¿Qué es el Derecho?

AutorManuel García Garrido. Antonio Fernández-Galiano
  1. UNA PRIMERA APROXIMACIÓN AL DERECHO

    Cuando nos acercamos a una realidad con ánimo de conocerla, hemos de comenzar por tratar de desentrañar lo que esa realidad es, en qué consiste, cuál es su verdadero modo de ser; actitud que contrasta con la que adoptamos ante otras realidades de las que únicamente nos interesa constatar su existencia, es decir, nos importa saber que son pero no qué son, lo que son. Ciertamente, la realidad a la que nos aproximamos para «conocerla» tendrá otros puntos de indudable interés, como su origen, su historia, su finalidad, etc., pero tales rasgos no ofrecerán demasiada utilidad si previamente no afrontamos el ser mismo de esa realidad. Eso ocurre también con el Derecho, y de ahí que, sin perjuicio de abordar en capítulos posteriores esas otras cuestiones, tengamos que empezar por tratar de responder en éste a la pregunta sobre qué es el Derecho.

    Si este interrogante, previo a todo otro como acabamos de indicar, es importante respecto de cualquier objeto, en el caso de la realidad jurídica reviste un especial interés por dos razones.

    La primera está en que, mientras la gente -en el sentido que Ortega daba al término, es decir, el común de las personas- cuando se encamina hacia una realidad para conocerla sabe muy poco o nada de ella (la mayoría de nosotros, es decir, dejando a un lado el reducido grupo de los especialistas, ¿qué sabemos de la biología molecular, de la astrofísica, de las lenguas aglutinantes o de la arquitectura egipcia, por ejemplo?) y no tiene empacho en reconocer esa ignorancia, en cambio cuando se trata del Derecho nos encontramos con que la gente no sólo tiene -o cree tener- unos conocimientos, siquiera sean elementales, del mismo, sino que además éstos suelen ser equivocados; de modo que resulta obligado comenzar por desmontar esas falsas ideas para estar luego en condiciones de proceder a la construcción recta de la noción del Derecho. Y más grave aún es que esos presuntos conocimientos no sólo suelen ser erróneos sino, además, peyorativos, conformando una idea pesimista y negativa del Derecho. En efecto, si encuestásemos al «hombre de la calle» preguntándole qué entiende por Derecho, lo más seguro es que identifique éste con las ideas de multas, obligaciones, impuestos, policía, restricciones en el obrar..., de manera que lo jurídico queda delineado como algo hostil, agresivo, como un mal quizá necesario pero respecto del cual lo más conveniente es adoptar una actitud de forzado acatamiento para evitar males mayores.

    La segunda razón por la que resulta urgente construir una idea adecuada del Derecho estriba en que éste constituye una realidad intrínsecamente humana, tan estrechamente unida al hombre que puede afirmarse sin exageración que una gran parte de nuestras actividades están literalmente «rodeadas» por el Derecho. Compramos el periódico, vivimos en un piso alquilado, tomamos una copa en el bar, llenamos de gasolina el depósito del coche, libramos un cheque, enviamos una carta por correo, gestionamos un crédito bancario, etc. Pues bien, todas esas actividades y otras muchas que podrían proponerse como ejemplos (y obsérvese que algunas de ellas son cosas que ejecutamos todos los días) son jurídicas, están reguladas por el Derecho, de modo que nuestro contacto con éste es rigurosamente cotidiano. Parece, pues, evidente, que convenga conocer una realidad que de tal suerte condiciona nuestro vivir.

  2. ALGUNOS RASGOS GENERALES DEL DERECHO

    Con el fin de empezar a aproximarnos al Derecho, bueno será subrayar tres rasgos del mismo que nos ayudarán a ir conformando su concepto.

    1) En primer lugar, se puede hablar de la existencia en el hombre de una a modo de intuición de lo jurídico. Para la generalidad de las personas, el Derecho está constituido por las normas y preceptos contenidos en las leyes, los Decretos, los bandos del Alcalde y demás manifestaciones del poder a todos sus niveles. Ese es, en efecto, el llamado Derecho positivo, pero no podemos pensar que lo jurídico se agota en el mismo, ya que, con independencia de ese Derecho positivo, la idea de lo jurídico anida en el espíritu humano desde que éste empieza a abrirse al mundo: adviértase la firmeza con que el niño defiende aquello que considera como «suyo», esto es, de su propiedad, o la irritación que le produce el ser castigado injustamente (y «propiedad» y «justicia» son conceptos eminentemente jurídicos). Más clara aún se evidencia esta intuición de lo jurídico en el hombre adulto: el más analfabeto labriego se opone a que otro invada sus tierras porque, aunque no conoce ninguna ley ni nadie acaso le haya hablado del Derecho, sabe perfectamente que eso «no debe» producirse.

    2) La consideración más elemental del Derecho ve éste como un orden normativo, es decir, como algo que manda la realización de determinadas conductas y prohíbe otras. Sin embargo, la función que el Derecho ha realizado en la historia le sitúa muy por encima de esa primaria visión, ya que ha constituido a lo largo del tiempo un factor civilizador y cultural de singular importancia. Gracias al Derecho, las relaciones entre los hombres han ido perdiendo agresividad; la rudeza de los tiempos primitivos, en que triunfaba siempre el más fuerte sobre el más débil, ha sido sustituida por un sistema en que el imperio de lo jurídico ha hecho posible que el débil pueda enfrentarse al fuerte e imponerse al mismo cuando tiene de su parte la razón del Derecho. De la mano de éste, se han ido introduciendo factores éticos en las relaciones intersubjetivas, cooperando de modo decisivo al progreso cultural y al avance del proceso civilizador y siendo uno de los elementos que han permitido el tránsito de la selva a la ciudad, de grupos humanos regidos por la razón de la fuerza a sociedades presididas por la fuerza de la razón. No en balde se ha dicho que nuestra cultura occidental se asienta sobre tres bases, una de las cuales es jurídica: el cristianismo, la filosofía griega y el Derecho romano.

    3) Mencionemos, en fin, el hecho de que el Derecho posibilita la auténtica vida humana. El hombre es un ser que viene al mundo cargado de posibilidades, de potencialidades de toda índole (espirituales, culturales, intelectuales y materiales), cuyo paulatino desarrollo, su puesta en práctica, hacen que cada vez sea «más hombre», esto es, tenga una existencia más auténticamente humana. Pero el desenvolvimiento de esas posibilidades requiere, claro está, que el sujeto se encuentre con un medio adecuado: ¿hubiera dado frutos el talento de Fleming o de madame Curie si hubieran nacido en un grupo subcultural y semianalfabeto?; ¿escucharíamos hoy las bellísimas composiciones de Mozart si su padre no hubiera sido músico...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR