Discurso del señor Martínez Santonja, con motivo de su jubilación

AutorL. D. S.
Páginas565-576

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Discurso del señor Martínez Santonja, con motivo de su jubilación. En el Salón, de Actos del Ilustre Colegio Notarial de Valencia, con motivo de la jubilación e imposición de la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort al Registrador don José Martínez Santonja, pronunció éste discurso, del que entresacamos los siguientes párrafos :

Y ahora voy a haceros una íntima confidencia : creo sinceramente que no merezco esta alta condecoración ; el haber cumplido con mi deber, suponiendo que lo haya conseguido, es poco merecimiento, ya que son muchos los que callada y humildemente cumplen con su deber, muchas veces un deber de ingrato cumplimiento, y no son condecorados. A pesar de este íntimo convencimiento, yo no podía rehusar este honor, por dos razones fundamentales : la primera, porque no podía privar al Cuerpo de Registradores, al que pertenezco con orgullo y al que perteneció mi padre, de esta preciada distinción, y en segundo lugar, porque esta cruz impone deberes que no podía ni debía de rehuir.

En los Cuerpos existe una especial solidaridad, lo mismo en las alegrías que en las penas, lo mismo en los triunfos que en los fracasos.

Existe en los Cuerpos algo semejante a lo que en nuestra Religión ocurre con la doctrina de la comunión de los santos.Page 566

En virtud de esta doctrina, como todos sabéis, los méritos adquiridos por la fe, la piedad y las obras buenas de cada cristiano son socializadas sobrenaturalmente. Los méritos de los unos se aplican a la redención de los otros, y así la religiosa que llora «en el fondo de su claustro por los pecados de los hombres, los borra con sus lágrimas, y el fraile que mendiga con los pies desnudos por los polvorientos caminos, compra, con las penalidades y las humillaciones que padece, el perdón de los pecadores, y los sacerdotes, las religiosas y los religiosos que renunciando a los bienes materiales que el mundo puede proporcionarles, consagran su vida a consolar al triste, a curar al enfermo, a asistir al moribundo, a socorrer al necesitado, a enseñar al que no sabe, consiguen con su sacrificio el perdón de los reprobos. Y así se establece en la sociedad cristiana una circulación perenne de caridad, y los vivos ruegan por los muertos, y los muertos interceden por los vivos y los justos por los pecadores. Y así en la sociedad cristiana no hay en quien no repercutan para su dolor y vergüenza las iniquidades y pecados que otros cometen, pero también repercuten en él, para su consuelo, los méritos y obras buenas de los demás. Los Cuerpos y Organismos de toda clase sienten también esta solidaridad y se enorgullecen y ufanan con los méritos, honores y elevadas posiciones de algunos de sus miembros, y se avergüenzan, llegado el caso, de la conducta poco correcta de alguno de ellos.

Esta cruz, aunque de momento luzca sobre mi pecho, corresponde por entero al Cuerpo de Registradores, y para él recabo todo el honor que de ella emana. Por esto no podía rechazarla.

Y tampoco podía hacerlo porque, como antes dije, esta cruz impone deberes, que yo recabo todos para mí y que hubiera sido cobarde rehuir. Se ha dicho que nobleza .obliga, y puede decirse, ampliando esta hermosa frase, que toda superioridad obliga y hay que expiarla con el cumplimiento de los deberes que impone, hasta la abnegación, hasta el sacrificio.

Toda superioridad obliga: la superioridad en la cultura, en la riqueza, en el poder, en los honores. Se ha dicho que es muy difícil hacerse perdonar cualquier superioridad ; yo creo, por el contrario, que es bien fácil, y la fórmula es ésta: modestia y cumplimiento fiel de los deberes que toda superioridad impone.

Hasta los obreros, inclinados por reiteradas predicaciones a con-Page 567siderar al patrono como su enemigo, se rinden ante el patrono que cumple con ellos sus deberes sociales y hasta los supera, y no sólo les hace partícipes, en la mayor medida posible, de los beneficios de la empresa, sino que considera al obrero en su trabajo y le aconseja en sus dudas y le consuela en sus dolores, y reparte entre ellos sonrisas y apretones de manos. Que les da, en suma, no sólo retribución justa, sino un poco de amor. Ya dijo Gracián que no hay otra fórmula para ser amado que amar. Contra el odio no hay otro antídoto que el amor. El patrono que da a sus obreros un poco de amor, hace más por la paz social que el que les reparte tierras o dinero. No basta dar , hay que darse. Not money but your selveSj como diría Carlyle.

En la obra admirable y pacificadora de las Conferencias de San Vicente de Paúl, tanto o más eficaz que la limosna que se da es la visita que la señora o el señor encopetados hacen al pobre en su humilde vivienda, donde toda miseria y toda incomodidad tienen su asiento.

Nobleza obliga, toda superioridad obliga, obliga al estricto cumplimiento de los deberes sociales que toda superioridad lleva consigo. Ya veis que, hombre de Derecho como soy, sólo hablo de deberes, y es porque he creído siempre que el Derecho, como facultad omnímoda, como prerrogativa, como imperio, apenas existe; que el Derecho, que lo que llamamos Derecho, sólo es un medio para cumplir con el deber. Que el hombre posee muy pocos derechos, propiamente dichos, y en cambio está cargado de deberes de todo orden : deberes políticos, deberes sociales, deberes familiares, deberes como padre, como hijo, como propietario, como patrono, como obrero, como intelectual, como gobernante, como ciudadano, como sacerdote, como militar, como funcionario.

Esta idea de que el hombre es un sujeto de deberes más que de derechos, me es muy grata desde los años de mi juventud. Lo demostré, recién terminada mi carrera de Derecho, encaramándome en la tribuna del Ateneo de Madrid y hablando a aquella juventud ateneísta un poco rebelde, ambiciosa y engreída ; aquella juventud que tenía todavía los pies apoyados en el siglo XIX y se creía poseedora de todos, ios derechos ; hablándole, repito, de sus deberes, de sus deberes sociales, en una conferencia titulada «Misión social de la juventud intelectual española». Un...

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