Desarrollo y mundos desencontrados en el actuar representado desde los bordes

AutorWilmer Villa y Ernell Villa
Páginas147-159

Page 147

No sé por qué la Guajira se mete al océano así, como si pelear quisiera, como engreída, como altanera, como si el mundo no supiera que hay gente aquí [...]

No sé por qué la Guajira se mete al océano así, como si pelear quisiera, como engreída, como altanera, como si el mundo no la quisiera.

RAFAEL MANJARES (juglar del vallenato)

Compadre yo soy el indio, compadre yo soy el indio que tiene todo y no tiene nada.

Trabajo para mis hijos, trabajo para mis hijos, quemo carbón y pesco en la playa.

Yo soy el indio guajiro de mi ingrata patria colombiana que tiene todo del indio mas sin embargo no le da nada. No hay colegio para el estudio, ni hospital para los enfermos, todavía andamos en burro y en cayuquitos de remo [...]

Entonces cuál es la vaina, queé es lo que pasa con nuestro pueblo, el gobierno no nos da nada sino censura por lo que hacemos, nos llena de mala fama con sus periódicos embusteros.

Yo soy el indio guerrero que supo defender a la patria, hizo respetar a su pueblo del extranjero con flecha y hacha, pero nada es valedero cuando la gente se vuelve ingrata, la presa la agarra el perro y viene el dueño se la arrebata [...]

Entonces cuál es la vaina, qué es lo que pasa con nuestro pueblo, el gobierno no nos da nada sino censura por lo que hacemos, nos manda la mala plaga y se lleva lo bueno que tenemos.

ROMUALDO BRITO (juglar vallenato)

Historia y/o memoria de un proceso de escritura desde el hecho de ser otro

Érase una vez la historia de una gente venida de un pasado enterrado en los escombros de fragmentos de memoria, esparcidos por los lugares que tiempo atrás habían servido de refugio a sus antepasados. Estas personas se arraigaron en un territorio donde las adversidades agotaban la vida de quienes habían sido sentenciados a morir en las cárce-

Page 148

les del sufrimiento generado por aquellos que les impedían ejercer la libertad. Éstos eran los tiempos de la esclavitud donde millones de hombres y mujeres fueron arrancados de sus tierras, reducidos a meros objetos mercantiles1comercializados al otro lado del Atlántico. Atrás quedaron sus tierras, sus hijos, sus parientes, sus muertos, sus lenguas vernáculas y el hecho de vivir en armonía con la memoria de sus ancestros, contada por la figura que encarnaba la tradición africana del Griot,2quien era el responsable de transmitir la herencia cultural de estos pueblos.

Estas personas dejaron su voz grabada en «el arte de la resistencia», como respuesta al silencio cómplice de las sociedades coloniales y sociedades republicanas, determinantes en la práctica localizada en un ideario común del metarrelato del Estado. Es una historia no producida por quienes viven la tiranía de la escritura como una forma de desterrar los vestigios de las grandes injusticias, tal como sucedió con la trata transatlántica. Es «la trampa [...]» de la que se habla cuando se cuestiona el papel de la historia, en el momento de posicionar la versión de los hechos, «consiste en hablar de sí haciendo creer que se habla de los otros».3Ésos encerrados y atrapados en el tratamiento retórico del autor, el cual sustituye la voz de los actores por medio de la concentración de los saberes disciplinares que no salen al encuentro de los mundos de las personas que actúan desde los bordes y, en el caso de salir al encuentro, se hace con la intención de darle un tratamiento como objeto de estudio, donde la teoría actúa en la construcción de un orden explicativo sobre la realidad.

El hecho de dar a conocer los acontecimientos que rodearon el proceso de constitución y destrucción de una colectividad humana como los hoscos del pueblo de Tabaco,4quienes desde 1780 han vivido en el centro-oriente del departamento de la Guajira,5extremo norte de Colombia, se convierte en una acción de poder hablar con, desde y para los pueblos condenados a no tener voz en los procesos de construcción política. Ésta es la historia de una región y su gente, los hoscos, productores de una memoria afectada por el dolor, el olvido y la tragedia de no tener un lugar seguro para representar sus propias prácticas de producción de sentido, es un decir narrando a partir del hecho de no contar para el resto de la humanidad, porque ellos no forman parte de los grandes espectáculos mediáticos que acompañan la expansión y uso de la práctica globalizante.

Este artículo da cuenta del proceso de desplazamiento de una comunidad, víctima de la explotación del carbón en la mina a cielo abierto más grande del mundo, el Cerrejón, que inició en 1977 la etapa de exploración. Desde esa época los hoscos han tenido que afrontar la memoria extraviada en la euforia colectiva, resultante de las falsas promesas de un mejor porvenir resultante de un supuesto «desarrollo», el cual generaría

Page 149

mucha abundancia, pero no fue así, lo que nunca tuvo el pueblo en esta ocasión tampoco se les dio, las promesas de riquezas se desvanecieron y atrás quedaron los momentos de alegría cuando se rumoreaba «con todo ese carbón debajo de nuestra tierra la vida nos va a cambiar».6En la actualidad los hoscos se resisten a abandonar sus territorios y sólo por la vía de actos violentos los han desalojado de las tierras donde estaban sepultados sus ancestros, los cuales pasaron a ser desenterrados o pisoteados por las pesadas máquinas que tras las grandes explosiones hurgan en las entrañas de la madre tierra que es asesinada en nombre del progreso. Frente a este problema los organismos oficiales han reiterado que «priman los intereses generales por encima de los intereses particulares», ante esta situación expresan que «las minorías étnicas no pueden oponerse al desarrollo económico del país», llegando a desconocérseles sus derechos, ya pasó con los embera y los senu,7con la hidroeléctrica Urrá; los u’was,8con el proyecto Sirirí y Catleya, sobre la explotación de pozos petrolíferos; los wayuu,9con la mina de carbón del Cerrejón, y en la mira se encuentran las comunidades negras del Pacífico con los llamados corredores ambientales;10las comunidades negras o afrocolombianas de departamento del César,11con la desviación del cauce del río Calenturitas que tiene como propósito explotar el carbón que se encuentra en el lecho del río y la construcción de la represa de los Besotes en el río Guatapurí, más específicamente en la vertiente nororiental de la Sierra Nevada de Santa Marta o Gonawindua.12Todos estos megaproyectos van en contra de la visión de mundo de los pueblos ancestrales.

La explotación de petróleo, la construcción de represas, la declaración de los territorios ancestrales como parques nacionales, la promoción del «ecoturismo», así como la proyección y construcción de puertos en territorios de los pueblos indígenas y afrocolombianos, se han convertido en un atentado contra el ciclo de vida que gobierna la unidad comunitaria de los grupos étnicos. La realización de estos megaproyectos ha generado una euforia en el presente, pero que con el paso del tiempo se convierte en un resquicio por donde se escapan los contenidos de la memoria. El efecto de todo esto salta a la vista en comunidades orales, amnesia que atenta contra el pensamiento propio de los pueblos extraviados en los escombros de un pasado sepultado por el desarrollo que nunca llegó.

El punto de partida de lo que queremos compartir se inicia como cualquiera historia, pero no es otro relato más donde se habla en, de, sobre los actores, es una narración donde se involucra una militancia étnica, la cual propicia una militancia pensante,13es la

Page 150

posibilidad de generar una escritura con-sentida por el hecho de ser otro, habitado y habitante de los bordes o periferias; es una emergencia convertida en escritura a partir del construir con y desde esos que son llamados otros. Esta posibilidad se convierte en un sentir desafiante de las instancias regulativas de la producción del conocimiento occidental, institucionalizado en el canon científico, el cual insiste en una autoridad autorizada, apoyada en las cosas dichas por los autores.

Pero quiénes son los otros .. ¿nosotros o ellos?

Este texto cuenta la historia de los descendientes de un puñado de valerosas personas, que sortearon los obstáculos que se les presentaron hasta llegar a instalarse en una región, donde construyeron una narrativa fundacional. Los hoscos, por medio de la práctica cultural de contar historias, forjarían la costumbre de transmitir contenidos de la memoria de los mayores o ancianos a los niños y jóvenes, en este caso, según José Julio Pérez, cuando él era niño la escuchó:

Nuestros ancestros lograron resistir las insurrectas aguas del mar Caribe y casi llegando al puerto de Riohacha14se dio un naufragio del barco en el que venían como esclavos desde África, no sabemos cuántos fueron, pero lo que sí se supo es que pudieron nadar y nadar hasta tocar tierra firme, ellos sabían que si lo capturaban la iban a pasar muy mal, por este motivo estaban resueltos a lo que fuera; después de sortear las aguas del mar y ponerse a salvo se guiaron por la desembocadura del río Ranchería,15siguieron su cauce hasta encontrar la espesura de la serranía, pero ellos no podían quedarse ahí por motivos del clima, entonces decidieron bajar a la llanura que era regada por el río y varios arroyos, ahí fundaron Calabacito que después le cambiaron el nombre por Albania, siguieron y fundaron al pueblo de Manantial, fundaron también el pueblo de Roche y el de Tabaco, en la misma época donde lo que les importaba era la libertad y por esto andaban fundando pueblos aquí y allá como para que no los cogieran de nuevo. En el valle donde hoy están los socavones...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR