Dictadura, Opus Dei y nacional-catolicismo. En torno al pensamiento primero de Gonzalo Puente Ojea

AutorMiguel Ángel López Muñoz
Páginas165-173

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Los últimos años de la dictadura fueron momentos en la historia de España cargados de incertidumbres e inquietudes que se reflejaban en las múltiples líneas teóricas trazadas para los diferentes ámbitos temáticos. De variado calado, rigor, proyección teorética, metodológica, etc., pocas obras de aquella época superaron la prueba del tiempo. Una de las que sí lo hizo, Ideología e historia, vio la luz editorial en dos partes: La formación del cristianismo como fenómeno ideológico y El fenómeno estoico en la sociedad antigua. Por su honestidad y alta erudición, el díptico situaría a su autor, de forma inmediata, entre los pensadores de referencia en el análisis materialista del origen de la religión cristiana y del estoicismo. Ya, tras la recuperación de la democracia, en 1987 la vergonzosa claudicación del Estado español ante las presiones eclesiásticas frente al embajador español ante la Santa Sede y autor de Ideología e historia, tan sólo daría dimensión pública a su figura intelectual y a la obra rotunda que comenzó a aparecer a partir de su «liberación» profesional.

Hasta aquí el lado más conocido y notorio de Gonzalo Puente Ojea, del que otros colaboradores se ocupan en este número monográfico. Sin embargo, aunque de manera discontinua, el itinerario intelectual de Puente Ojea comenzó ya a finales de los años cuarenta, en la España de la Victoria que comienza a desprenderse formalmente del fascismo para legitimarse desde el nacional-catolicismo y desde el anticomunismo, en un marco siempre criminal y represivo.

Cada día es más patente que ése no fue un tiempo de silencio para la cultura y el pensamiento crítico y libre. Y Puente Ojea nos da prueba de ello en un artículo de 1958 que, perdido, se rescata ahora por vez primera. Con la prudencia propia de aquel que se sabe objetivo de represalias y depuraciones, aparecía un comprometido artículo, bajo la única firma posible en un diplomático de carrera, el seudónimo de «X.X.X.». Se editó en la revista parisina, de considerable distribución en España e Hispanoamérica, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, dirigida por el demócrata y antiestalinista Julián Gorkin. El título fue: «Las bases teóricas del Opus Dei».1Muchos años después, Puente Ojea exponía cuál fue la curiosa génesis de este artículo, en «Apuntes para una autobiografía» (Elogio del ateísmo, pp. 403-404):

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Mis poco estimulantes contactos con medios eclesiásticos2aún tuvieron un interesante episodio, en esos primeros años cincuenta, que tal vez merezca una mención. El más conspicuo portavoz político del Opus Dei, Rafael Calvo Serer, contactó conmigo para pedirme que escribiera un extenso artículo sobre la actitud de la Santa Sede durante nuestra guerra civil y la instauración de la dictadura. Acogí con frialdad la propuesta, pero no se desalentó y envió a mi casa una quincena de volúmenes de la conocida revista vaticana, dirigida por jesuitas, la Civiltá Católica, indicándome el gran valor de esta fuente para el trabajo que solicitaba, que sería publicado por la editora Rialp. Todo ello no era sino un gancho para captar a un joven especialmente preocupado por la cuestión religiosa, a quien convenía, si fuera posible, enrolar en una organización que pretendía hacerse pasar por un movimiento orientado a la recuperación de los auténticos valores cristianos. Algún tiempo después, mi respuesta consistió en la publicación de un artículo «Las bases teóricas del Opus Dei» [...]. Por razones de prudencia como funcionario público, me limité a firmar con tres X. Pronto, sin embargo, supo el Opus que era yo el autor del primer ataque público en letra impresa a este poderoso movimiento, lo que no dejó de causarme gran satisfacción.

Por tanto, el texto es resultado de un largo desencuentro entre Gonzalo Puente Ojea y Rafael Calvo Serer. Calvo conoció a Puente Ojea en 19513y, desde entonces sólo buscó incorporarlo a su causa. Con este artículo se ponía fin a todo intento de persuasión.

Sobre las bases teóricas del Opus Dei

Más allá de la exposición de la amplia conciencia democrática de Gonzalo Puente Ojea a la altura de finales de 1957, año en que fue escrito el artículo, el contexto que lo envuelve está dominado por los acontecimientos de 1956, por las nuevas protestas de 1957 en las universidades de Madrid y Barcelona contra el régimen, y por la «crisis de gobierno» abierta en febrero de este año, que se resuelve con la llegada al poder de los hombres del Opus.4Además, 1957 es el año en que José María Gil Robles y Enrique Tierno Galván elaboran un documento llamado de las «tres hipótesis» para entregárselo al dirigente socialista Rodolfo Llopis, con el fin de tantear el pensamiento de los refugiados; el año en que se constituye Unión Española como vínculo moral en torno a don Juan, considerado como el rey legítimo de España en el destierro y, en fin, a unos veinte años del final de la democracia y del inicio de la guerra civil y de la dictadura.

Tras una lectura de este artículo sin autor, hecho que permite transportar la memo-ria tanto a los judíos convertidos externamente de los siglos XV al XVII como a las obras de tantos ilustrados en los siglos XVII y XVIII, se observa que su título no recoge de forma cabal su sentido, pues, por fortuna, termina ofreciendo más de lo que anuncia. No sólo se trata, efectivamente, de poner de manifiesto las líneas teóricas básicas por las que discurre la acción de lo que nombra como «grupo Opus» -según toma del decir coloquial-, sino que, además, muestra las distintas formas de su concreción política y económica, al tiempo que sus incongruencias y consecuencias para el futuro democrático

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español. El punto de partida señala muy bien el momento de hartazgo que viven los demócratas del momento:

De contradicción en contradicción, de fracaso en fracaso, el régimen franquista desemboca hoy en una crisis de disolución, cuya fisonomía no puede ocultarse al pueblo por más tiempo. Los plazos se han cumplido [p. 15].

Así, Franco, tras la crisis que se arrastra «desde el primer trimestre de 1956» (íd.), tiene dos opciones:5o Falange, «un barquichuelo desmantelado» (íd.) con el que no se puede navegar muy lejos, o los monárquicos y, entre ellos, o los liberales, o los tradicionales. Pues bien, nos dice el autor que tanto por «la mentalidad del dictador, [como por] la inspiración de su régimen político totalitario, [o] el carácter reaccionario de los grupos que gozan de mayor audiencia en el Gobierno, todo le lleva a echar mano de ese equipo de monárquicos de ultraderecha que gravitan en la órbita humana del Opus Dei o en sus aledaños, como el más apto para proseguir el juego de la restauración monárquica»6(íd.). Por supuesto, con una prodigiosa visión de futuro, estima el autor que el dictador llevará hasta el límite de su propia vida esa restauración pero, hasta que eso ocurra, «estos monárquicos tradicionales ofrecen al dictador el utillaje doctrinal de la futura instauración de la monarquía tradicional» (íd.), de la monarquía absoluta. Por tanto, tan sólo recurriendo al «grupo Opus», el régimen puede mantenerse en el poder. Cualquier política liberalizadora, por mínima que fuese, «subvertiría a cortísimo plazo todo el sistema y obligaría a replantear en su verdadero sentido los problemas políticos en que se debate el país» (íd.). La única salida posible ante esta situación sería recuperar la legitimidad democrática de la Segunda República, es decir, «la devolución al país del ejercicio de sus responsabilidades políticas, secuestradas desde hace veinte años» (íd). Pero eso sería tanto como el suicidio de la dictadura.

Por ello, «Franco juega la carta de los monárquicos tradicionalistas, cuya esencia es franquista, pero con los rigores del que se cree en posesión de un sistema ideológico completo» (pp. 15-16). Ambos persiguen una «delirante utopía» que pretende instaurar una monarquía dictatorial -una dictadura coronada- como modo de formalizar una rigurosa política totalitaria de reacción (cfr. p. 16), capaz de superar «los podridos esquemas constitucionalistas nacidos en el temprano siglo XIX» (íd.), con el fin de retomar el modelo de las Cortes de los reinos hispánicos del Medievo. Esta utopía, finaliza el planteamiento el autor, posee dos dificultades graves: su modelo soñado no es más que una invención ajena a cualquier presunta filiación histórica y, además, «es inaplicable al contexto social de nuestro tiempo en cualquier país de Occidente» (íd.).

¿Cuál es el fundamento teórico del «grupo Opus» que sostiene este imaginario y cómo se desarrolla? Gonzalo Puente Ojea...

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