El marco jurídico de la generación distribuida de energía eléctrica: autoconsumo, redes inteligentes y el 'derecho al sol'

AutorMercedes Ortiz García
Cargo del AutorUniversidad de Alicante
Páginas235-285

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1. Hacia un nuevo modelo energético: la gran oportunidad

La energía es uno de los recursos esenciales para la sociedad, y en concreto, la electricidad1. Ahora, más que nunca, la energía desencadena mayor bienestar, pues facilita mucho más conocimiento y protección2. Por ello, en un planeta plano3, la brecha entre los que tienen electricidad y los que no la tienen no crece de forma aritmética, sino exponencial; y en los próximos veinticinco años se duplicará el consumo eléctrico mundial.

Centrándonos en España, cabe destacar que posee una altísima dependencia energética de terceros; más de un ochenta por ciento de la energía primaria es importada. Nuestro país, al contrario de lo que se predica constantemente, sí cuenta

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con suficientes fuentes de energía primaria4, que cada vez son más competitivas5. El “petróleo español” es el sol6, y debajo de cada tejado puede haber una "plataforma petrolífera" generadora de riqueza económica y bienestar ambiental.

Para la mayoría de nuestras sencillas necesidades energéticas podríamos estar aprovechando una parte mucho más grande de la energía solar que recibimos, de la que tenemos en abundancia: a la superficie del planeta llega cada día miles de veces la cantidad de energía necesaria para las actividades humanas, bajo la forma de radiación solar. De otra forma, seguiremos siendo un país que energéticamente y de forma perpetua depende del exterior. Y dado que el precio de la electricidad7, en gran medida, está indexado al de los grandes mercados derivados del petróleo, y que éstos están recorriendo una senda alcista8, estamos perjudicando, aún más, a nuestra maltrecha balanza de pagos, e incluso, provocando inseguridad en el propio suministro de energía.

Pero, no sólo el petróleo configura una nueva hoja de ruta para el sector energético, sino también el conocido fenómeno del “cambio climático”. Si bien es sabido que la energía eléctrica constituye un producto final limpio, las distintas etapas que conducen hasta ese momento último –fruto fundamentalmente de la combustión fósil– originan una serie de impactos ambientales de efectos perniciosos, como el efecto invernadero, contributivo del problema del cambio climático. En este contexto, las energías renovables constituyen una alternativa real a la energía convencional fósil9al ser inagotables –a escala humana–, al evitar males al ambiente –efecto invernadero, lluvia ácida–, al contribuir al reequilibrio territorial por ser autóctonas, y al fomentar la creación prolongada en el tiempo de un empleo

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numeroso y de calidad10. Toda una oportunidad, que España con su actual tasa de desempleo y su condición de “isla energética” no puede desaprovechar.

Los progresos realizados en el sector de las energías renovables se han visto absorbidos, de alguna manera, por el aumento del consumo energético –muy superior a la media de la Unión Europea– al que se suma la ineficiente producción eléctrica11. La eficiencia energética constituye la primera palanca para el ahorro energético12y, por ende, económico y ambiental; que coincide con los tres grandes objetivos, considerados prioritarios por la Comisión Europea; a saber: seguridad energética, competitividad y mitigación del cambio climático13. Sin embargo, sólo con eficiencia energética14y reducción de emisiones no es suficiente para solucionar la actual y galopante crisis en que está inmersa la humanidad, y, en concreto, España. La convergencia de la crisis financiera global, de la crisis energética y del impacto en tiempo real del cambio climático15ha llevado a la economía mundial al borde del colapso. Asimismo, no hay que perder de vista, el elemento diferenciador de la actual crisis económica respecto de las anteriores: hacer peligrar nuestra continuidad como especie16, dado el gran deterioro que sufre nuestro entorno, fundamentalmente fruto del actual y masivo modelo energético fósil. Es necesario, pues, otro modelo energético.

RIFKIN vaticina que asistimos al nacimiento de una nueva era, conformada por un nuevo modelo energético y productivo, que ya está en marcha: el capitalismo de la distribución, que dará lugar a la “tercera revolución industrial”17. Pero, ¿en qué

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consiste? Grosso modo en la producción descentralizada (generación distribuida), a partir de energías renovables –mediante el autoconsumo–, y en su gestión a través de redes inteligentes. Lo revolucionario, quizás mejor lo inteligente, es la convergencia, la combinación de la revolución de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, que inauguraron la era de Internet, junto con la revolución en la distribución de las energías renovables, lo que se conoce como la “Internet de la energía”18.

La generación distribuida incrementará la eficiencia energética, el aspecto clave como sabemos, porque un diez por ciento de la energía eléctrica total se pierde durante el transporte y la distribución de la energía, con un coste anual de cerca de 2.000 millones de euros para el sistema19. Si la energía la producimos en casa y la consumimos, no hay transportes, por tanto, no hay pérdidas, y sin coste, prácticamente, para el sistema eléctrico.

En el momento presente, la generación eléctrica distribuida mediante auto-consumo es jurídicamente posible en nuestro país20, aunque está pendiente de desarrollo normativo. En este trabajo, aprovechando dicha situación transitoria de concreción legal, nos gustaría aportar algunas ideas al respecto, y en alguna medida profundizaremos en la dirección tomada en el sector eléctrico con su liberalización. Si tuviéramos que describir con una sola palabra este preciso momento que vivimos, consideramos que podría ser la de “transición”. Transición hacia un modelo energético muy eficiente, pero sobre todo transición a la gran oportunidad de salir de la crisis económica y, además, reforzados social y ambientalmente.

Estamos pues, ante buenas noticias para España teniendo en cuenta la grave crisis económica que sufre y asimismo sus extraordinarias condiciones climáticas. Tenemos, en definitiva, lo más difícil de atesorar, un medio natural muy favorable, que es, a la vez, la base de la vida… Sin restar importancia, además, al capital humano en este sector, que ya apunta como uno de los futuros motores de nuestra economía. Se trata de una oportunidad única de cambiar nuestro actual modelo energético, centralizado, ineficiente y tan dependiente del exterior. Incluso, España podría liderar esa transición a esa nueva era energética21, algo nada irrelevante teniendo en cuenta que se perdió la primera revolución industrial –la del carbón– y, prácticamente, la segunda –la del petróleo–. Pero, la tercera –la de la energía renovable distribuida– le aguarda... Ahora, sólo es cuestión de que reconozcamos las posibilidades económicas que se presentan ante nosotros y reunamos la voluntad necesaria para llegar a tiempo.

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2. La generación distribuida de energía eléctrica

El sistema actual está basado en la generación de energía eléctrica en grandes centrales, situadas lejos de los puntos de consumo (residencias, hospitales, Administraciones, etc.), su transporte a las zonas de consumo, y la distribución entre los consumidores finales. Este sistema tradicional se ha caracterizado pues, por un esquema de generación centralizado, unidireccional y con pocas medidas de control sobre la actuación de la demanda. Por ello a lo largo de los últimos años se ha ido, conceptualmente, evolucionando hacia un modelo de generación eléctrica distribuida –generalmente de pequeña potencia–, es decir, un sistema en el que parte de la energía eléctrica se generará y consumirá en unidades descentralizadas, dispersas y próximas a los centros de consumo: domicilios, comunidades de vecinos, universidades, polígonos industriales, etc.

La generación distribuida presenta enormes beneficios para el sistema eléctrico, a saber: reducción de pérdidas en la red, al evitarse en gran medida el transporte, la reducción entonces de inversiones en nuevas redes22y, por ende, reducción de las centrales de producción eléctrica. Todo ello significa gran ahorro en fuentes de energía primaria, y consecuentemente, un gran ahorro económico. Con la generación distribuida, se reduce la demanda energética, pues no sólo responde a la utilización masiva de energías renovables, sino de forma eficiente, al llegar la energía directamente a nuestras casas.

Pero, además, entramos en un nuevo ciclo, donde las tendencias apuntan a un creciente desplazamiento hacia el lado de los clientes, algo que está ocurriendo en todos los contextos. Pasamos de consumidores pasivos –de abonados–, a agentes activos en un mejor uso de la energía; lo que se denomina, la gestión activa de la demanda. Para los consumidores supone entonces la mejora de la autonomía energética y de la seguridad de suministro, y ahorro económico. En el modelo presente, la oferta es el paradigma: cualquier demanda puede ser cubierta por la oferta; la interacción con los clientes está enfocada a la producción y...

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