Demos y Democracia

AutorManuel Escamilla Castillo
CargoUniversidad de Granada
Páginas268-287

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1. El aparente problema: la mundialización, pervertidora de la democracia

El siglo XX fue un siglo marcado, en el terreno político, por los totalitarismos. Fue un siglo en el que esos totalitarismos hundieron al género humano en un abismo insondable de barbarie e indignidad, si se mira hacia los verdugos; de sufrimiento y miseria moral, visto desde el lado de las víctimas. no es, a pesar de ello, un siglo al que haya que mirar con desesperanza puesto que los totalitarismos fueron derrotados. no fue fácil la victoria. costó dos guerras mundiales, dos ingentes piedras sacrificiales. en la segunda Guerra Mundial, se derrotó al totalitarismo nazi y sus aliados, al totalitarismo del pueblo racialmente definido. en la Guerra Fría, la nunca declarada tercera Guerra Mundial, se derrotó al totalitarismo del pueblo definido clasistamente. Queda algún residuo de ambos totalitarismos; en corea del norte, en cuba, en españa, perviven residuos totalitaristas, hegemónicos y de la modalidad clasista en los dos primeros casos, y minoritarios y de la variedad nacional-racial en el último.

Parecía que, en estos inicios del siglo xxi, salvo fenómenos de carácter residual -pero no por eso menos dañinos-, el totalitarismo había pasado, y que debíamos centrarnos en los graves retos provenientes del reverdecimiento de una cierta teo-política medieval, cuando nos viene a surgir un nuevo protagonismo político del pueblo-raza de la mano de los movimientos llamados «indigenistas», desde los «zapatistas» a los «cocaleros». en efecto, volvemos a encontrar, en estos movimientos indigenistas, los ingredientes fundamentales del totalitarismo del siglo pasado, con sus profundas raíces decimonónicas: se toma una parte del pueblo por el todo (los arios, el proletariado, los «euskaldunes» o los indios); se subordina la individualidad a la colectividad, al todo; se concibe la política como el arte de lograr la efectividad de la voluntad del todo, del pueblo, que debe imperar irrestricta. se clama, entonces, por una democracia auténtica, frente a la democracia existente, supuestamente desvirtuada. Page 269

Hay ejemplos de diverso tipo que se podrían mencionar como expresivos de esta nueva invocación al pueblo; muchos de ellos surgen en el contexto de una cierta moda protestataria, presente también en el mundo académico, que intenta alertar de los peligros que acechan a la democracia provenientes del fenómeno denominado como «mundialización». esta mundialización es el hecho de que la comunicación entre las diversas partes del mundo es cada vez más rápida y fácil y de que, en consecuencia, hay más influencia recíproca entre esas partes. esta fácil influencia, que se produce en todos los campos (la ciencia, las humanidades, la economía, el arte, el estilo de vida, etc.), se ve por algunos autores como una amenaza para la democracia.

Por circunscribirnos a planteamientos concretos, tomaré como referencia una opinión que me parece significativa de esta llamada de atención. se expresó en el reciente XXii.º congreso Mundial de Filosofía Jurídica y social que se celebró en Granada, sobre el tema Derecho y justicia en una sociedad global, y que es un muestrario bien expresivo, aunque parcial, de las tendencias actuales en la teoría político-jurídica mundial 1. la sustancia de la opinión que consideraremos es que un sujeto político nuevo se ha superpuesto al viejo demos. las empresas multinacionales, ciertas organizaciones internacionales (la organización Mundial del comercio, el Fondo Monetario internacional, el banco central europeo, etc.) y los estados unidos integran principalmente ese nuevo sujeto político. además, ha surgido un presunto enemigo adicional de la democracia, un supuesto fascismo social: «(...) la aparición del fascismo social. no me refiero aquí a una vuelta al fascismo de los años treinta y cuarenta. al contrario que aquél, el fascismo actual no es un régimen político, sino más bien, un régimen social, de una civilización. en lugar de sacrificar la democracia en favor de las demandas del capitalismo, se trivializa hasta tal punto que ya no es necesario, y ni siquiera conveniente, sacrificar la democracia para promover el capitalismo. se trata de un fascismo plural producido por la sociedad más que por el estado (...)» 2.

Aclara enseguida el profesor santos, autor de estas líneas, que ese nuevo fascismo se produce, en su opinión, cuando se someten a la lógica del mercado libre ciertas relaciones de cooperación social que deberían ser excluidas del tráfico mercantil. es lo que él llama «sociedad de mercado», distinta a la «economía de mercado», y que sería «moralmente repugnante y, probablemente, ingobernable» 3. Page 270

El lector académico se sentirá sorprendido por la mezcla que realiza el profesor santos entre fascismo y capitalismo. como no parece que pueda desconocerse ni en el nivel de los principios, ni en el de los hechos históricos, que el fascismo es tan incompatible con el capitalismo como el socialismo o el anarquismo, habría que realizar aquí una tarea previa de depuración conceptual.

El grado de confusión conceptual aumenta con la distinción entre una economía de mercado y una llamada «sociedad de mercado», moralmente repugnante. Hay que tener en cuenta que se sitúa el autor, entonces, en el terreno de lo prescriptivo, más que en el de lo descriptivo, más adecuado probablemente para transformar la realidad que para interpretarla. aún suponiendo que la realidad fuera tan rechazable como afirma santos, y aún suponiendo que se pudiera transformar la realidad de un plumazo, que ésta se dejara acomodar al arbitrio de cualquier mente omnisciente, parece de buen sentido tener una descripción correcta de la realidad antes de sentenciar su inadmisibilidad y, no menos, de indicar la utopía sustituta y el método para implantarla.

De este modo, estaría, por un lado, la regulación del mercado y, por otro, la del estado. se trata de una confusión producida por el abuso del recurso a las metáforas, que hace que el lenguaje alusivo haya impregnado la forma habitual de expresarse en un gran número de campos. el mercado, que es algo que no tiene una realidad institucional salvo en contadas ocasiones (el mercado de valores -«la bolsa»-, por ejemplo), tiene unas pautas que permiten entender su funcionamiento y tratar de hacer unas previsiones para quienes deseen operar en él o piensen que se pueden ver afectados por el mismo; pero es una comprensión ex post facto, no normativa 4; lo que explica, por cierto, la conocida observación de por qué hay tan pocos profesores de economía que se hayan hecho ricos especulando en algún tipo de mercado, ni siquiera en los más institucionalizados. tienen el mismo escaso éxito, y por razones en cierto modo similares, que los adivinos jugando a la lotería. Y es que no hay unas normas que regulen el comportamiento mercantil de la gente, lo que es su objeto de deseo y la intensidad del mismo, más allá del marco jurídico que lo regula. Pero éstas son normas jurídicas, que provienen grosso modo del estado (es estatal incluso, a fin de cuentas, la lex mercatoria, si acaba por ser lex); no son, por tanto, normas del mercado.

En todo mercado que merezca este nombre, y que no sea un mero tráfico impuesto por la fuerza bruta, hay cosas que son extra commercium y cuya enumeración constituye un molde para el vaciado de las cosas intra commercium. como saben bien los juristas, esto es algo tan antiguo, como poco, como el Derecho romano. son cosas extra commercium, 1.º, aquéllas fuera de la disponibilidad por parte del ser Page 271 humano (la verdad, la fuerza y la belleza); 2.º, los principios (lo sagrado, es decir aquéllo sobre lo que, por definición, no se admite negociación: las bases ontológicas; en una sociedad liberal, los atributos esenciales del ser humano, que vienen definidos en su esencia y en la protección que necesitan por los derechos humanos 5; son derechos que se resumen en la tríada revolucionaria: libertad, igualdad, fraternidad) y, 3.º, las inherentes al propio concepto de mercado (que fijan las posibilidades de existencia de éste: el estado y el derecho). no todo, pues, es sometible a la lógica del mercado en una sociedad de mercado, por usar la expresión de santos; o en una sociedad liberal, por usar la expresión establecida. Por otra parte, una sociedad de mercado, una sociedad en la que la cooperación individual se basa en el acuerdo libre de voluntades (allí donde es admisible, como acabamos de ver) es difícilmente calificable como una sociedad fascista, como la que impone, mediante el recurso a la violencia física o moral esa «cooperación». las sociedades fascistas, en la medida en que sea válida esta expresión, estarán más próximas al resto de las sociedades colectivistas, totalitarias, que a las liberales (o de libre mercado).

Situadas las cosas en el terreno apropiado, entonces, parece que lo que molesta a los críticos de la mundialización no es ésta en si, sino el hecho de que la facilidad de las comunicaciones en el mundo contemporáneo está favoreciendo (aunque muy limitadamente, si se mira todo con la perspectiva adecuada) la implantación del capitalismo. los movimientos anti-globalización (anti-mundialización, en español) son, en realidad, movimientos anti-capitalistas, es decir, anti-liberales.

¿Cómo entender, entonces, la defensa que hacen nuestros autores de la democracia representativa, criatura de la teoría y la práctica políticas liberales? ¿a qué se refiere santos cuando habla de democracia? ¿Qué se entiende por «soberanía popular» o por «demos» cuando se lamenta de que éste no pueda imponer su voluntad a través de la democracia representativa? el presente trabajo es un intento de responder a estas preguntas.

2. El sentido de la democracia: la prueba de las pateras

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