Discurso del Excmo. Sr. D. Félix de Aramburu y Zuloaga
Autor | Rafael de Ureña y Smenjaud |
Páginas | 159-174 |
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CONTESTACIÓN
Del excmO. sr.
DON FÉLIX DE ARAMBURU Y ZULOAGA
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excmO. señOr:
De cuan grande sea el poder de la amistad, se os ofrece en este solemne
momento fehaciente y cumplido testimonio. Á no ser el nuevo Académico,
que recibimos hoy con los usuales honores, persona á quien de muy atrás
me unen vínculos estrechos de amigo y compañero, y á no haberse puesto á
prueba mi voluntad con la invocación de tales añejos afectos, seguramente
que yo, en quien todavía está fresco y palpitante el recuerdo de aquella ex-
cepcional tolerancia que os dignasteis otorgar al que sensible dolencia física
impedía cumplir con entero rigor el reglamentario precepto, no, no volvería á
levantar la voz en este sitio y esta similar ocasión, necesitado de otra muestra
de benevolencia, aún más de agradecer por lo repetida.
Modo exterior de mostraros ese agradecimiento, no hallo otro tan expresi-
vo como el de la brevedad en la molestia que estoy causándoos, brevedad que,
después de todo, adecúa con lo que, al n, han venido á ser los discursos de
contestación en las recepciones académicas, antes acomodados á una suerte
de talión mental expositivo (par pari refertur), y ahora reducidos á poner á
conveniente luz la persona y la labor del recipiendario y á miniar con ligeros
toques, más ó menos acentuados y siempre discretos, la traza y el contenido
de la disertación precedente.
Y puesto en ese camino, de todo en todo franco y relativamente fácil, y
adelantándome á aseguraros que, no por ser tan en extremo grata para mí la
persona del Sr. Ureña, dejará de revestir y entrañar caracteres de justicia lo
que acierte á deciros de él y de su obra, pues el temor de apasionamiento y la
superior amistad á lo verdadero, harán que me produzca, en lo que al elogio
respecta, con sobriedad y templanza acaso excesivas.
Hizo el Sr. Ureña, con nada común brillantez, sus estudios jurídicos en la
ilustre Escuela vallisoletana, según lo muestra el haber obtenido, á más de va-
RAFAEL DE UREÑA
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rios premios ordinarios, los extraordinarios al graduarse de Licenciado y Doc-
tor; y en la misma ciudad y en la misma Escuela, inició muy joven el ejercicio
de sus aptitudes docentes como profesor en alguna Academia privada y como
auxiliar de la Facultad de Derecho; y con esa preparación teórica y práctica se
apercibió para luchar en oposición reñida que le dio en 1878 la cátedra de Dere-
cho político y administrativo de la Universidad de Oviedo. Entonces, al formar
parte del mismo Claustro y al ser por mí conocidas sus relaciones de parentes-
co con ilustres colegas del profesorado, uno de los que, de mí queridísimo, nos
oye ahora desde su sitial de Académico; al advertir y valorar sus nobles prendas
de corazón y de inteligencia, reveladas un día tras otro en nuestra convivencia
mental y amistosa y en trabajos cientícos anes; al compartir empeños, a-
ciones y anhelos, que lo generoso y viril de la edad hacía selectos y ardorosos,
fué cuando nacieron y se forticaron aquellos lazos llamados por su sinceridad
á un largo vivir y favorecidos á un tiempo por circunstancias propicias á su más
rme y constante mantenimiento. Porque es el caso, que D. Rafael Ureña, que
sin cumplirse un lustro dejó la Universidad de Oviedo para pasar á la de Grana-
da, acabó por gurar dignísimamente en el Claustro de la Universidad Central
desde 1886, y aquí y en el curso del doctorado de Derecho á que correspondían
nuestras respectivas enseñanzas, volvimos á reunimos y á convivir académi-
camente algunos años. Venía yo de Oviedo, mi nativa tierra, en la que había
corrido mi vida profesional, cabiéndome la imborrable satisfacción de haber
regido su benemérita Universidad durante diez y ocho años consecutivos, y al
entrar por motivos y razones harto fundados y no tan gratos, en el cuadro del
personal docente de la citada Universidad madrileña, heredera de la siempre
memorable de Alcalá de Henares, cúpome como compensación á mi casi esfor-
zado y extemporáneo trasplante, sentirme colocado en un medio semifraternal
de inmejorables compañeros, entre los cuales había antiguos maestros míos,
antiguos discípulos de mi cátedra de Oviedo y comprofesores de esta misma
Escuela, tales como el Sr. Ureña, que no era el único. Y al mentar esto, séame
permitido producir ex corde una manifestación de gratitud profunda para esa
hospitalidad amable, esa bondadosa acogida y ese trato cortés y nobilísimo con
que me vi favorecido y honrado por todos y cada uno de los aludidos colegas,
para los que nunca habré de escasear mi respeto y mi cariño.
Pues bien: las traslaciones de Universidades y asignaturas, mejor que cons-
tituir dicultades ó aplazamientos para que el Sr. Ureña diese muestras de su
valer, sirvieron á éste de incentivo y ocasión para revelar sus diversas aptitu-
des y sus variados conocimientos. Así, del tiempo de su estancia en Oviedo,
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