Discursos y mitos de la participación social en la cooperación internacional para el desarrollo: Una mirada a partir de Brasil
Autor | Carlos R. S. Milani |
Cargo | Doctor en socio-economía del desarrollo por la <i>Ecole de Hautes Etudes en Sciences Sociales</i> (1997). |
Páginas | 163-181 |
Page 163
La cooperación1 internacional para el desarrollo (CID) engloba actores y organizaciones multilaterales (las agencias del sistema ONU, los bancos de desarrollo, además de algunas organizaciones de carácter no universal tales como la Unión Europea y la OCDE), agencias gubernamentales bilaterales (USAID, DANIDA y JICA, por ejemplo) y no gubernamentales (OXFAM, CARE, Misereor, Novib, Peuples Solidaires, Fundación Ford, Fundación Kellog). Estas últimas, de carácter no gubernamental, pueden actuar en relación directa con gobiernos y agencias, pero también, en algunos casos, pueden buscar una actuación administrativa, política y financiera más autónoma, estableciendo vinculaciones entre organizaciones sin la mediación de agencias estatales. El mapeo de las organizaciones presentes en el campo demuestra un primer nivel de complejidad del régimen internacional de cooperación para el desarrollo2.
Las organizaciones de la CID pueden trabajar con subvenciones en la ejecución de proyectos (agencias del sistema onusiano y Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo), pero pueden igualmente conceder préstamos, muchos de los cuales tienen tipos de interés subsidiados (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo). Los bancos de desarrollo también conceden subvenciones, pero excepcionalmente. La CID es, así, un régimen integrado por actores gubernamentales y no estatales, fundamentado en normas e instituciones, pero que también incentiva acciones colectivas en pro del desarrollo internacional por medio de un abanico bastante amplio y diversificado de actividades y sectores, incluyendo la educación y la formación técnica (capacity building), la salud, el crecimiento económico, la cooperaciónPage 164científica y tecnológica, la comunicación, la protección del patrimonio cultural y, más recientemente, la reforma del Estado y los programas de gobernanza pública (años 80/90).
Las organizaciones de la CID actúan en la formulación de estrategias de desarrollo, en la configuración de los idearios del desarrollo, en la implementación de infraestructuras y proyectos operacionales, financiación de programas, definición de normas y padrones internacionales, así como en la promoción de los discursos relativos a la cooperación y al solidarismo internacional. Buena parte del contenido en lo que respecta a las políticas y a los modelos contemporáneos de desarrollo es concebida, analizada y difundida en el ámbito de la cooperación internacional. Su relevancia en términos de capital simbólico es, pues, más que evidente —inclusive porque a pesar de la multiplicidad de agencias y de la diversidad de sus mandatos, son muchos los esfuerzos consagrados por ellas en el sentido de construir una visión compartida del desarrollo. O sea, hay una concepción universalizante del desarrollo que se encuentra en la raiz de las acciones de las agencias de cooperación internacional: esa visión universal integra la defensa de los derechos humanos, la noción de progreso, la cultura del pacifismo y de la negociación, así como el ideal del intercambio en la construcción de consensos plurales3. Se puede decir que esos son los pilares del multilateralismo liberal que se encuentra en la base de los discursos y programas de las organizaciones de la cooperación internacional. Eso puede ser verificado, por ejemplo, en los intentos de coordinación de los trabajos de las diferentes agencias de la ONU en los países menos desarrollados, en el monitoreo realizado por el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD/OCDE), o incluso en la definición de los Objetivos del Milenio y de las estrategias del Consenso de Monterrey de 2002 —que buscan una convergencia de los intereses y objetivos de las diferentes agencias en torno de una nueva agenda mundial del desarrollo.
Es evidente que, en el núcleo de esos esfuerzos de construcción de una agenda de consenso en el campo del desarrollo, muchas cuestiones relativas a las relaciones de poder, a las divergencias entre los actores y a las jerarquías entre distintas formas de conocimiento pueden acabar marginadas o dejadas de lado. Cuestiones analizadas por autores como Rist (1996), Guijt & Shah (1998), Escobar (1994), Cooke & Khotari (2001), Moraes (2006)Page 165y Wallerstein (2007) tienden a no aparecer en los discursos y debates oficiales de las agencias sobre el futuro del desarrollo. ¿El discurso universal del desarrollo no habría contribuido a reforzar una concepción según la cual las sociedades «subdesarrolladas» serían sociedades «bloqueadas»? ¿El desarrollo no se nutriría de una visión según la cuál las sociedades tradicionales deberían seguir un camino preciso de modernización de sus patrones de desarrollo? ¿En qué medida las agencias de cooperación no acaban por reforzar la idea de un desarrollo de acuerdo con la visión de un “Colonizador” o de un “Misionero”? ¿El desarrollo en cuanto valor universal no sería determinista en las etapas que los diferentes países deberían seguir para alcanzar el patrón del país desarrollado? ¿El desarrollo y el subdesarrollo no serían, de hecho, las dos caras de Jano, o sea, los dos lados de un mismo proceso global e histórico de desarrollo del capitalismo? Es decir, ¿desarrollo y subdesarrollo no serían estructuras parciales pero interdependientes que conforman un mismo sistema?
La respuesta a tales cuestionamientos está hoy a la orden del día, una vez que se refieren a la legitimidad política del campo del desarrollo y del régimen de cooperación internacional. Procurando llevar a la discusión los origenes históricos, culturales y políticos de las concepciones sobre el desarrollo, tales cuestionamientos recolocan en debate la razón de ser, las motivaciones, los porqués de la cooperación internacional para el desarrollo. Sabemos que las agencias de cooperación internacional son centrales en términos de definición de prioridades políticas, sociales, económicas, notablemente en los países menos desarrollados. En el caso de América Latina, el papel que desempeñan tales organizaciones es fundamental para pensar la evolución de los paradigmas relativos al desarrollo en el continente. Hubo un tiempo en que la CEPAL preconizaba el intervencionismo del Estado en la planificación económica —y esta agencia fue determinante, en los años 1960 y 1970, en el proceso de legitimación de las medidas gubernamentales y en la definición de prioridades económicas para la región. De la misma forma, la relevancia dada hoy al desarrollo local y a los procesos de descentralización en América Latina también tiene el respaldo —si no inclusive el origen discursivo— de innumerables agencias de la CID.
Historicamente, debe recordarse todavía que, aunque algunas organizaciones del actual sistema hayan surgido antes de 1945 (por ejemplo, la OIT en el campo intergubernamental o, aún en el sector no gubernamental, las fundaciones norteamericanas, como la Fundación Rockefeller), la evolución de la CID está estrechamente relacionada con el contexto histórico del periodo posterior a la segunda Gran Guerra, una vez que los discursos, las modalidades de acción y la expansión de sus actividades en el campo abarcador del desarrolloPage 166fueron directamente influenciadas por las prioridades de la reconstrucción de Europa con el Plan Marshall, por el proceso de descolonización en Áfria, Asia, Caribe y Pacífico, por los intentos de construccion de Estados-nacionales desarrollistas en América Latina, pero también por la política de confrontación entre la Unión Soviética y los Estados Unidos —marca fundamental del llamado bipolarismo rígido de las relaciones internacionales hasta el final de la década de 1980. La transición entre los años 1980 y 1990 también implica una evolución importante en las concepciones del desarrollo difundidas por esas organizaciones. El desmoronamiento mundial del socialismo real, la aceleración de los procesos de globalización y regionalización, los límites del Estado —providencia (sobre todo en Europa y en América del Norte) y, en el caso latinoamericano, la crisis de los programas económicos fundamentados en el modelo de sustitución de importaciones son elementos centrales del telón de fondo en la reorientación de las prioridades de la CID a partir de los años 1990.
Inter alia, los siguientes aspectos pasan entonces a recibir prioridad en la agenda mundial del desarrollo: descentralización, desarrollo local, asociaciones estratégicas entre los sectores público y privado, actuación del Tercer Sector, programas de reducción de la pobreza y microcréditos. Después de los atentados del 11 de septiembre, tiene lugar una inflexión más en la política vigente en materia de CID: el énfasis en la seguridad colectiva y el combate contra las diferentes manifestaciones de terrorismo fundamentalista son dos elementos que pasan a influenciar la definición de prioridades geográficas y temáticas. En este inicio del siglo XXI, la seguridad colectiva internacional (dando énfasis a las dimensiones estratégicas y militares del orden internacional) gana terreno frente a la idea de cooperación técnica, económica, intelectual y cultural. Se llega a afirmar que el multilateralismo estaría en crisis...
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba