre la diversidad religiosa en las diferentes autonomías del estado, financiados, en su inmensa mayoría –salvo el catalán-, por la Fundación Pluralismo y Convivencia.8 En estos estudios, que, para evitar los problemas de falta de fiabilidad relacionados con la afiliación, han utilizado como baremo objetivo más fiable para calibrar el aumento de la diversidad religiosa en España la identificación de los lugares de culto, podemos observar el importante crecimiento de los musulmanes, cristianos evangélicos y ortodoxos, sikhs y budistas, experimentado en los últimos años.

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Lo global y lo local son interdependientes. Las sociedades urbanas son cada vez más plurales no sólo por el hecho migratorio sino por la cada vez mayor accesibilidad a la información y a la intercomunicación a través de medios de comunicación cuyo prestigio está directamente relacionado a su mayor o menor agilidad, interactividad e independencia y por la creciente conciencia del valor de la libertad personal que aumenta la percepción de pluralidad legitimándola hasta límites antes insospechados.

A pesar de los desafíos que la diversidad presenta, la diversidad, en sus múltiples expresiones, cultural, lingüística, biológica, religiosa, de género e ideológica, gana terreno y aparece como un valor y una riqueza para toda la humanidad. Esta es la perspectiva de la UNESCO9. La UNESCO considera que la cultura es “el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, las formas de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.”10 Es obvio que las expresiones “rasgos distintivos espirituales” y “afectivos” así como “las tradiciones y las creencias” permiten afirmar con claridad que lo que habitualmente consideramos como religión queda incluido –y, por supuesto, no necesariamente reducido- en esta definición.

La UNESCO valora la diversidad cultural y la considera una característica que define la humanidad11, una herencia común que ha de ser preservada y cuidada12, una riqueza para el desarrollo de las comunidades y de los pueblos13, su “patrimonio común”14. Por ello, y siempre desde esta perspectiva, el hecho religioso no debe ser utilizado más como arma ideológica arrojadiza. Todos, independientemente de sus adhesiones y confesiones, podemos enriquecernos culturalmente de él.

2) La diversidad y el diálogo interreligioso como adalides de la cultura de la paz

Pero la diversidad sin convivencia, aun siendo un valor común, de poco sirve si no encuentra senderos de convivencia que ayuden al diálogo y a la cohesión social. La paz se edifica en la mente de los seres humanos, como destaca el preámbulo de la Constitución de la UNESCO. Cuando se habla de mente, incluye también, si nos guiamos por la definición cartesiana, la voluntad, la imaginación y el sentimiento, dimensiones cultivadas de manera

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preeminente por las religiones y convicciones.15 La paz es más que una opción, es una necesidad inevitable e...

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