Desconfianza política en Europa durante la Gran Recesión

AutorFrancisco Herreros
Páginas129-146
DESCONFIANZA POLÍTICA EN EUROPA
DURANTE LA GRAN RECESIÓN
Francisco Herreros
INTRODUCCIÓN
La confianza es una expectativa acerca de las preferencias de otro agente,
el depositario de esa confianza. Se puede definir, en líneas generales, como la
expectativa de que aquel en el que hemos depositado nuestra confianza haga
honor a ella: que devuelva el dinero que le hemos prestado, que tenga en cuenta
nuestras preferencias en el cumplimiento de una tarea en la que nos hemos em-
barcado juntos o, en general, que no nos engañe. La confianza, como se puede
apreciar, es una relación tripartita: A confía en que B hará X. Esta definición se
aplica fundamentalmente a las relaciones interpersonales. ¿Se puede definir de
la misma manera la confianza política? De acuerdo con Hardin (1998; 2002)
—cuya definición de confianza como «interés encapsulado» (que supone que A
confía en B porque asume que está en el interés de B actuar de acuerdo con los
intereses de A) es una de las más influyentes de la literatura—, no. O, al menos,
no en ese sentido de «interés encapsulado», es decir, asumiendo que la institución
en cuestión tiene un interés especial en incluir el interés del ciudadano en el suyo.
Normalmente, ese «interés encapsulado» se basa en la existencia de incentivos
exógenos para la cooperación y la reciprocidad como, por ejemplo, que la rela-
ción entre los individuos sea duradera, lo que hace que ambos tengan incentivos
para cooperar (siempre que no sean muy miopes), o que exista un tercer agente
que garantice el cumplimiento de los acuerdos (por ejemplo, mediante sanciones
a los que no cumplan).
Esta exigencia de interés encapsulado quizá sea excesiva para el caso de la
confianza en las instituciones, que se podría definir simplemente como la creen-
cia de que las instituciones se mostrarán solícitas ante las demandas del ciudada-
no o, de forma alternativa, que actuarán conforme al bien común. Esa creencia,
no obstante, podría asentarse, al igual que en el caso de la confianza interperso-
nal, en la presencia de incentivos que hagan que el compromiso de las institu-
ciones públicas de velar por los intereses del ciudadano sea creíble. Uno de esos
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incentivos podría ser, en el caso de los Estados democráticos, las elecciones (es-
pecialmente si son entendidas como un mecanismo de rendición de cuentas). De
acuerdo con la tradición republicana, la separación de poderes —o su versión clá-
sica, el gobierno mixto— también dotaría de credibilidad al compromiso de las
instituciones de perseguir el bien común. Por tanto, una definición de confianza
en las instituciones basada en la creencia de que los intereses de estas encapsulan
los del ciudadano podría ser plausible, aunque lo cierto es que la percepción de
los ciudadanos sobre en qué medida es digna de confianza una institución polí-
tica determinada puede provenir de fuentes diferentes, muchas de ellas menos
exigentes cognitivamente que la evaluación de incentivos exógenos que hagan
creíbles los compromisos asumidos por esa institución.
Así pues, la confianza en las instituciones es una expectativa acerca de su
grado de cumplimiento de los intereses del ciudadano, o del bien común, que
en ocasiones puede estar basada en una evaluación de los incentivos existentes
que doten de credibilidad a los compromisos adquiridos por dichas institucio-
nes. En este artículo se analizarán cuáles son los determinantes de la confianza
en las instituciones en los países europeos durante la gran recesión iniciada en
2008. Junto al análisis de los determinantes habituales de la confianza política,
se comprobarán dos hipótesis adicionales referidas al papel de la corrupción en
la confianza en las instituciones, una de ellas relacionada con los efectos de la
crisis económica y la otra con la plausibilidad de una definición de la confianza
política como la que se acaba de plantear, basada en la idea de que las institucio-
nes públicas encapsulan los intereses de los ciudadanos debido a la presencia de
normas que las obligan a ello.
1. TEORÍA
Tras varias décadas de investigación en ciencia política acerca de los deter-
minantes de la confianza en las instituciones, se puede identificar un conjunto
de variables clave que aparecen en la gran mayoría de los estudios. Por un lado,
están las variables relacionadas con el desempeño de las instituciones —en espe-
cial, el económico—, la competencia de los políticos o el nivel de satisfacción con
políticas específicas desarrolladas por la institución en cuestión (Levi y Stoker,
2000). El desempeño económico es, como hemos señalado, una de las variables
más importantes: si la economía va bien, la confianza en el gobierno y en otras
instituciones políticas suele crecer, incluso a pesar de que existan otros factores
que aparentemente pudieran influir en sentido contrario. Así, por ejemplo, de
acuerdo con Hetherington (2005), el crecimiento económico en Estados Unidos
durante la década de 1990 llevó a un aumento de la confianza política, a pesar de
los escándalos en los que se vio envuelto el presidente Clinton.
Por otro lado, de acuerdo con la mayoría de los estudios, las restantes va-
riables que influyen en la confianza política conciernen a la configuración de las
propias instituciones. Norris (1999), por ejemplo, muestra cómo el sistema de
partidos, el sistema electoral y el carácter unitario o federal del sistema político
repercuten en la confianza que generan, aspecto que también ha sido analizado,
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