El desenmascaramiento en Lacan y en la crítica como sabotaje
Autor | Manuel Asensi Pérez |
Cargo | Universitat De València - Estudi General |
Páginas | 241-255 |
240
El desenmascaramiento en Lacan
y en la crítica como sabotaje
MANUEL ASENSI PÉREZ
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA - ESTUDI GENERAL
I
Si tuviéramos que resp onder esta pregunta del título de forma rápida, la respuesta
sería que sí. No obstante, dado que es necesario explicar y demostrar el porqué de
esa respuesta positiva, aclaremos que el primer interés de la crítica como sabotaje
en Lacan se debe a que nos permite aclarar dos aspectos esenciales de dicha críti-
ca: por una parte, su función desmitificadora; y, por otra, la capacidad modeliza-
dora de los discursos.
Cuando en una de sus primeras formulaciones, se decía que el poder modeli-
zante de un discurso se refiere «a la acción consistente en determinar sujetos (cuer-
pos, gestos, acciones, discursos, subjetividades) que se representan, perciben y con-
ciben el mundo y a sí mismos según modelos previamente codificados...» (Asensi,
2011: 15), la pregunta que surge es ¿qué quiere decir exactamente eso? O esta otra:
¿qué quiere decir modificar, o como se dice frecuentemente, crear subjetividades?
Por ejemplo, ¿a qué se refiere Suely Rolnik cuando habla de los «procesos de sub-
jetivación»? Su afirmación, cercana a lo que defiende la crítica como sabotaje, «la
subjetividad está esencialmente fabricada y modelada en el registro de lo social» (Rol-
nik y Guattari, 2006: 46), no explica suficientemente por qué es posible esa «modela-
ción». Y aunque exista la creencia, tan arraigada como falsa, de que Deleuze y Guattari
hicieron una lectura anti-lacaniana, será precisamente Lacan quien nos ayude a perfi-
lar cómo es posible ese proceso. Ni siquiera la tesis acerca de la textura silogística de
los discursos, por fina que sea, llega a explicar con suficiente profundidad tal hecho.
A juzgar por ciertas aseveraciones de Lacan, la función «desengañadora» pro-
pia de la crítica de las ideologías, de las mitologías de Barthes, o de la crítica como
sabotaje, estarían destinadas al fracaso. Veamos un ejemplo en un momento del
seminario en que Lacan habla de la transferencia:
¿A partir de cuándo hay realmente transferencia? Cuando la imagen que el sujeto
exige se confunde con la realidad en la que está situado. Todo el progreso del análisis
consiste en mostrar al sujeto la distinción entre esos dos planos, en despegar lo ima-
ginario de lo real. [...] Pero resulta que nosotros no hacemos más que percibir todo
el tiempo que la transferencia no es en absoluto un fenómeno ilusorio. Decirle al
sujeto: Pero amigo, el sentimiento que usted tiene hacia mí no es más que transferen-
cia, no es analizarlo. Esto nunca arregló nada [Lacan, 1981: 349].
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